Revisitar al pasado
CIUDAD DE MÉXICO, 2 de mayo de 2021.- El 26 de abril, el presidente López Obrador realizó un ejercicio inédito, en el que dejó fluir todos sus odios y rencores, respecto a los “intelectuales de renombre” que han estado a su favor y los “intelectuales orgánicos” que están en contra.
Contó cerca de 10, como los “consecuentes”, que lo han apoyado. Todos los demás “controlaban los micrófonos”, según la percepción de López Obrador. Miles de mexicanos observaron, atónitos, este espectáculo satírico de un hombre resentido.
Fue lastimosa la exhibición. Dejó ver la orfandad política en que se encuentra el actual Presidente de la República. No hay un solo ideólogo de valor, de peso y de respeto que pueda defender sus posturas. Todo su mandato está en tela de juicio.
En los días posteriores, se fue de frente contra el Instituto Nacional Electoral (INE) y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) a los que llamó “enemigos de la democracia”. Esto, a tan sólo 4 semanas de las elecciones.
Insistimos, López Obrador se dibujó a sí mismo, en la orfandad política, en el aislamiento ideológico. Las mentes lúcidas ya no le acompañan. Nadie le cree. Baste leer lo que dice de él Roger Bartra en su libro: Regreso a la Jaula. Es demoledor.
Quiso convertirse nuevamente en víctima, pero sólo exhibió su profunda inconsistencia y debilidad política. Es el hombre que cree que puede cambiar la constitución a través de artículos transitorios.
Las elecciones ya están viciadas y desequilibradas
Sin rubor alguno, sin vergüenza, colocó públicamente las trincheras: los que están a favor y los que están en contra, en medio del regodeo de los ideólogos “agraciados”, tocados por el dedo divino de un mandatario que divide, divide, divide.
Insano ejercicio. Demencial. Exaltador de odios y rencores. Hoy, por obra y gracia de Andrés Manuel López Obrador, las elecciones del 6 de junio ya están viciadas y totalmente desequilibradas. Ya el Ejecutivo Federal puso todo a favor del partido de Estado: Morena.
Son pocos los intelectuales de nivel que le apoyan. A la luz de los hechos, López Obrador ha abdicado hasta de sus propias palabras. Nada de lo que hoy hace o dice, coincide con algunas de sus principales piezas discursivas como opositor del régimen.
Se ha convertido en el gran inquisidor. Hace juicios sumarios, públicos. Ha convertido incluso el ejercicio de la justicia en un acto grotesco, sardónico, que se imparte desde Palacio Nacional. No busca el combate a la corrupción, sólo la liquidación del enemigo.
Los casos Cabeza de Vaca y Saúl Huerta así lo demuestran. Al primero se le retiró el fuero de manera fulminante. Al segundo, se le postergó la resolución hasta septiembre, después de las elecciones, pese a las evidencias de pederastia y abuso sexual contra un menor.
Insistimos, el mandatario ensució ya gravemente los comicios del 6 de junio y por la peor de las razones: escenificó todo un sainete, para defender a uno de los sujetos más impresentables del país, Félix Salgado Macedonio.
Ese que hoy dice, luego de darle la vuelta al fallo del INE y TEPJ, que con la candidatura de su hija “se los va a chingar”. Y resulta que sobre este hombre no sólo hay una acusación de violación. También se le revelan nexos con el narcotráfico.
La semana pasada, fue revivida la información sobre las estrechas relaciones que mantiene con la familia de los Beltrán Leyva. Su hija, la ahora candidata a gobernadora, está casada con un sujeto vinculado con el cártel de los Beltrán Leyva.
Pero, en esta asonada “democrática” que ha emprendido, el presidente dice que quitar esa candidatura fue “injusto y tramposo” por parte del INE y TEPJF. Se refiere fundamentalmente al caso Guerrero; Michoacán en realidad no le preocupa mucho…
Pese al asedio que el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) mantiene en Aguililla, ante la incapacidad del gobierno estatal, la indiferencia del gobierno federal, y la lupa mundial por lo que ocurre en ese estado.
Por boca del nuncio apostólico de El Vaticano, Franco Coppola, nos enteramos que el actual gobierno pidió a la iglesia católica intervenir y mediar en el tema de la criminalidad. Y lo hizo cuando todavía no asumía el mandato López Obrador.
Pero, fiel a su actitud autoritaria, nunca informó. Nos enteramos por otras vías, que ni siquiera son las diplomáticas, de que ha pedido a la iglesia católica convencer a los capos del crimen organizado para que depongan su actitud.
El presidente es capaz de pedir el apoyo externo antes que llamar a la unidad nacional. Dentro del país tiene a los mexicanos ya confrontados en dos bandos, y es previsible que surja la violencia entre civiles, hasta por cuestiones mínimas.
Nadie le pidió milagros, pero tampoco era deseable que convirtiera nuestra convivencia social en un infierno. Lo que ocurra en la segunda mitad de este año será culpa total y absoluta de él.
Empezamos a ver el porqué de su visceralidad y de su furia desenfrenada. Las encuestas empiezan a derrumbarse. Ya en la última semana la aceptación de sus mañaneras cayó 12 puntos… y contando.
Juárez y Madero, guías morales de AMLO, hoy simplemente se sentirían traicionados, avergonzados, como millones de mexicanos que votamos por él. No lo elegimos para que utilice la Constitución como papel de baño, ni para que reconstruya mayorías.
Hoy, el monstruo nos renace. El presidencialismo brutal resurge. El partido de Estado se instala poco a poco. No hay vuelta de hoja. El espacio que dejó el PRI, hoy lo ocupa Morena y pasarán varias décadas para derribarlos.
Pero, al parecer, los mexicanos comen de sus propias miasmas… y los hace felices. Estamos en manos de un presidente que deja la investidura “en el perchero”; cuelga la democracia, a los votantes, a las instituciones, a todo aquello que le estorbe.
Hoy, ese nuevo partido de Estado, tiene entre sus miembros a connotados violadores, feminicidas, pederastas, miembros de sectas criminales. Ahí están los apellidos: Félix Salgado, Saúl Huerta, Clara Luz, Martí Batres.
El Presidente López Obrador ha creado estas bombas mediáticas, porque existen otros temas mucho más preocupantes y peligrosos que su gobierno no ha podido resolver, como es el clima de violencia e inseguridad en todo el país.
Ésta es incluso más grave que la propia pandemia, pues la naturaleza hará su magia y llegará un momento en que todo vuelva a una nueva normalidad. Pero la violencia criminal no se detendrá. Más de 81 mil asesinatos del crimen organizado, cifra récord, en sólo 2 años.
Las dos caras de la justicia según AMLO
Hay un trato desigual en este régimen. Ni de lejos existe un Estado de Derecho. Hay un abuso permanente, emanado de una sola persona, en medio de señales extrañas y contradictorias que por momentos hacen pensar que esto ya más bien parece una lucha de cárteles.
A los del Golfo, los tiene con un pie en el cuello, a partir del desafuero del gobernador de Tamaulipas. A los del Pacífico, manga ancha; Liberación del Güero Palma; buenas relaciones con la familia del Chapo y los Beltrán Leyva.
Algo huele mal, pero muy mal en este régimen… y un presidente que saluda de mano a la abuelita de Ovidio Guzmán. Atole con el dedo.
La exaltación del odio se ha desatado. Parece ser el clima propicio para justificar las otras decisiones que se avecinan, como la militarización.