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OAXACA, Oax., 2 de noviembre de 2019.- El Día de Muertos es una tradición muy arraigada en el pueblo mexicano. Es una costumbre única en el mundo y muestra la visión de México al respecto de la vida y muerte.
Películas como ‘Spectre’ (2015) y Coco (2017) han creado una exposición mundial de las fiestas de Todos Santos, dando una bella perspectiva de la tradición, aunque un tanto incompleta.
Y es que el Día de Muertos no es solo poner un altar con flores y ofrenda, sino que conlleva una gran cantidad de detalles y pasos que varían un poco de región en región.
Es importante señalar que la tradición de Día de Muertos es previa a la llegada de los españoles al continente americano.
Los pueblos indígenas consideraban que al morir comenzaba un viaje hacia el Mictlán, o inframundo.
El viaje duraba cuatro días y al llegar ante Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, el fallecido era enviado a una de nueve regiones donde estaría a prueba 4 años antes de llegar al último piso y disfrutar de su eterno reposo.
El festival prehispánico que se convirtió en el Día de Muertos se realizaba durante el noveno mes del calendario solar mexicano.
Los indígenas consideraban que el lugar de prueba del alma del muerto estaba determinado por el tipo de muerte que había tenido, de esta manera, las almas de los que morían en el agua iban al Tlalocan, reino de Tláloc, dios de la lluvia; los muertos en combate, los cautivos sacrificados y las mujeres muertas durante al parto llegaban al Omeyocan, paraíso presidido por Huitzilopochtli, el dios de la guerra.
Los niños muertos iban a un lugar llamado Chichihuacuauhco, donde se encontraba un árbol de cuyas ramas goteaba leche para que se alimentaran, mientras que el Mictlán estaba destinado para quienes morían de muerte natural.
El camino al Mictlán
Primer nivel, Chiconahuapan, también llamado Itzcuintlan o Lugar de Perros. Estaba a la orilla de un caudaloso río, que el muerto debía atravesar con la ayuda de un xoloitzcuintle de color pardo. Era muy importante no llevar un perrito de color negro o blanco porque se negarían a realizar el cruce. El primero porque al ser oscuro se consideraría inútil para la tarea ya que no podría ser visto en la penumbra, y el blanco se negaría a ensuciar su pulcro pelaje.
Segundo nivel, Tepectli Monamictlan, el Lugar de los Cerros que se Juntan. Se cuenta que dos cerros se abrían y se cerraban chocando entre sí constantemente, los muertos debían buscar el momento oportuno para cruzar sin ser triturados.
Tercer nivel, Iztepetl. Aquí había un cerro cubierto de pedernales muy filosos, que desgarraban los cadáveres de los muertos al escalar.
Cuarto nivel, Itzehecayan. El Lugar del Viento de Obsidiana era una sierra llena de hielo y piedras filosos, en donde siempre caía nieve.
Quinto nivel, Paniecatacoyan. El Lugar donde la Gente Vuela y se Voltea como Banderas, se ubicaba al pie del Itzehecayan y el muerto quedaba a merced de los vientos que los llevaban al siguiente nivel.
Sexto nivel, Timiminaloayan. El Lugar donde la Gente es Flechada, era un sendero donde manos invisibles disparaban saetas a los muertos, acribillando a los muertos. Estas flechas eran las perdidas durante las batallas.
Séptimo nivel, Teocoyohuehualoyan. En este sitio los jaguares devoraban el pecho del muerto para comerse su corazón.
Octavo nivel, Izmictlan Apochcalolca. En la Laguna de Aguas Negras, el cuerpo del muerto se terminaba de descarnar y su alma era liberada del cuerpo.
Noveno nivel, Chicunamictlan. Aquí el muerto debía atravesar las nueve aguas de Chiconauhhapan y su alma sería liberada completamente de los padecimientos del cuerpo, por Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl.
Día de Muertos actual
Después de la Conquista y evangelización de los pueblos indígenas, la tradición de Día de Muertos incorporó elementos del cristianismo, por lo que no es raro encontrar imágenes de santos en los altares.
La fecha señalada por la Iglesia Católica para celebrar la tradición que coincidiera con Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, fue del 31 de octubre al 2 de noviembre.
Sin embargo, la tradición de Día de Muertos consiguió rescatar elementos prehispánicos y en muchas regiones el altar se coloca desde algunos días antes, ya que la llegada de las almas se hace en forma ordenada.
