
Zedillo, jefe político de la intelectualidad de la derecha
El desafío de Oaxaca: crecer con políticas de largo plazo
Que la contingencia no inhiba el cambio estructural
EL CEN del PRI: responsabilidad, escuchar el mandato de las bases
El consultorio del doctor Martín Vásquez /
Oaxaca, Oax., 04 de enero de 2012 (Quadratín).- El inicio del crucial año 2012, un año político definitivo para los mexicanos y para nosotros los oaxaqueños, nos obliga a todos a hacer una revisión exhaustiva del cuerpo social, un diagnóstico crudo sin contemplaciones, y ponderar nuestras potencialidades de cambio estructural más allá de los paliativos de contingencia.
Coincidiendo con el inicio del año, esta misma semana su amigo que redacta estas líneas de análisis político semanal, presenta el libro el desafío de Oaxaca, cuya tesis principal es revelar las muchas oportunidades perdidas, administración tras administración, por la ausencia de políticas de Estado, políticas con visión de largo plazo, que detonen el potencial productivo de esta tierra milenaria, en lugar de simplemente contener la hemorragia y mantener con vida al enfermo.
Crecen cuantitativamente los presupuestos públicos, incrementos que se festinan ruidosamente en los medios un gobierno tras otro, vendiendo exitosamente una realidad virtual pero el cambio real no se observa en ninguna parte. Lo más que se observa son paliativos contra la pobreza, políticas asistencialistas que administran, no erradican el problema.
Sí, hubo éxito los últimos años en rubros como educación superior, salud, apoyo a vivienda popular rural, alfabetización, pero los indicadores económicos y sociales clave siguen sin moverse al ritmo que demanda y merece Oaxaca: PIB per cápita, índice de competitividad de la planta productiva, empleos suficientes y bien remunerados, infraestructura carretera, desarrollo humano, calidad educativa, futuro mínimamente cierto.
La pérdida de brazos jóvenes que emigran año con año al extranjero, Estados Unidos concretamente, en lugar de crear plusvalía y bienestar en su propia tierra, es el certificado irrefutable del fracaso de las políticas gubernamentales, federales y estatales, a lo largo de la historia de Oaxaca, con alternancia política ya en ambos niveles de gobierno.
Otro dato duro contundente es que la mayoría de municipios en pobreza extrema del país se encuentran en Oaxaca, el estado cuna de Benito Juárez, que ya desde sus primeros años de actividad política, antes de que encabezara a la generación de la Reforma, hablaba de la necesidad de vencer el oprobio de la pobreza.
Pero en el libro el desafío de Oaxaca, no nos quedamos en el puro diagnóstico. Sería mezquino no arriesgar algunas hipótesis de solución. Sería poco generoso no poner en la tela del debate público una propuesta de cambio estructural, una propuesta muy concreta sujeta al escrutinio, a la refutación y al enriquecimiento conceptual.
Partimos de la convicción, asentada en datos duros, de que Oaxaca tiene un potencial enorme por su propia ubicación geográfica. Tenemos, para empezar, al cinturón desperdiciado del continente americano, tenemos al Istmo de Tehuantepec, cuya posición estratégica había sido revelada ya desde los distantes años de la Colonia, como documentamos en el texto. Ya desde entonces había planes para desarrollar a México, no sólo a Oaxaca y a la región, desde el Istmo de Tehuantepec.
Los planes para desarrollar al país a partir de este punto neurálgico y estratégico continuaron con el gobierno independiente de México, en el siglo XIX, y con los gobiernos de la post revolución en el siglo XX, hasta llegar al Plan Puebla Panamá, con el gobierno panista. Ha llegado la hora de transitar de los planes sin planificación a los planes técnicos acompañados de voluntad política proactiva.
Así como en el Istmo, Oaxaca tiene riquezas naturales majestuosas en todas sus regiones, riquezas sub explotadas, por ejemplo, por un turismo de visión sexenal estrecha, que no atina a elaborar una política que dé continuidad y profundice las líneas de una política de Estado que aproveche las oportunidades que le ofrece la conjugación del binomio belleza natural con riqueza cultural impar.
En el libro también hacemos un análisis sobre el entorno nacional. No podemos dejar de observar que México vive un punto axial, determinante de su historia, luego de dos administraciones panistas cuyos resultados han estado muy lejos de las expectativas despertadas en la sociedad mexicana. No sólo no hemos avanzado, sino que en algunos rubros como desarrollo humano y abatimiento de la pobreza en términos absolutos, hemos descendido.
El desafío sigue siendo hoy cómo hacer más eficaz la participación estatal directa y cómo dar facilidades de generación de riqueza a la iniciativa privada y el capital social, los grandes fondos de pensiones de los trabajadores. Cómo hacer que la economía crezca sin sobresaltos y cómo hacer colectivo el disfrute de la riqueza producida. Hoy crecemos a un menor ritmo de cómo lo hacía México bajo la conducción de los gobiernos priistas.
Para colmo, hoy el país libra una absurda guerra interna contra el crimen organizado, que le disputa el control de plazas y la soberanía de calles en varias ciudades del país, tranquilas y prósperas hasta hace unos años. Un saldo de 50 mil muertes, la mayoría civiles inocentes, bajas colaterales, hablan de una decisión política bienintencionada, pero de una estrategia fallida.
Hoy el reto, tanto a nivel federal como en el orden estatal, es construir gobiernos eficientes, de resultados, con sociedades exigentes y participativas, ciudadanizadas. Sociedades que usen a plenitud las fórmulas consagradas de la democracia representativa y los mecanismos novedosos de la democracia directa.
Porque lo que hoy tenemos es una democracia ciudadana, con mecanismos eficaces de integración y renovación de los poderes, pero una democracia incapaz de resolver los problemas más apremiantes de la gente.
Por eso hemos dicho que las elecciones federales del 2012, cuyas precampañas presidenciales han iniciado ya, pero que también pondrán en juego la gobernabilidad de las dos cámaras del Congreso de la Unión, no son unas elecciones más, son una cita con la historia.
Del PRI sobre todo depende que se extiendan a 18 años, o que cesen ya, las administraciones de derecha que demostraron de sobra su ineficacia, pero que podrían capitalizar los errores políticos de la autosuficiencia y la soberbia de un partido con tendencia a su favor, pero que podría subestimar el impacto de las divisiones y las deserciones.
Hoy es preciso, hemos dicho, que a la indudable precandidatura fuerte, ya virtual candidatura de Enrique Peña Nieto, acompañen fórmulas igualmente fuertes y solventes al congreso federal, tanto a la cámara de Diputados como al Senado de la República.
Fórmulas que sumen no que resten.
Para Oaxaca en particular, que viene de sufrir una dolorosa derrota, es especialmente importante pulsar y privilegiar el mandato de las bases, para que el capital político que hoy tiene el PRI crezca en este proceso clave y no termine por extinguirse.
Ante la ausencia de un gobierno estatal priista, el CEN del PRI tiene una responsabilidad mayúscula de escuchar el sentir del priismo territorial para construir esas candidaturas fuertes y solventes, que sean activos y no pasivos del esfuerzo global para recuperar el gobierno federal. Candidaturas que fomenten la unidad, no profundicen la división y los enconos.
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