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Este gobierno ha dicho que ya no tendrá tiempo para enfrentar algunos de los serios problemas que tiene México. Uno de ellos debe ser el de las universidades públicas. Con solo revisar una, sale todo el desastre que se desarrolla dentro y así por el estilo deben de estar las demás: concentración en un poder, uso abusivo de recursos y en segundo término las tres premisas, educación, investigación y extensión universitaria. Hace 36 años que el Consejo Estudiantil Universitario (CEU) estalló la huelga en contra de gravar la enseñanza y nadie imaginaría entonces, que hoy la Ciudad de México estaría gobernada por Claudia Sheinbaum, miembro destacado de aquel movimiento. Menos, cuando en estos tiempos la UNAM ha enfrentado uno de los más serios problemas de violencia, circunstancia que no se daba a ese nivel en ese entonces. No obstante en otro sentido, las cosas han cambiado poco desde que el CEU se inconformó con las 26 propuestas que presentó el rector Jorge Carpizo McGregor e inició un movimiento en 1987 que incluyó una huelga en ese año y parte de 1988.
Desde ese tiempo la violencia ha aumentado sobre todo contra las mujeres, aunque en ese lapso hubo otros movimientos diversos al del CEU. Después de Carpizo gobernaron la universidad cinco rectores tres de la dinastía de los doctores, algunos de ellos priístas encubiertos -como el caso de José Narro Robles, que después se descaró y al no obtener resultados en el PRI, renunció-, y parte del entorno conservador de la casa de estudios. De las 26 propuestas de reforma que presentó Jorge Carpizo en septiembre 1986 -que tras la huelga estudiantil en su contra concluyó con la convocatoria a un congreso universitario-, lo que más predominó fueron los muchos pagos promovidos por el rector campechano.
Contradictorio, porque la huelga ceuista fue en contra del aumento de esos pagos y la evidencia oculta de que se estaba gravando la enseñanza. Pese al presupuesto anual que se destina a la principal universidad de México, señalada entre las 200 universidades más importantes del mundo y la primera o segunda -según la clasificación-, en Latinoamérica, toda gestión y movimiento estudiantil en esa casa de estudios, tiene que ser pagado. La gratuidad en todo caso es relativa. El dinero federal que entra -calificado en las propuestas de Carpizo de 5.64 por ciento en relación al que llegó a tener en 1948 que era de 36.6 por ciento-, se destina en buena parte a pagar altos emolumentos a los también altos burócratas y académicos de primer nivel. Los académicos medios ganan un salario bajo y los de asignatura tienen el baldón más grande del mundo quizá, cuando sus salarios son minúsculos y humillantes. Algunos reciben poco más de dos mil pesos mensuales.
EL MUNDO ESTA CAMBIANDO. LAS UNIVERSIDADES DEBEN DE CAMBIAR
El sistema universitario en el país -con excepciones en enfoques de ciertas casas de estudio- es el tradicional de hace 80 o 90 años. Aunque ha habido pequeños cambios no ha entrado en un proceso de modernización y adecuación a las necesidades sociales. Esos cambios son solo vislumbres. La UNAM es la más grande aunque está dispersa, pero las hay de muchos tamaños – más de 5 mil instituciones de educación superior, 197 controladas por la ANUIES, varias de las públicas en crisis- enroladas en los mismos comportamientos. Con cambios quizá en las fórmulas y nombres de las escuelas -departamentos como los llaman en el país del norte- aplicadas a las nuestras, pero con el mismo enfoque tradicionalista.
Cuando se presentan cambios en el país, que tienen un permanente bloqueo, mucho viene de esa forma de comportamiento. No hay universidades que se vinculen directamente con el pueblo, no hay una relación programada con el mundo empresarial que pueda poner en marcha investigaciones científicas, como no sea para obtener dinero. Los estudios académicos no se relacionan con el trabajo concreto, de ahí el fracaso de muchos egresados que terminan de taxistas. No siempre se incorporan ni se toman en cuenta los cambios sociales, de la información, de las redes, y del destino final de una universidad que es el de servir al país del que depende.
LAS PROPUESTAS DE CARPIZO CONDUCÍAN AL AUMENTO DE PAGOS. Y AHÍ ESTÁN.
Si se revisan en este momento las 26 propuestas que hizo Jorge Carpizo al Consejo Universitario y a los consejos técnicos diversos, respecto a las iniciativas de reforma que presentaba, fuera de algunas propuestas académicas relacionadas con el comportamiento diario de académicos y alumnos y cuestiones administrativas, iban encaminadas a la creación de un reglamento de pagos, basado en la Ley Orgánica de la propia UNAM. Este reglamento de pagos de 20 artículos y un transitorio, incluía cerca de 50 pagos, algunos fijados en moneda nacional sonante y otros en salarios mínimos y en dólares para los extranjeros. A lo largo de sus discursos Carpizo se quejaba de la situación económica de la universidad y gravaba cada situación y movimiento con casos de excepción aislados. El STUNAM que controla al personal administrativo y a cierto número de académicos. -los otros académicos los regulan las AAPAUNAM-, respondió a las del rector, con un documento a su vez, de 20 propuestas, en las que también se diluye en prestaciones y cuestiones económicas en general y como propuesta importante, que se diera preferencia en el ingreso a la licenciatura a los egresados del bachillerato universitario. Eso contra las quejas reiteradas de Carpizo de que el pase automático había fracasado y se lanzaba duro contra las preparatorias populares que no eran muy bien vistas por la alta burocracia. La secuela de rectores no ha variado mucho la situación de la UNAM, porque aparte del esquema tradicional de las universidades, fincadas en un gobierno unipersonal, la rectoría .-cuando hay un Consejo Universitario que representa a la comunidad-, se añade un sistema educativo ya decadente que privilegia el individualismo, los valores conservadores y el reflejo de estos en lo que por lo general -con notables excepciones-, se imparte.