Día 24. Claudia: forjar su hegemonía, no la de AMLO
OAXACA, Oax., 25 de agosto de 2020.- En lo que representa una nueva oportunidad para el Partido Demócrata de ganar la Presidencia de los Estados Unidos y poner fin al mandato de desaciertos del actual presidente Donald Trump, Joe Biden, quien fuera vicepresidente de Barack Obama, aceptó el jueves pasado la nominación presidencial en una histórica convención virtual. Biden se dirigió a los miembros de su partido desde su estado de residencia, Delaware. En su discurso, que se ha registrado como el más breve de un candidato demócrata, se refirió al principal problema de su país: el desmedido aumento de casos por Covid-19. Las cifras son alarmantes. En ocho meses el virus ha causado más de 174 mil muertes y casi 5 millones 600 mil contagios en la potencia occidental.
Su discurso fue emotivo. Señaló que su campaña no se trata de ganar votos, sino de ganar el corazón y el alma de América. La idea fuerza que predominó es que en la boleta está en juego mucho más que cuatro años de gobierno. Está en juego el “carácter y la decencia”. Biden dejó en claro a sus adversarios que los días de coquetear con una dictadura se van a acabar cuando él asuma el cargo, en franca alusión al estilo personal de gobernar de Trump. El cierre fue contundente: el candidato demócrata dijo que el fin de la era de oscuridad que ha asolado a los Estados Unidos empieza ahora. A tres meses de las elecciones presidenciales y con un panorama desolador por la pandemia, Biden elaboró un discurso optimista y esperanzador, dirigido a quienes han dejado de creer en la democracia en un país que se preciaba de ser su defensor a nivel internacional.
Como todo candidato, Biden tiene pros y contras que pesan en medio de una elección atípica, con un creciente descontento en sectores de la población históricamente desfavorecidos, pero también con una masa de jóvenes electores que evalúa sus opciones antes de identificarse como demócrata o republicano. En otras palabras, Biden arriba al escenario en un contexto de alta polarización social, en el que el peso de la identidad partidista se disuelve. A su favor, es innegable que el ex VP tiene su experiencia en puestos públicos, los ocho años que acompañó el mandato de Obama y 36 años como senador por Delaware; recordemos que en nuestro vecino del norte hay una tradición de reelección legislativa. Así, Biden proyecta una imagen de estabilidad en tiempos de crisis, frente a quien de hecho es un outsider de la política: Trump.
Para Biden la principal ventaja es, sin duda, el desaseado manejo de la pandemia. Con una tendencia que acercará a Estados Unidos a los 200 mil muertos el día de la elección, y en la que la falta de responsabilidad de la administración de Trump es notoria. Como varios líderes populistas alrededor del mundo, Trump desestimó los alcances del virus. Se rehusó a usar cubrebocas hasta muy instalada la pandemia y en más de una ocasión respondió con disparates a las preguntas de la prensa. Por su gravedad, destacan sus cuestionamientos a la responsable en jefe de la estrategia respecto a si era posible inyectarse desinfectante de superficies a los infectados. Una declaración carente de valor científico y riesgosa en boca de un presidente. Sin estrategia de confinamiento general, Estados Unidos es hoy el país con más fallecimientos por Covid 19 en el mundo. En otras palabras, a Biden le favorecerá el potencial voto de castigo de los electores a la administración actual.
Por otra parte, su principal desventaja es su falta de desenvolvimiento público. Biden no es Obama. No tiene las habilidades en oratoria y discurso que tiene y demostró el primer presidente afroamericano en la historia. Mientras que la comunicación a través de los medios de comunicación no es su fortaleza, hay quienes opinan que su campaña de tierra y cercanía con la gente sí lo es. En opinión de Robert Shapiro, profesor de la Universidad de Columbia: “La otra ventaja de Biden, en comparación con las elecciones de 2016, es que él no es Hillary Clinton”. Aunque sus discursos puedan ser poco efectivos —cuestión que por otra parte puede mejorar con la ayuda del marketing político— Biden es percibido como un político más cercano al estadounidense común, especialmente a quienes se emplean en el sector obrero, en el que su padre trabajó.
Es muy probable que el tono de las críticas de los republicanos, sobre todo los fervientes seguidores de Trump, tenga que ver con la edad del demócrata. Si llega a ganar la presidencia, sería el presidente más longevo en la historia del país con 78 años. Este hecho es destacado a menudo como una debilidad frente a la agenda de pendientes y riesgos de Estados Unidos, pero lo cierto es que Trump no está muy lejos de esa edad, y que una persona experimentada es una ventaja frente a alguien que debe pasar por la curva de aprendizaje de llegar a un puesto que solo se imaginaba. Justamente, la historia de Trump se ha caracterizado por tomar decisiones temperamentales y sin escuchar a los expertos, como lo ha señalado su ex asesor en seguridad nacional John Bolton.
Frente al panorama de confrontación política que pone en riesgo la viabilidad de Estados Unidos ya no solo en su idea de nación, sino como líder internacional del mundo libre, la figura de Biden se aquilata. Además, en su nominación es crucial la elección de su compañera de fórmula, Kamala Harris, quien se desempeñaba como senadora por California y hace historia al ser la primera mujer afroamericana en competir en la boleta. Hija de inmigrantes, Harris proviene de la cultura del esfuerzo y a sus 55 años es una potencial contendiente presidencial para el periodo 2024-2028. No solo es un guiño al electorado afroamericano, también es una elección estratégica para tener a su lado a una servidora pública probada, que ha sido fiscal del estado de California y que destaca por su agudeza y fuerza de discurso.
La agenda política de los Estados Unidos será intensa en las próximas semanas. De entrada, esta semana se llevará a cabo la Convención Nacional Republicana para nominar oficialmente a Donald Trump como presidente y a Mike Pence como vicepresidente. Con todas las medidas sanitarias se espera que Biden y Trump emprendan actos de campaña en diferentes estados. El primer debate presidencial está previsto para el 29 de septiembre. Este evento es relevante toda vez que Estados Unidos es el país pionero en la realización de debates presidenciales televisados, que se remontan al de Nixon-Kennedy en 1960. A diferencia de aquel momento de irrupción paulatina de los medios masivos, hoy las arenas digitales marcarán el ritmo de una contienda que se antoja muy intensa. Tal vez la mejor manera de resumirla es con una línea del discurso de Biden: “una batalla entre la luz y la oscuridad”.
@pacoangelm