Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 5 de octubre de 2020.- Con frecuencia nos autoconsolamos diciéndonos que lo que pasó en Venezuela NO puede pasar aquí. Ya no estoy seguro.
La imagen es reveladora. Igual que la respuesta inmediata al reto de Andrés Manuel López Obrador desde Palacio Nacional el martes: “A la primera manifestación de 100 mil personas en mi contra, me voy a Palenque”.
Pasaron solamente una horas para organizar el repúdio, la protesta, y exigir el cumplimiento del compromiso de retirarse prematuramente de la presidencia de la República, sin siquiera esperar la consulta de revocación de mandato.
De igual forma, antes de terminar la semana exhibió un grado inédito de soberbia en su gira por Ciudad Juárez, Chihuahua. Despreció a la autoridad estatal e ignoró al gobernador Javier Corral Jurado, quien recibió una muestra solidaria de sus homólogos agrupados en la Alianza Federalista.
Y en estos días sometió a sus caprichos a la Suprema Corte de Justicia al imponer una consulta ciudadana para enjuiciar a ex presidentes, totalmente inconstitucional.
En resumen, este podría ser el último capítulo que llevó al periódico británico Financial Times a calificar a López Obrador como “La nueva figura del autoritarismo en América Latina”, porque “acumula cada vez más poder en sus manos, concentra las grandes decisiones y cuestiona a todos los que lo critican”.
López Obrador ama que lo amen.
No lo cambia por el respeto que da la sabiduría, aunque tarde en dar frutos mientras transitas un penoso camino, regularmente impopular, a costa de privilegiar la solidez del resultado.
Cuando amas que te amen no soportas los cuestionamientos y mucho menos las dudas de un proyecto moldeado con barros frágiles, anacrónicos, ‘demodé’.
Es la psique de los demagogos que atacan a sus críticos con términos severos y provocadores, tratándolos como enemigos, como elementos subversivos, incluso como delincuentes.
Esa actitud avalaron seis ministros de la Suprema Corte de Justicia encabezados por Arturo Zaldívar Lelo de Larrea al someterse a la estrategia mediática de Andrés Manuel para mantener hasta las elecciones del 2021 el linchamiento a los ex presidentes.
La pregunta rediseñada en la sesión del jueves no tiene la menor importancia, el gobierno federal se encargará de convertir la inconstitucional pregunta en fuego inquisitorial y revanchista.
El reto que vimos el martes en Palacio, donde el presidente dudaba de la convocatoria de sus opositores para reunir cien mil manifestantes, recibió un cubetazo de agua fría el sábado. Pero lo que estamos presenciando puede derivar en una confrontación nacional sin precedentes.
La rápida movilización tocó fibras nerviosas inesperadas. El Secretario de Gobierno de Claudia Sheinmabum Pardo, Alfonso Suárez del Real trató de atenuar el impacto al cuantificar la ridícula cifra de 8 mil asistentes, lo que provocó que el gobierno federal hablara de 18 mil como un número más creíble, mientras los organizadores calcularon más de 150 mil.
Un viejo experto en estas estimaciones que ha cuadriculado decenas de manifestaciones en el Zócalo, desde tiempos de José López Portillo, asegura que, hombro con hombro, se necesitan 320 mil personas para atiborrar la plancha.
Ahora con las condiciones de sana distancia y el flujo en calles aledañas, la convocatoria de ayer de diversos contingentes, entre ellos el más destacado del Frente Nacional Anti AMLO, Gilberto Lozano, para este experto sin lugar a dudas rebasaron los 100 mil asistentes.
Lo sorpresivo fue el despertar casi como el “minuto heroico”. Así le llama una corriente del cristianismo al propósito de levantarse por la mañana en el primer minuto programado, un gran esfuerzo que se toma como ofrenda de sacrificio, en este caso de indignación por lo que está pasando en la conducción del país.
Los vientos de confrontación nacional hinchan las velas de la resistencia ¿que sigue? ¿un gran boicot a impuestos? ¿una posición más radical de la Alianza Federalista de gobernadores? ¿rebeldía en pago de servicios como agua, luz, predial? ¿marcaje personal a donde vaya?
Con frecuencia nos autoconsolamos diciéndonos que lo que pasó en Venezuela NO puede pasar aquí. Ya no estoy seguro.