Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
Oaxaca, Oax. 21 de septiembre de 2010 (Quadratín).- Las expectativas de la sociedad para con la nueva administración del Gobierno del estado, que dará inicio protocolario con la ceremonia de toma de protesta a las 11 horas, del miércoles 1 de diciembre de este 2010, si bien es cierto, son muchas, y con justa y merecida razón, tampoco rayan en el exceso o en la fantasía de obras y acciones de gobierno, que sencillamente resulten inaplicables o imposibles de ejecutarse. La sociedad, en particular del estado de Oaxaca, ha llegado a un punto, además de incredulidad ante la clase política local, también de desencanto y decepción.
En los últimos dos sexenios, contando el que termina, la clase política, servidores públicos, representantes populares y burócratas, nada hicieron para contrarrestar la ya de por sí mala imagen de todo lo que oliera a gobierno.
Por el contrario, dilapidaron la poca credibilidad que aún conservaban algunos servidores públicos, y que en modo alguno era lo que sostenía la confianza de la sociedad hacia los gobernantes, abusaron en extremo de fueros y canonjías, metieron las manos en las arcas públicas hasta el hartazgo, se enriquecieron de manera por demás grotesca y aberrante.
Esto hace que la expectación de la gente, sobre lo que espera del nuevo régimen, se mantenga con los pies en la tierra, que no espera demasiado de un gobierno heredero de un sinfín de calamidades, de una administración endeudada hasta el cuello, de una degradación de la política, peor que las traiciones catilinarias, hace que la ciudadanía se mantenga atenta al actuar de sus servidores públicos para señalar cualquier acto contrario a la legalidad.
Pero no por ello, Gabino Cué y su equipo tendrán pretextos para justificar un tempranero fracaso o mal inicio de su administración, si bien el reto es enorme, también es grande la oportunidad de colocar los cimientos de un nuevo orden institucional y constitucional.
Lo urgente y prioritario es cuidar la gobernabilidad y asegurarnos de que el presente momento de entrega recepción, de alternancia y transición sean creíbles, para que puedan canalizar la inconformidad social, hacer posible un cambio de rumbo y logren que el nuevo gobierno arranque con una legitimidad plena que le permita soportar las cargas que heredará.
Es tan ardua y riesgosa la tarea que se tiene enfrente que habría que poner sobre la mesa la agenda y táctica para hacer un ejercicio de planeación estratégica, sin la cual, la inercia terminaría por no ser suficiente o incluso por arrollar al gobierno y a la sociedad.
Antes de quedar atrapados por una inercia viciosa que repita los antiguos usos políticos que dañen la gobernabilidad, valdría la pena hacer un ejercicio de planeación estratégica que ayude a realizar los únicos objetivos hoy posibles para el final de esta administración: evitar que la violencia y la inseguridad provoquen la inestabilidad política y económica antes del cambio de gobierno; y contribuir a que la próxima administración 2010-2016 sea la válvula para canalizar por la vía pacífica las inconformidades sociales y asegurar altos niveles de participación que legitimen al nuevo gobierno y a las instituciones del Estado.
La transición no es el cambio de un partido por otro, no es el fin de un sexenio y el comienzo de otro, no es cambiar a unos soberbios por otros, no es llevar la oficina del gobernador de nuevo al Palacio de Gobierno, la transición no empezó en la campaña y terminó en la jornada electoral, tampoco empieza el primero de diciembre de 2010 y termina el treinta de noviembre de 2016.
La transición es restaurar y fortalecer las instituciones del estado, es garantizar la justicia para todos y no para una camarilla, es aplicar como premisa fundamental para todo acto de gobierno el Estado de derecho, es terminar con la impunidad de un grupo privilegiado, es combatir y castigar la corrupción de funcionarios públicos y ciudadanos, es dejar atrás el estado represor y cambiarlo por un gobierno incluyente y de dialogo con las organizaciones sociales, es proponer los mecanismos necesarios para una eficiente participación de la sociedad que fortalezca la democracia, es abandonar las políticas clientelares del viejo régimen por la del respeto por los derechos fundamentales.
Es claro que la sociedad no espera milagros ni varitas mágicas, pero el apoyo mayoritario y directo que le dio al nuevo Gobierno, bien merece ser recompensado con resultados de fondo y con un cambio de actitud.