Dos meses de huelga, miles de asuntos pendientes
El Poder de la Comunidad
OAXACA, Oax., 29 de mayo de 2016.- El poder de la comunidad es el ejercicio de la voluntad general que surge de la Asamblea, esta voluntad no puede ser representada más que por sí misma, si en algunas ocasiones el ayuntamiento cree tener el poder, lo puede tener pero no tener la voluntad. Las voluntades particulares que existen en la comunidad, fiel a su naturaleza, tienden a los intereses particulares y crean las diferencias entre los individuos, por el contrario, la voluntad general que surge de la comunidad, operada por la Asamblea, tiende, por lo regular, a la igualdad. En la Asamblea es extraordinario observar la conjunción de los hombres iguales, lo contrario en las asambleas legislativas nacionales y estatales que se siente la transpiración de las jerarquías sociales.
Puede existir alguna diferencia entre la voluntad general de la comunidad y su expresión política que es la Asamblea, la voluntad general no se equivoca, la Asamblea sí; la voluntad general es siempre recta, la Asamblea se puede equivocar; la voluntad general tiene claro el rumbo de la comunidad, la Asamblea no siempre sabe a dónde va; la voluntad general es incorruptible, la Asamblea General puede engañar a la comunidad; la voluntad general es una sola voluntad, la Asamblea es la voluntad de todos, es la suma de las voluntades particulares.
Este es el cuarto elemento que define la vida comunitaria: la plena realización de la vida privada mediante la integración a la vida comunitaria. Al no existir la separación entre vida pública y vida privada, en la medida de que tampoco existe vida púbica, porque no existe un poder público. No hay ejercicio de poder público que posibilite la existencia de poder privado, por lo tanto, sólo existe un poder, el poder comunitario que lo constituyen los ciudadanos comunitarios. La vida privada será fortalecida en la medida de la fortaleza de la vida comunitaria.
De aquí que para la conservación de la vida, la comunidad garantiza la libertad del ciudadano comunitario, mediante el aseguramiento de sus medios de existencia, de otorgarle la garantía de la seguridad de su vida, de ofrecerle los medios indispensables de salud, educación, los servicios municipales como agua, recolección de basura, pavimentación, del cuidado del ejercicio de las religiones, de preponderancia la católica, de velar por el descanso de sus muertos, asimismo ofrecerle los medios, como la banda municipal, para la alegría de sus corazones o la tristeza en sus pérdidas de vidas.
La vida privada se define, no por la soledad de la existencia, sino por la desvinculación del ciudadano con el interés común que se le asignan a una burocracia o a la administración pública. En la comunidad la burocracia no existe, no hace falta, el ciudadano comunitario, mediante su acción cívica, en forma gratuita, realiza los servicios que necesita la comunidad. Como todos los servicios, incluyendo los de autoridad, son realizados por los ciudadanos, no requieren de la capacidad profesional, por ello, tampoco se desarrolla la burocracia.
La relación social comunitaria se realiza cara a cara, la comunicación se basa en la construcción y reproducción de la cosa pública que sea garantía de desarrollo del todo. El hombre privado es visto y valuado por su integración y voluntad con el todo. Las instituciones comunitarias o echas comunitarias como la unidad familiar, la familia ampliada, las costumbres, las tradiciones, la lengua, la historia local, la autoridad, los servicios, la escuela, la iglesia, los bienes colectivos, el tequio, los emigrantes, responden a la necesidad de que el hombre privado sea reconocido en plena libertad política.
La comunidad indígena en Oaxaca es por ello, plenamente política. Qué decir de una comunidad en que la mitad de sus ciudadanos está en servicio, tienen cargo, o en un tequio, toda la comunidad está actuando, los niños llevando agua a los ciudadanos y a las yuntas, las niñas ayudando a servir el almuerzo y comida, las mujeres cocinando, los hombres realizando la labor correspondiente, los ancianos ayudando a servir la comida y agua o dando de comer a los animales; el espíritu de la cooperación recorre en todo el acto del tequio.
La cooperación es una potencia de la comunidad, no es la simple suma de los cooperantes, es algo más. En palabras de Rousseau: “Los compromisos que nos ligan al cuerpo social sólo son obligatorios porque son mutuos, y su naturaleza es tal que, al cumplirlos, no se puede trabajar para los demás sin trabajar también para uno mismo” (Rousseau: 1993,p. 31).
Vivir en la comunidad es vivir en la cooperación constante, se coopera con los servicios, con el tequio, con la gozona, con la banda de música, con las festividades, con la religión, con las bodas, nacimientos y muertes, casi todo es cooperación, de tal suerte que la comunidad se puede definir como la asociación de los cooperantes.
La fuerza, la potencia que surge de la cooperación, se entiende como una expresión de la voluntad general. Así, esta es la expresión de todos convertido en una sola unidad, que es a la vez la fuerza de cada uno. No hay disolución de la persona en la unidad, ni esta unidad suplanta la individualidad de los ciudadanos comunitarios. Existe una igualdad de derechos y una noción de justicia como producto de la unidad, de aquí que en la asambleas la expresión “un hombre un voto” esté lejos de ser el principio en que se mueve la asamblea, por el contrario, el asentamiento, si se quiere la unanimidad, si se quiere expresar en números, es la regla de la asamblea, de aquí que normalmente no se vote, sino se aclama o el murmullo manda.
Otorgarle el máximo valor al voto individual (valor de suyo en el mundo occidentalizado) es ir en contra del principio unitario de la asamblea. Si hubiese algún nombramiento, no elección, es decir, las autoridades se nombran, no se eligen, por esa razón existe otra lógica del valor del voto.
El nombramiento es respaldado por toda una vida de servicio a la comunidad, del buen nombre logrado y del prestigio familiar, en esa medida, el asentamiento no es más que la valorización que la asamblea hace y no una competencia de individualidades, por eso tiene razón Rosanvallon: “No hay allí candidatos, ni papeletas, ni urnas, ni recuento de votos.
La elección se hace plebe praesent, es decir, en presencia del pueblo, con su aquiescencia, con su acuerdo. La elección es un ritual de comunión: expresa la confianza que la comunidad deposita en quien la conducirá”(Rosanvallon, Pierre: 2010, p. 43). Por eso el asentamiento por mormullo o por aclamación es la legalidad y legitimidad del acto. Cuando la asamblea tienda hacia algún interés particular pierde su naturaleza, podrá entonces pronunciarse sobre un hombre o sobre un hecho, pero como justicia y no como asamblea.