
Desaparición Forzada
México, DF. 26 de marzo del 2012 (Quadratín).- No cabe duda que la modernidad no respeta naciones, liderazgos, instituciones o personas. El Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, en el pasado, apenas viajaba fuera de la ciudad del Vaticano, su lugar de residencia. Si acaso durante su papado realizaba unos cuantos viajes que eran planeados con el cuidado de una institución que asume sus dos mil años de antigüedad.
El actual jefe de la iglesia católica, Benedicto XVI adoptó ya el sistema de los mandatarios terrenales que se dan por satisfechos con visitar a sus iguales jerarcas y olvidarse de las personas. La iglesia está constituida por la jerarquía y por los fieles. El Papa actual en esta visita a México tuvo contacto casi exclusivo con las jerarquías y se olvidó, de hecho, de sus feligreses. Vino, ofició una misa, tuvo encuentros políticos
y se fue.
Signo de los tiempos, el viaje papal tiene sólo efectos mediáticos instantáneos y resultados inmediatistas. Como milagro se calificó al hecho de que el candidato del PRD a la presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, haya coincidido y perdonado al presidente Felipe Calderón, por lo que algunos tipifican como agravios que culminaron con el triunfo del panista y la derrota del perredista.
Con esta visita quedó confirmado el compromiso y la alianza del gobierno de la iglesia católica y el estado Vaticano con la clase gobernante mexicana y no con la gran masa de mexicanos. Es decir, Benedicto XVI hizo una visita de Estado, con las obligaciones y protocolos que ello obliga y se olvidó, o mejor dicho dejó para mejor momento, a los seguidores de la doctrina católica.
Más que religiosa su visita a México tuvo o adquirió sólo tintes políticos que aparentemente están fuera de tiempo y agenda de la institución Iglesia. Especialmente la televisión, de acuerdo a su cobertura e inmediatez, logró alentar una amplia expectativa respecto de esta visita, que transcurrió rápida y fugaz.
Visión de historia y de eternidad son las premisas de la actuación vaticana a lo largo de la historia. En México, la visita del Papa como muchos previeron, fue absorbida o integrada a una realidad política caracterizada por la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico y por las disputas electorales que se resolverán, por el momento, el primero de julio próximo cuando ocurran las elecciones presidenciales.
El jefe de la iglesia católica estuvo escasos tres días en tierra mexicana y lo que dejó de manifiesto es la orfandad o el peligro en que vive el pueblo de México, de ahí que sus planteamientos fueran percibidos como poco sólidos ante temas como la violencia México, el hambre, la falta de educación, la corrupción, la falta de compromiso de la clase gubernamental.
Visitó a la élite y sus integrantes se mostraron, frente al fervor de quienes ponen su vida y su voluntad al cuidado de Dios, como quien asiste a un evento social o político.
La estancia de Benedicto XVI no tuvo la fuerza que se esperaba. La cotidianeidad hará que dentro de muy poco tiempo apenas se recuerde tan histórica visita.
Ya hay opiniones acerca del papel político que jugó esta visita, cuando que la iglesia no debe identificarse como ningún partido. Por lo tanto, la iglesia es para servir a la esperanza y a la construcción del bien común, no para resolver diferencias y apoyos de políticos.
Sin embargo, no dejó ver contenidos, nunca entró a fondo en temas candentes, ni siquiera ante los reclamos de las víctimas sobre abusos sexuales.
Al despedir al jefe del Estado Vaticano, Felipe Calderón dijo que México nunca olvidará a su santidad, México lo llevará a usted siempre en el alma. Llévese para siempre las sonrisas de nuestros niños, las porras de nuestros jóvenes, las innumerables muestras de afecto, respeto y gratitud, esperemos se lleve por siempre este recuerdo de un México que lo quiere y siempre lo recibirá con cariño y con los brazos abiertos.
Confió en que con su visita, Benedicto XVI haya constatado que el pueblo mexicano a pesar de las difíciles circunstancias no está ni estará desesperanzado. El pueblo mexicano tiene una gran riqueza espiritual y cultural que le da vida y alegría cada día y confianza en sus grandes capacidades; somos un pueblo fuerte y vigoroso.
Llévese consigo las lágrimas de las personas a las que ha consolado, las preocupaciones cotidianas de las personas que padecen violencia, pobreza, tenga presente a México, abogue por él. Pasó la visita de fin de semana, de contrición, de oración, de buenos propósitos, pero llegó el lunes y volvió el país a su normalidad.
Como dice el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Guillermo Ortíz Mayagoitia, cuando tiembla: Que Dios nos agarre confesados.
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