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MORELIA, Mich., 1 de octubre de 2018.- Si el francés Augusto Rodin estuviera vivo, el museo Soumaya sería una escultura más de su vasta colección.
Sin duda alguna, sería una pieza de arte, de esas que adquieren anatomía propia, se agrandan y terminan por vivir independientes.
La estructura rompió todos los paradigmas arquitectónicos desde su creación en 2011.
Supone un parteaguas en la era moderna de Ciudad de México. Representa la vanguardia del arte.
Como toda obra asimétrica, su diseño recae en una subjetividad de lo que el visitante quiera percibir.
Hay quienes comparan el edificio con un reloj de arena invertido, otros lo asemejan a un moderno Taj Majal y lo más imaginarios dicen que la estructura se parece a un panal de abejas.
Sea cual sea la interpretación, lo cierto es que Soumaya se erige como una verdadera joya, en el centro de la Plaza Carso, en Polanco, una de las colonias más prominentes de CDMX. Pararse en frente del museo en alguno de los cuatro costados sumerge a cualquiera en un estado de asombro.
El amasijo brillante y plateado, que pareciera alcanzar las nubes, impresiona a simple vista.
De hecho, en las inmediaciones hay bancas de esas que están dentro de las salas de exhibición de cualquier museo, usadas para dejar perder la vista en cualquier obra de arte.
Sentarse en alguna e intentar responder la pregunta ¿cómo lograron construir el edificio?, seguramente es un acto que hará más de una de las cerca de 2 millones de personas que lo visitan cada año.
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