La soledad del presidente
Oaxaca, Oax., 3 de septiembre de 2011 (Quadratín).- La sociedad mexicana está enferma.
A fuerza de insistir en ciertas conductas ha caído en la grave distorsión de considerar lo anormal como normal, lo extraordinario como cotidiano, lo enfermo como sano.
Es decir, el país está acostumbrado ya a la mala vida, a una normalidad de terror.
No acabamos de procesar o digerir el atentado contra el Casino Royale, en Monterrey, con su espectacularidad y que arrojó un saldo de 52 muertos, cuando nos llega el asesinato de dos periodistas, Marcela Yarce y Rocío González Trápaga, en la ciudad de México.
Ya contabilidad social y pública de la muerte ha hecho que pierda su impacto de sorpresa, congoja, dolor.
Conservadoramente, en el quinquenio transcurrido del gobierno que encabeza el presidente Felipe Calderón Hinojosa, la estadística establece un promedio de diez mil muertos por año en la guerra cruzada o lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico.
No se sabe con precisión cuál fue el momento en que el país quedo atrapado en el problema de esta delincuencia o este infortunio generalizado.
Lo cierto es que lo extraordinario se volvió normal, ya no conmueve, aunque siga sorprendiéndonos todos los días.
La noticia de los muertos por la violencia en el Casino Royal, se diluye por la aparente corrupción de autoridades municipales que habrían participado en el cobro del derecho de piso.
Esta noticia, a su vez, es sustituida por la terrible muerte de las dos periodistas que habrían sido torturadas y objeto de abuso físico.
Simultáneamente, en medios electrónicos especialmente, hay una intensa campaña publicitaria de logros y resultados que, vista con perspectiva, no pareciera estar vinculada con la cotidianeidad y la realidad que vive el pueblo.
Hay especialistas y observadores que hablan de una suerte de esquizofrenia o bipolaridad social.
Un organismo enfermo requiere análisis, un diagnóstico verdadero y preciso y un tratamiento disciplinado y constante.
Está visto que no es aumentando el número de efectivos militares o de seguridad pública como se resolverá el problema del narcotráfico y el crimen organizado; tampoco se resolverá con esa estrategia la falta de desarrollo individual y social; ni es el camino para que los mexicanos eleven la autoestima, el orgullo de ser mexicanos, la satisfacción de estar en un espacio que ofrezca mínimos de seguridad, de bienestar, de progreso, de felicidad.
Pedazo a pedazo, colonia por colonia, ciudad por ciudad, la metástasis avanza. La enfermedad invade a cada momento más zonas y órganos, en tanto el médico está concentrado en un sólo aspecto, en un solo órgano, en un sólo espacio.
La sociedad a fuerza de convivir con la violencia ya es insensible, se sorprende pero no le duele; como los enfermos mentales que no se dan cuenta de la realidad.
En el pasado, el informe de gobierno presidencial era el recuento numérico de obras e inversiones que se contaban en miles y millones.
Ahora, el recuento gubernamental también cuenta por decenas de miles la cifra de muertos, mexicanos casi en su totalidad que han llenado de sangre y de luto; de vergüenza y estupor.
Afortunadamente, ya no sentimos nada, o eso creemos, mientras el mal avanza, mientras el deterioro invade, penetra.
Aunque no podamos o queramos darnos cuenta.