![](https://oaxaca.quadratin.com.mx/www/wp-content/uploads/2019/07/ConferenciaPresidente-AMLO-con-dedo-índice-arriba-Martes-23-de-julio-de-2019-FOTO-LEO-CASAS-QUADRATÍN-_CC12148-1-3-107x70.jpg)
¿Quién quiere enemistar a López Obrador con Sheinbaum?
Oaxaca, Oax. 13 de marzo del 2012 (Quadratín).- La canasta básica no incluye el costo que representa la vieja pero muy actual práctica del acarreo político. Los operadores de los principales partidos políticos saben que el costo de traslado, entretenimiento y alimentación de quienes son contratados como militantes, simpatizantes o simples observadores han encarecido sus precios y, por lo que se ve, recortado también sus horarios.
Así como la lucha de los sindicatos se centra en ganar más y tener más prestaciones y trabajar menos o jubilarse lo más pronto posible, el acarreo político se ha vuelto cada vez más costoso y, contradictoriamente, menos eficiente para dar la impresión de arrastre de mayorías, como solía ser la cautivación de las masas conforme a los patrones de líderes comunistas o de la Europa de entreguerras, fenómenos tan cultivados y socorridos en la plenitud del priismo de los ex presidentes Echeverría o López Portillo.
En los últimos días los candidatos presidenciales de los tres principales partidos políticos rindieron su protesta estatutaria y en todos se acusó la presencia del acarreo. Por supuesto que lo niegan, pero en todos los partidos existe un aparato humano y material para la práctica de ese uso y costumbre vergonzante.
Acarrear o ser acarreado son dos caras de la misma moneda, la falta de civismo y de educación cívica. Hoy resulta más caro, más costoso en todos los sentidos, el utilizar personas que se alquilen para acudir a actos, asambleas o mítines político-partidistas.
Esta práctica tiene que ver con las condiciones de pobreza de la población, que debe emplearse para llenar plazas, cines, teatros, auditorios o estadios. Su origen es el mismo, crecimiento de la pobreza y falta de educación.
En cuanto a pobreza, el Coneval señala que el número de quienes la padecen ha crecido, así como la capacidad de adquisición de los ingresos ha perdido la batalla frente al precio de productos y servicios indispensables.
De acuerdo con el estudio de la UNAM titulado La inflación en México al cierre de 2011, disminuyó el poder de compra en bienes y servicios.
Indica que si se destinara un salario mínimo nominal de 2011 equivalente a alrededor de 60 pesos diarios, al consumo de un producto, sólo se podrían adquirir cinco kilogramos de tortilla, menos de tres kilogramos de huevo, poco más de tres kilogramos de arroz, alrededor de tres kilogramos de frijol bayo o más de dos litros de aceite.
Mientras que en 2006, con un salario de 47 pesos diarios aproximadamente, era posible comprar siete kilogramos de tortilla, más de tres kilogramos de huevo, cuatro kilogramos de arroz, más de cinco kilogramos de frijol o más de tres litros de aceite.
Los expertos detallan que la comparación entre el crecimiento real de los precios de la canasta básica y el de los salarios mínimos reales, refleja la fuerte pérdida del poder adquisitivo de los mexicanos.
Durante el sexenio subió 21.4% el número de trabajadores mexicanos que con su salario no pudieron adquirir el paquete de alimentos. El crecimiento económico y la generación de empleos en México no se tradujeron en mayor bienestar para la población revelaron cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo (Coneval).
De acuerdo a esta estimación, una canasta alimentaria en México costaba 805.34 pesos al cierre de 2006, pero para finales de 2011, la misma cesta de básicos se incrementó a mil 67 pesos, es decir, subió 32.5%. De acuerdo con el Índice de Tendencia Laboral de Pobreza que mide el Coneval, entre el tercer trimestre de 2008 y 2009 la situación se agudizó, pues muchos trabajadores en el país cayeron en ese periodo en incapacidad para comprar los alimentos más indispensables de su dieta con el ingreso de su trabajo.
Esta es la realidad que tiene repercusiones en todas las actividades sociales, incluidas también las políticas. Quizá por eso el acarreo como herramienta de campaña política sea cada vez más endeble o riesgosa. Es cara y no garantiza los resultados que se obtuvieron en el pasado. Realidad pura y dura, más allá de siglas, colores, plataformas o ideología. Nos guste o no.