Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 22 de septiembre de 2019.- En las más recientes dos semanas se han difundido tres entrevistas relevantes a otros tantos políticos, intelectuales y expertos que me permito referir dados sus valiosos contenidos.
Se trata de Felipe González, exjefe del gobierno español; Boaventura de Souza, sociólogo portugués, y Daniel Zovatto, argentino y analista internacional.
Para González, el capitalismo liberal triunfante después de la Guerra Fría se está devorando a sí mismo.
Su principal problema global es la anomia o falta de reglas en la vida pública y la reaparición de la guerra fría, ahora entre Estados Unidos y China, con implicaciones múltiples.
No solo prevalece la anomia sino la imposición de voluntades de poder sin regulación ni controles.
Los líderes políticos globales hacen más o menos lo que prefieren sin equilibrio alguno en el entorno internacional. Esto es grave.
A ello se suma el fenómeno riesgoso de las súper tecnologías y los macrodatos, cuyo manejo corporativo invade la intimidad personal y nos deja a disposición de actores igualmente desregulados.
Es evidente, subraya González, la fuerte contradicción entre Derecho y Democracia pues en nombre de esta aquél es con frecuencia desconocido y relevado mediante prácticas y reglas más convenientes al poder disruptivo.
A ello se agrega el acecho de expresiones populistas radicales de izquierda y derecha en Europa y América, que suelen incurrir en aquellas prácticas en busca de establecer desplazar a las elites del poder para establecer nuevas hegemonías.
Para De Souza, el principal desafío del momento en México y América Latina es la recuperación y triunfo perdurable de las izquierdas, lo cual pasa por la superación de sus divisiones internas.
En referencia a México, considera que López Obrador y Morena significan la esperanza no solo de este país sino del subcontinente en un entorno complejo.
Complejo hacia adentro de México dada la degradación notoria de la vida pública.
La lucha de las izquierdas unidas debe ser anticapitalista, anticolonialista y antipatriarcal a efecto de fundar un nuevo orden social y cultural con apoyo en las fuentes y las fuerzas indígenas, afrodescendientes y populares.
El entorno externo se tornó más complejo aún después de las derrotas izquierdistas en Brasil, Argentina (y Ecuador), precedidas por los golpes de estado suaves en Honduras y Paraguay.
El momento para las izquierdas, acota el portugués, no es propicio, pese a la crisis del capitalismo liberal, porque se terminó el boom de las importaciones chinas a los productos comerciales latinoamericanos y escasean los recursos para emprender grandes proyectos políticos.
Según Zovatto, la región latinoamericana atraviesa por una coyuntura difícil y ambigua con serios riesgos para la democracia.
Por una parte, el contexto político es de fragmentación, polarización y tendencias populistas.
Por la otra, las tasas de crecimiento promedio en el subcontinente son y serán bajas, las expectativas altas y el desempeño de los gobiernos, como el del mexicano López Obrador o el del colombiano Iván Duque, bastante complicado.
La confianza en la democracia continúa por debajo del 50 por ciento y en algunos países es inferior al 20%, según el Latinobarómetro.
De acuerdo con la Unidad de Inteligencia de El Economista, solo Costa Rica y Uruguay se mantienen como democracias de calidad.
México y la mayoría de los países de la región se ubican en la categoría de democracias híbridas o semi autoritarias. Bolivia, El Salvador, Guatemala, Honduras y Venezuela son consideradas democracias fallidas.
Los tres países que integran el Triángulo Norte de Centroamérica continúan con tasas de inseguridad, violencia, crimen demasiado elevadas.
Estimo que ante esos escenarios global, regionales y nacionales tan poco halagüeños debemos reforzar el compromiso con la democracia, los derechos, el desarrollo sostenible con equidad y el estado de Derecho social y culturalmente sensible y responsable.
Cada quien debe hacerse cargo de sus esferas de acción–personal, de amigos, familias, de organizaciones, ante la sociedad, el Estado y la comunidad internacional– bajo criterios éticos, nutricios y solidarios.
Solo una revolución de las conciencias y la efectiva participación social y política en los asuntos de la vida pública –véase el ejemplo de los jóvenes ecologistas de todo el planeta- -podrá modificar, así sea de manera gradual, las circunstancias desfavorables que bien describen Gonzalez, De Santos y Zovatto.