Una semana intensa y…
MÉXICO, DF. 11 de agosto de 2014 (Quadratín).-Luego de dieciocho agotadores meses de debates y varias semanas-hora de discursos parlamentarios, los primeros análisis económicos de la crisis económica, el crecimiento corto y la urgencia de empleo y bienestar indican que las reformas estructurales no alcanzarán.
Hoy que se promulgarán las leyes secundarias energéticas y comenzarán a estudiarse los efectos en el desarrollo, las evaluaciones se han basado en tres indicadores: PIB, desempleo e índice de desarrollo humano.
1.- Luego de una tasa promedio del PIB de 6.1 por ciento anual en el periodo 1940-1982 con el desarrollo estabilizador y la crisis del desarrollo compartido, la estabilización neoliberal permitió un PIB promedio de 2.4 por ciento anual en el periodo 1983-2014 y a pesar del sueño guajiro de la modernización salinista que prometió el tratado de comercio libre.
Las expectativas oficiales del PIB en el corto plazo 2015-2019 pasaron de una tasa promedio anual estimada de 3.6 por ciento a una tasa promedio anual estimada de 5.1 por ciento; es decir, que las reformas aumentarían el PIB, a pesar del desgaste social y político de estos meses, apenas 1.5 puntos porcentuales de crecimiento económico.
El dato que permite consolidar expectativas señala que la economía mexicana debería de crecer 6.5 por ciento promedio anual sólo para darle empleo al 1.2 millones de mexicanos que se incorporan por primera vez al mercado de trabajo; para bajar el desempleo acumulado, el PIB debería crecer más del 6.5 por ciento. Por tanto, las reformas permitirán atenuar del bache pero no resolver el problema de empleo y bienestar.
2.- El principal detonador de bienestar de una economía es el empleo y el desempleo es el principal factor de inestabilidad social. El México idílico de 1940-1982 se basó en una tasa de PIB mayor al de la demanda de empleo formal.
Pero la crisis arrastra el peor indicador del colapso: en el sexenio de Miguel de la Madrid 1982-1988 –con Carlos Salinas de Gortari como el estratega de política económica– la economía tuvo un PIB anual promedio de 0%, es decir, que el PIB real de 1982 fue igual al de 1988. Por tanto, cuando menos seis millones de mexicanos se incorporaron al desempleo y subempleo. A partir de 1982 la economía apenas pudo crear un tercio de los empleos formales; los dos tercios restantes se incorporaron al desempleo y al subempleo.
Por tanto, el principal punto de referencia de las reformas será medirlas en función con la demanda de empleo: el 5.1 por ciento promedio anual de PIB para el periodo 2015-2019 será una gran ayuda pero no resolverá siquiera la demanda anual de empleo formal.
Los datos del INEGI son demoledores: el 58.99 por ciento de la población ocupada está en la “tasa de informalidad laboral” y la “tasa de ocupación parcial y desocupación” es del 15 por ciento de la población económicamente activa. Así, el PIB esperado con reformas será insuficiente para atender la demanda de empleo.
3.- El reciente informe de desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo coloca a México en el lugar 79 de 189 considerados, con una tasa de 0.756, con Noruega con 0.944 y los Estados Unidos con 0.914. Y el coeficiente de desigualdad de México fue 22.3, contra el de mayor desigualdad de Sierra Leona con 43.6 y Noruega con 5.5. Estos datos revelan que la desigualdad en México es estructural y no se resolverá en breve.
Estos datos muestran que las reformas estructurales serán apenas un alivio pero no sacarán al país de la desigualdad, pobreza y deterioro productivo.
Y revelarán que el país necesita de un nuevo modelo de desarrollo más audaz y estructural que el que se vio tímidamente en las reformas. Sin un nuevo modelo de desarrollo, las reformas se ahogarán en la inercia, los corporativismos latentes y la corrupción, como le ocurrió al sueño guajiro de Salinas de Gortari y su TCL.
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@carlosramirezh