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Xochitlalyocan, jardín que resguarda la memoria verde de México
Oaxaca, Oax., 26 de enero de 2012 (Quadratín).-En Santa María Yalina, comunidad zapoteca perteneciente a la zona de Villa Alta, un día los músicos amanecieron sin trabajo, y con hambre: decidieron emigrar. La partitura, los platillos, la trompeta, el clarinete o la tuba no dan para que yo mantenga a mi familia, dijeron. Como malditos en su propia tierra, guardaron cada instrumento en su estuche e iniciaron el éxodo.
Yalina quedó en silencio, ya nadie más iba a amparar su dicha o su dolor, sus tristezas y sus anhelos, sus esperanzas, en los sones que interpretaba la banda de música. El hambre acabó con todo.
Algunos se fueron a Estados Unidos o al Distrito Federal y otros tantos radican en la Ciudad de Oaxaca; se ganan la vida como pueden y donde pueden. Atrás quedó el pueblo sin músicos y sin música.
Pero la nostalgia por la tierra donde nacieron es grande. La nostalgia por sus bosques y sus cascadas, por aquella música cordial que interpretaban en las fiestas patronales, en alguna boda o un bautizo, nos los dejaba vivir tranquilos.
El pesar causado por la nostalgia de su pueblo fue tanta que decidieron organizarse con su autoridad municipal y enviaron dinero para la compra de nuevos instrumentos, para contratar un maestro de música y formar una nueva banda donde sus hijos pudieran aprender desde muy pequeños.
Este es su Génesis: en el principio era la música, creadora y origen de todas las cosas. Con su aportación económica y solidaria con su tierra la música no se perderá, dijeron. Los niños que se quedaron en el pueblo serían los músicos substitutos.
Hace ya tres años que Yalina tiene otra banda de música. Sus integrantes son niños y niñas de 8 a 16 años; los más pequeños empezaron a formarse a los cinco, aprendieron el solfeo y el alfabeto casi al mismo tiempo, explica el presidente municipal, Horacio Santiago Lázaro.
Nos preocupa la situación que se da en todo Oaxaca y especialmente en nuestra región, Villa Alta. Nuestra banda de música de jóvenes y señores tiende a desintegrarse porque se van a buscar trabajo a otra parte, y como autoridad nos vimos obligados a incorporar y animar a los niños para que aprendan música y podamos conservar nuestra tradición.
La banda infantil Alma serrana de Yalina cuenta con 35 integrantes, trece niñas y 24 varones. Bajo la dirección del maestro Fernando Inés Velasco ensayan dos horas diarias por las tardes y los fines de semana. Nuestro pueblo tiene unos 300 habitantes; quienes están en esta banda son hijos de los músicos de la banda de adultos, y de varios que ya se fueron del pueblo a trabajar a otra parte, comenta el alcalde.
A su corta edad, estos niños ya están obligados a brindar servicio comunitario: tocan en la iglesia, en las fiestas del pueblo, en bodas, bautizos, y han ofrecido algunos conciertos en la capital oaxaqueña.
Arraigar el amor por la música entre los niños y jóvenes trae dificultades: Es un poco difícil porque estos niños ya tienen otros intereses, pero en lugar de irse al internet o a jugar, se sacrifican para ir a su ensayo, solamente así ha sido posible lograr algo, comenta su director, un joven de 30 años que no se explica por qué regresó a Yalina cuando ya tenía perspectivas de vida como músico en otras partes.
Yo me hice músico en mi pueblo porque en Yalina todos tenemos un familiar músico. Después estudié el CECAM de Tlahuitoltepec y luego me fui a México a estudiar trompeta. Pero algo me jaló y regresé. Algo me decía que debía regresar, no estaba a gusto en otra parte. Me invitaron a formar la banda de niños y aquí estoy. Prácticamente todos los niños que habitan en este pueblo están en la banda, sólo faltan los más pequeños. La más chica es Lourdes Adriana, tiene 8 años y toca clarinete requinto. Yo tengo un hijo de un año, y también ya está empezando con la música, dice y deja escarpar una carcajada de regocijo.
Los músicos que se fueron sostienen con sus envíos de remesas la tradición musical de Yalina, un pueblo que se estaba quedando sin músicos.