Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
MADRID, 24 de julio de 2016.- Natalia es ciega. “Al principio todo fue muy rápido y, prácticamente, no me dio tiempo para pensar. Cuando me quise dar cuenta, mi madre me había afiliado a la ONCE, y yo estaba inmersa en un aprendizaje que ocupaba todo mi tiempo: aprender a manejar un bastón, aprender braille, saber ‘escuchar’ una pared, manejar computadoras, habilidades domésticas”.
Para esta periodista, “fue más tarde, quizá un año después, cuando me di cuenta lo que había perdido: escuchaba la sonrisa de un bebé, pero no podía verlo; tocaba algo y no lo reconocía; viajaba y nada era lo mismo; caminaba por la calle y escuchaba la compasión de los que pasaban por mi lado”, confiesa.
“Perdí muchas amistades. Unas por mi culpa y otras por la de ellas, pero no les guardo rencor. Las que yo abandoné, fue por vergüenza, porque no quería que me vieran así. Y las que me dejaron, que fueron muy pocas, fue por falta de información y, puede que por vergüenza también”, dice.
Habla también de la familia. En el caso de Natalia, “con mucha sobreprotección al principio, y siempre esperando una cura, un milagro, un avance científico” que pudiera devolverle al menos parte de la visión perdida y retornar a la vida anterior.
“Mi madre fue un puntal. Nunca la vi flaquear, ni lamentarse, ni tirar la toalla, siempre me apoyó y jamás derramó una sola lágrima en mi presencia”. Pero no fue su única ayuda. “El otro gran apoyo fue mi marido. Reconozco que se mantuvo firme y, en muchas ocasiones, en un segundo plano. Nunca me dijo ‘no sé qué hacer o cómo hacerlo’ y fue el gran defensor de la frase ‘Natalia tiene que recuperar su independencia’”.
“La vida me ha enseñado a no hacer comparaciones, ni a envidiar. También a darle la vuelta a aquello que no me gusta para poder sobrellevarlo. Sobre todo, me ha enseñado que debo dar gracias por todo lo bueno que tengo. Y que se debe huir de aquellas personas que te absorben la energía”, afirma Natalia.
Otro ejemplo de superación ante la encrucijada de la vida es Mariano.
“Ese instante de quedarme ciego con 18 años fue un momento muy delicado, que yo defino como un terremoto personal en mi vida. Se te cae el mundo encima y me quedé encerrado en mi cuerpo literalmente. Te vuelves inútil en todo, pues no puedes hacer nada y ante esa situación me planteé o tirar hacia adelante o lo contrario y claro… pensé en el suicidio. Evidentemente no pasó de ahí y comencé a descubrir otras facetas de la vida, otros puntos de vista y por eso supuso para mí cambiar literalmente en todo”.
Mariano, escritor, periodista y ahora vendedor de la ONCE, experimentó un profundo cambio: “Mi persona se adaptó y hubo que ponerse a la tarea de rehabilitarme y, paso a paso, ir avanzando sobre todo en la autonomía, y seguir creciendo pero ya como una persona ciega, como una persona diferente.
Cuenta cómo reaccionó su entorno al perder la vista: “La clave es que me trataban como a un igual, sin compadecerme. Normalizar la situación fue muy importante, no protegiéndome mucho”.
Afirma Mariano que “mis apoyos fueron como las cuatro patas que sustentan mi vida. Por un lado la familia. También fueron muy importantes mis amigos y destaca la labor de la ONCE. Y el cuarto punto de apoyo que encontró es curioso y, para él, muy especial: “Mi guitarra. Me pasaba todo el día tocándola y por eso no pensaba en cosas peores, y me tenía entretenido y activo. Justamente aprendí a tocarla unos años antes. Unos años después, la guitarra sí me valía para, en el trance de la ceguera, no caer en la depresión”.
La ceguera le ha servido para algo que muchas personas que ven son incapaces de hacer. “Me permite descubrir a las personas. La ceguera me ha ayudado a no tener vergüenza y a relacionarme con quien sea; y esto me ha llevado a conocer a gentes fantásticas y peculiares”.
Este bloguero, que muestra su especial manera de ver la vida desde el blog Invidente pero visible, se confiesa “muy positivo ante la vida, pues creo que todo tiene dos caras y, según lo enfoques, puedes ver la positiva o la negativa”.
La vida nos enfrenta a muchos retos. En el caso Natalia y Mariano se puede ver que la fuerza de voluntad, el optimismo, el apoyo de los demás son claves para levantar esa viga que puede ponerse delante.