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Oaxaca, Oax., 8 de diciembre de 2011 (Quadratín).- Recibir u otorgar confianza es uno de los rasgos más reconocidos y apreciados en lo personal, profesional y hasta en lo sentimental. Es un privilegio tener la confianza y una prueba de lealtad en ambos sentidos, otorgarla.
Una de las instituciones más representativas de la confianza, de la modernidad y civilidad mexicana ha sido el Instituto Federal Electoral, organismo que para perjuicio de México ha ido a menos. Su reconocimiento social ha sido cuestionado cada vez más y avanza con paso, más que firme, hacia su desprestigio.
Su relevancia llegó a tal punto que la credencial de elector fue adoptada como el más común e importante documento de identidad personal. Hoy, la Secretaría de Gobernación cuestiona ese instrumento al pretender la expedición de otro, como único y verdadero.
Certidumbre, claridad y transparencia fueron atributos que el IFE construyó con mucho trabajo, pero sobre todo por la confianza que los mexicanos depositaron en esa institución.
Los mexicanos confiaron en el IFE, pero sus funcionarios se han encargado de conducirlo a un destino sin retorno, su incapacidad para ser el árbitro eficiente en la construcción de la democracia.
El IFE es una de las instituciones que poco a poco, aunque inexorablemente se han venido derrumbando. Hoy enfrenta uno de los mayores riesgos de su historia, el que inclusive antes de la contienda su intervención sea severamente cuestionada.
En el proceso de deterioro del país, la pérdida de institucionalidad, de respeto a instituciones es una constante que es causa y efecto de ingobernabilidad.
La armonía, la paz social, se construye con base en el derecho y en la institucionalidad. Ambas hoy sufren serios, constantes pero seguros cuestionamientos.
Paradójicamente uno de sus principales cuestionadores es el propio Presidente de la República.
Con el mismo ímpetu de cuándo lanzó su guerra contra el narcotráfico, Calderón abrió un frente de batalla contra el Poder Judicial, al que responsabilizó del grado de impunidad que hay en el país: No es que yo la traiga contra los jueces. Pero ya también empieza uno a cansarse, mano. Uno los agarra y los agarra y los agarra y los agarra (a los delincuentes), y los sacan y los sacan y los sacan, dijo en su más reciente crítica a juzgadores.
Desde 2008 se ha manifestado contra diversos fallos. En este 2011, al menos en cuatro ocasiones ha expresado su desacuerdo con la gran cantidad de liberaciones que se otorgan.
En el reciente mensaje por el quinto año de gobierno, Calderón aprovechó para criticar a quienes no han aprobado las reformas, sin referencias explícitas, pero en alusión a la oposición en el Congreso, dijo que es imperdonable que se le nieguen, que se le regateen a México las reformas estructurales en materia económica que tanto necesita el empleo de los mexicanos. Se requiere, dijo, una reforma laboral para acelerar la generación de empleos, y apremió a aprobar la reforma sobre asociaciones público-privadas para impulsar la inversión en infraestructura.
Sus lamentaciones se han dejado escuchar con frecuencia:nunca falta quien se niegue en los hechos a recorrer el camino que necesitamos, aun cuando, cuestionó, se dicen en favor de los cambios, pero aplican la mexicanísima del Son de La Negra: a todos diles que sí, pero no les digas cuándo.
Con la jerarquía eclesiástica, Felipe Calderón ha marcado una línea inquietante, muy delgada, con la iglesia católica, a consecuencia de su relación, cada vez más estrecha con la organización político-religiosa o religiosa parapolítica Casa sobre la Roca.
Esa relación no gusta a la jerarquía católica porque a veces no alcanza a entender las señales del presidente Calderón, quien se dice y reafirma católico dispuesto a recibir al papa Benedicto XVI en la próxima primavera y, al mismo tiempo, estrecha aún más sus lazos políticos con la ultraderecha neopentecostal representada en la Casa sobre la Roca, qué por cierto, tiene en el recién nombrado secretario de Gobierno de Segob, Obdulio Ávila, uno de sus más fieles seguidores.
Con los partidos políticos, ni que decir, su último encontronazo con el puntero priista deja entrever escenarios preocupantes y hasta neurálgicos, pues se ha encargado de imponer una visión inestable en el país por las narcoelecciones, narcodemocracia y hasta narcoestado.
No solo desde el ejecutivo ha habido críticas, sino cada uno, especialmente la clase gobernante con la impunidad, el desapego a la ley, vamos socavando la institucionalidad, desmantelando una a una, cada institución de la República que cohesionan y dan orden al país. Y así ha ocurrido con la Presidencia de la República, con la iglesia, con el poder judicial, con el legislativo, hasta que quedemos solo en manos del capital privados.