El 28 de octubre llegan los muertos asesinados con violencia; el 30 de octubre es dedicado a los niños que murieron sin haber sido bautizados, el 31, a los niños pequeños, ya bautizados, y el 1 de noviembre es la celebración de todos aquellos que llevaron una vida ejemplar, por ese este día se conoce como día de Todos los Santos. El día 2 de noviembre es llamado Día de los Muertos y se considera que todas las almas llegan este día.
Algo muy importante en la tradición es que se considera que el alma del fallecido llega a convivir con la familia y a disfrutar de su ofrenda, por lo que hay familias que acuden a los cementerios a platicar o a beber con sus seres queridos ya difuntos.
Otras familias, se contentan con presentar su ofrenda y fotos de sus seres queridos, ofrendándoles sus comidas, bebidas y dulces favoritos.
Hay personas que, aunque no creen en la existencia de las almas, o de la posibilidad de que el ánima de un fallecido se aparezca en el plano real, aun así ponen su altar de acuerdo con la tradición heredada por generaciones.
Los altares y la belleza de la pluriculturalidad
Uno de los aspectos más bellos de la tradición es la diferencia de los altares entre una región y otra, incluso de una familia a otra.
Aunque hay algunas reglas no escritas como el uso de cempasúchil o flor de muerto, el uso de arcos, escalones y ofrendas varía de acuerdo con el gusto y posibilidades de cada hogar.
Tradicionalmente, el altar se coloca sobre una mesa, cuyos niveles representan los estratos de la existencia. Hay altares de dos niveles, que representan el cielo y la tierra; de tres, que añaden al purgatorio, o de siete niveles, que representan los pasos necesarios para llegar al cielo y así poder conseguir el reposo eterno.
En el primer escalón va colocada la imagen de un santo del cual se sea devoto. El segundo se destina a las ánimas del purgatorio; es útil porque por medio de él el alma del difunto obtiene el permiso para salir de ese lugar en caso de encontrarse ahí. En el tercer escalón se coloca la sal, que simboliza la purificación del espíritu para los niños del purgatorio. En el cuarto, el personaje principal es otro elemento central de la festividad del Día de Muertos: el pan, que se ofrece como alimento a las ánimas que por ahí transitan. En el quinto se coloca el alimento y las frutas preferidas del difunto. En el sexto escalón se ponen las fotografías de las personas ya fallecidas y a las cuales se recuerda por medio del altar. Por último, en el séptimo escalón se coloca una cruz formada por semillas o frutas, como el tejocote y la lima.
Esta variedad de altares es tan vistosa que en la gran mayoría de municipios mexicanos se realizan concursos de altares entre escuelas o particulares, lo cual lejos de frivolizar la tradición, contribuye a que más gente se acerque a la fiesta de los muertos.
Un tradición que nos define
Sea cual sea la forma que se le dé al altar, los niveles, las ofrendas o incluso los motivos que conllevan a la construcción del altar, el Día de Muertos es la tradición más significativa del pueblo mexicano, que muestra ante el mundo nuestra particular concepción de la muerte, ya que entre los festejos también se encuentran las famosas calaveritas, que son rimas pícaras aludiendo a la muerte de un personaje famoso, o bien entre amigos.
El arte mexicano también está plagado de alusiones a la muerte o a los festejos del Día de Muertos, como se puede observar en obras como las de José Guadalupe Posada, creador de la figura icónica de la fiesta: La Catrina, llamada originalmente la Calavera Garbancera.
Quizás ese continúo respeto, homenaje y humor hacia la muerte nos ha hecho acreedores a una personalidad jovial bastante reconocida alrededor del mundo, debido a nuestras ganas de disfrutar de la vida y de las maravillas que nos ofrece en el día a día.
Asimismo, nuestra comida es aclamada como de las mejores a nivel mundial, y ¿cómo no? Si la preparamos con tanto amor y esmero que hasta muertos regresamos cada año a disfrutarla en el altar de nuestra familia.
Y para los muertos que no tienen quién les ponga altar, el pueblo mexicano es tan solidario que en el altar familiar siempre se pone ofrenda de más y se invita aquellas almas que no tienen dónde llegar, a disfrutar de unos tamales, chocolate y pan casero.
Fuente:
El Aleph