
El Vaticano en la geopolítica; dos papas: León XIV y Trump I
EN TU DÍA
Cada que recuerdo tu carta preguntándome que si estaba enfermo o qué tenía por haber escrito algunas estrofas de una de mis canciones favoritos del Maese Silvio para contarte mis logros y sobre todo mis cuitas por la diáspora que tuve que enfrentar para continuar mis estudios en mi añorada Xalapa de la neblina y el frío que calmaba mis ansiedades por verte, no dejo de sonreír y aunque en una de las misivas que a diario establecimos en aquella especie de explosión epistolar traté de explicarlo y en las vacaciones siguientes de las dos al año que me hacía estar en tu regazo lo hice una y otra vez, no pareció que lo lograra aunque con la desconfianza del viejo y tu inmensa comprensión continué por el camino que inicié gracias a tus enseñanzas desde temprana edad. Como en tantas ocasiones tus palabras y tu acogedor abrazo motivaron la reflexión y también el buscar mi acomodo en un entorno lejano y a la vez propicio a lo que consideraba y considero los valores y principios por hacer lo que corresponde para lograr un mundo mejor, respeto a las diferencias y tolerancia para las disidencias en un contexto de igualdad de oportunidades en los básico y las oportunidades en un suelo parejo para quienes por diversas razones sobresalen con su trabajo, su responsabilidad y con la contribución por su comunidad.
Aunque te hablo cotidianamente para compartir mis vivencias diarias y de alguna manera aligerar la carga de vida y de coexistencia, ahora te escribo de algunas cosas que veo y siento para ver si de alguna manera tengo tus palabras y tus arrumacos para hacer menos pesada las experiencias y avatares en un mundo que vuelve a los cierres de fronteras y de comprensión hacia los demás, de una intolerancia a las diferencias y de avasallamiento de los imperios por lograr una nueva repartición de las riquezas mundiales en que el supremacismo y la amenaza de otra conflagración mundial penden sobre nuestra existencia. De un deterioro grave del medio ambiente y al parecer con poco margen de maniobra para detener el calentamiento global que casi a diario provocan fenómenos climatológicos que amenazan nuestra propia existencia como seres humanos, con el aumento ignominioso de la pobreza en todas las latitudes del mundo así como la radicalización de un capitalismo salvaje y depredador, de la prevalencia cada día más de regímenes y sobre todo sociedades que no respetan los contratos sociales, anulan el equilibrio de poderes, desaparecen los órganos ciudadanos autónomos y están haciendo prevalecer una suerte de neofascismo en que la disidencia es aplastada, reprimida y expuesta al escarnio de sus clientelas y afines de la manera más impune y normalizada.
De un México que me enseñaste a amar, respetar y propugnar por la convivencia civilizada antes que tomar otras vías para cambiarlo, del México de las mañanas frescas en el clima estival de nuestro terruñoapenas turbado por mis deberes matinales antes de partir a la escuela, antes de despertar de tus cantos y relatos nocturnos después de tus jornadas largas y extenuantes sin alguna queja o lamento de las tareas diarias para cuidar de tus hijos, hacer las compras, preparar las comidas, lavar la ropa, planchar aquella mezclilla que era característica de mi viejo cubierta dealmidón para darle el toque ferrocarrilero y que junto a tus denuedos por que quedaran bien a veces era mojada por alguna de tus lagrimas que solo yo veía a pesar de tus cuidados por no hacer sentir mal a tu decendencia. Compensadas estas tareas y obligaciones como de otras tantas mujeres de nuestro medio y entorno por tu compromiso y entrega con las niñas y los niños zapotecas que casi en automático no pasaban el primer grado de primaria por su escaso manejo del castellano para prepararlos y capacitarlos en la continuación de su educación formal y en donde me enseñaste las primeras letras y lecturas a los cuatro años y medio para recibir de tus manos las llaves que me abrieron tu baúl de tus libros favoritos y emprender la práctica de la lectura que me unieron a ti por siempre, que me dieron luz para escribirte, para componer para ti a partir que compartiste también algunos de tus sueños como uno de ellos que más recuerdo cuando me decías que de niña subías al techo de la casa de la abuela Toña, tu madre, te hacías una corona de tulipanes y en un círculo de aquellas flores rojas te sentabas en medio de el y soñabas que eras una reina.
De cuando a fuerza de insistir en que me dijeras cuál había sido tu sueño si no te hubieras unido al amor de tu vida y gracias al que yo existiera, apenas aceptabas que hubieras estudiado letras para cantarle al amor, a la libertad y al prójimo que sufre y siente que al igual que entonces te escribo y te canto: “Madre los que no estemos para cantarte esta canción, recuerda que fue por tu amor”, te pienso Ma.
Gerardo Garfias Ruiz