
Reforma de maíz transgénico: ¿camino a soberanía alimentaria de México?
¿Cuándo voy a aprender? La solución a todos los problemas de la vida no está en el fondo de una botella. ¡Está en la TV! (H.S.)
Oaxaca, Oax. 12 de septiembre de 2011 (Quadratín).- Caminaron cansados, unos con el rostro con más llagas de tristezas que hace un mes, dos semanas, 10 años, otros con emoción de ser parte de un movimiento, de salir en las primeras planas de los diarios, en las páginas de internet, de poder decirle a uno de esos mirones que tratan de capturar con sus cámaras, con el celular con esos ojos poco acostumbrados a tanta bulla, que abran espacio, que es el paso de la caravana.
Ahí se ve cómo iban llegando, entrando formalmente a un territorio vasto, hostil, multicolor y multi problemático, cobijados por las luces de los flashes de cámaras, cual estrellas de cine o políticos en campaña.
Sin importar la lluvia, que poéticamente se consideraba como el llanto de un país que sufre todos los días y que acompañó a la llamada Caravana Sur a su llegada a Huajuapan de León
Huajuapan de Nuyoó, como lo nombraron algunos de esos oradores de pacotilla.
Entre sonidos de ska, intermitentes cumbias y ritmos tan extravagantes que lo alternativo no alcanza a definirlo, un pequeño grupo de pueblerinos esperaban a su salvador, aquel señor de sombrero, chaleco y chamarra
de barba, lentes, que habla muy pausado y
sí, que sale en las noticias, en la tele.
Su nombre, Javier Sicilia, cuyo rostro todavía no aparece en camisetas. Poeta, ganador del premio de poesía Aguascalientes en 2009, y cuyo nombre se conoció cuando su hijo fue asesinado en Cuernavaca, Morelos, allá en los hogares de pocas personas sin dinero. Allá, donde él daba clases, allá, donde a su hijo lo amordazaron y lastimaron, lo torturaron, lo asesinaron, junto a seis personas más.
Allá fue donde comenzó a caminar, a sufrir y a exigir paz, a demandar un alto a tanta sangre, comenzó sin él pretenderlo a ser el estandarte, el líder, aquella persona a quién culpar, ese trampolín donde acusar, esa bandera que puede servir para escalar posiciones, para seguir lucrando con el llanto, con el dolor, para ser nada más que la sanguijuela que bebe sangre de aquellas almas perdidas en luchas sin sentido.
Nosotros que avanzamos a tientas / entre el cielo y la tierra, aterrados de muerte, así escribió él, como presagio de esta marcha, de esta caravana, de este recorrido, de este grito de ya basta.
Al hombre, poeta, esposo, padre, que perdió a un ser querido, lo mueve el dolor del país, pero lo impulsa la injusticia ante su hijo, le indigna la impotencia hacia las políticas de gobierno, y lo siguen mujeres y hombres que perdieron, que siguen buscando, que se aferran al dolor, que están al borde de llorar sangre, que ya no gritan porque han perdido los últimos que tenían.
Pero también lo siguen esos que desprecian todo aquel que piense contrario a ellos y todavía nos acusan de fascistas, sólo porque no usamos playeras del gran Ché, no nos dejamos rastas o porque simplemente nos bañamos todos los días, ¿acaso no terminan de comprender que todos somos un burdo cliché?
Una marcha de contrastes, un mar de tristezas y una moda que poco a poco se va perdiendo, que aunque sigue presente en la gran maestra de la vida –la televisión– los adeptos que recibe cada día, lo ven como una estrella más
A Sicilia, lo envuelve ya una burbuja mediática, que lo apretuja a tal grado que no ha podido vivir su duelo, llorar su pena, escribir su tristeza, recordar a su hijo.
El movimiento por la paz, ha caído en el mal del que tanto se quejan, se han vuelto plataforma política, se han acostumbrado a ser las víctimas, los de abajo, los caídos, los sumisos
los jodidos, donde todo queda en retórica, en discursos, en consignas en automático, con un no están solos. Donde no hay acción y lo que pudieran significar las marchas, las caravanas en cualquiera de los puntos cardinales, termina siendo un aparato mercadológico, para seguir viendo la televisión y enterarnos de los deslices extramaritales de conductores de esa caja negra
Javier Sicilia, pasó por Oaxaca a bordo de una camioneta verde, no lo frenaron militares, le hicieron una limpia en tierra sagrada, visitó presos y se tomó fotos, abrazó, besó y con la misma, siguió su paso. Dejó instantáneas, recuerdos, souvenirs y una charla para el café, porque ahorita Sicilia está inn
@argelrios