Aunque lo nieguen, sí hay terrorismo
CIUDAD DE MÉXICO, 25 de junio de 2019.- Apenas arrancó la contienda por la renovación de la nueva dirigencia nacional del PRI y una mayoría de gobernadores y dirigentes estatales a los que consultamos coinciden en un punto clave; que el gobierno de López Obrador sí le hará la campaña al PRI.
¿Por qué?
Porque de los muchos aspirantes a la presidencia del viejo partido tricolor resultará ganador aquel que sea capaz de capitalizar el populismo y la destrucción institucional emprendida por el locuaz gobierno de Obrador.
Y es que, como todos saben, el presidente regala todas las mañanas verdaderas perlas para el lucimiento de adversarios y malquerientes; como los escandalosos niveles de violencia, la destrucción institucional, la recesión económica, la pérdida de empleo y el fracaso en los principales proyectos del nuevo sexenio.
Es decir, contrario a lo que muchos críticos del puntero en la contienda priista especulan, lo cierto es que el nuevo jefe nacional del PRI sí saldrá de aquel aspirante que confronte, de manera clara y programática, el proyecto fallido del gobierno de López Obrador.
Y si los opositores al nuevo gobierno no se han percatado, resultan verdaderos bombones –para cualquier campaña–, los escandalosos fracasos y las ridículas contradicciones del presidente Obrador; fracasos como no bajar el precio de las gasolinas, la destrucción de guarderías, la fea y nada digna sumisión del presidente mexicano al sátrapa Trump, el abandono de todo el sistema de salud pública del país –para regalar dinero a migrantes y gobiernos de Centroamérica–, y la costosa muerte del NAIM, por citar algunos casos.
Curiosamente, hasta hoy el candidato a la dirigencia del PRI que con mayor claridad utiliza “las suculentas viandas que López Obrador sirve todas las mañanas en charola de plata” a sus opositores, es el gobernador de Campeche, con licencia, Alejandro Moreno, motejado como Alíto.
Como saben, Alíto es uno de los más activos candidatos a la dirigencia del PRI. Pero, al mismo tiempo –y acaso por ello–, es acusado de ser responsable de todo tipo de trampas y triquiñuelas en la contienda por la jefatura del viejo partido.
Más aún al gobernador de Campeche, con licencia, lo ha acusado de comprar a medios y opinantes pero, sobre todo, de una supuesta alianza con el propio presidente López Obrado.
¿Qué habrían negociado ¡Alito y el Presidente Obrador?
Nadie lo sabe porque es una mera especulación. Lo que si se sabe es que los gobernadores de todos los partidos y todos los signos –incluidos los del PRI–, parecen obligados a negociar y hacer política con el presidente y su gobierno. Pero esa es una relación de supervivencia elemental. Otra cosa es la oposición partidista y la oposición real.
Y es que si el PRI no tiene capacidad de negociar, contener y bloquear las iniciativas perniciosas del gobierno de AMLO, desde su dirigencia nacional –por un lado–, y si no sabe usar a su favor los tropiezos y las ruinas que va dejando Obrador por todo el país, entonces nada tendrá que hacer en las elecciones intermedias de 2021, sea para pelear gobiernos estatales, sea en la Cámara de Diputados.
Peor aún, la turbulenta renuncia a la contienda y al propio partido, de uno de los más fuertes contendientes –el doctor José Narro–, se acredita al activismo y a la supuesta mano negra de Alito en el Padrón de Militantes.
Aquí no sabemos si el gobernador de Campeche, con licencia, hizo trampa o si juega con dados cargados. Lo que si sabemos, sin embargo, es que para contrarrestar las supuestas trampas y para impugnar una elección irregular –como la que denunció Narro–, existe todo un andamiaje electoral probadamente eficaz, que incluye instancias de notable credibilidad para anular una elección tramposa y para castigar a un candidato mañoso.
Por eso, frente a una supuesta ilegalidad como la denunciada por Narro, en la contienda interna del PRI, el ex rector se pudo haber convertido en el emblema del nuevo PRI, en el cruzado contra las trampas y en aquel que pone el ejemplo de la confianza en los procesos electorales y en las instituciones para denunciar, probar y castigar la supuesta “mano negra” de Obrador en el PRI.
¿Qué significa que José Narro, el ex rector de la UNAM haya decidido patear la mesa, abandonar el juego y no acudir a las instancias electorales que protegen a militantes y candidatos? ¿Ya no cree Narro en las instituciones? ¿Será que Narro patea la mesa y tira el juego, con el mensaje infantil de que si no gano, todos pierden?
Narro dejó claro que no era el indicado para dirigir a un partido que debe contrastar lo viejo de Morena y de su gobierno con lo nuevo que se supone ofrecerá el PRI.
Al tiempo.