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Periodistas del New York Times podrán utilizar IA de forma legal
+ Diario Político (4) debate
+ Pactos: ¿quién negocia?
México, D.F. 06 de mayo 2012 (Quadratín).- Los debates entre candidatos presidenciales se inventaron para darle la oportunidad al elector de observar con sentido crítico las propuestas de los diferentes aspirantes pero también para mirar el rostro de los que todo lo prometen a cambio del voto pero luego no cumplen nada.
Sin embargo, la propia política pervirtió el sentido original: los candidatos asumieron el debate como un duelo de florete donde vale más la estrategia que la oferta original. En 1960, en el primer debate televisado en campañas presidenciales estadunidenses, John F. Kennedy sedujo al electorado que miró el debate porque apareció sonriente, fresco, jovial; en cambio, el republicano Richard Nixon ofreció la imagen de un bandolero: ojeras casi como antifaz, encorvado, agresivo, la barba como de dos días aunque era de barba cerrada y tenía que afeitarse tres veces al día.
En México Diego Fernández de Cevallos aprovechó la apertura y se lanzó a acusaciones contra el PRI y el PRD y ganó el debate, sólo que de manera aún inexplicada desapareció del escenario político y le dejó todo el espacio a Zedillo. En el 2006, López Obrador aprovechó el escenario del segundo debate para acusar a familiares del presidente Calderón de beneficiarse del poder y el candidato Calderón tardó en reaccionar.
El debate de hoy domino no ofrece certezas sino más incertidumbres. Los candidatos de los cuatro partidos carecen de figura política, ha demostrado que su discurso es demagógico, suponen que el electorado es subnormal y por eso lo tratan como niños, llegan sin haber posicionado en el espacio político alguna oferta coherente y todo el tiempo ha transcurrido entre dardos verbales inofensivos y nada que tenga que ver con los problemas nacionales.
Un indicio de cómo vendrá el debate ha estado en el manejo del contenido de los spots de radio y televisión: el candidato del PRI va a lo seguro vendiendo la imagen y resultados en general, la candidata del PAN no sabe cómo dimensionar la herencia del presidente Calderón y se la pasa atacando al PRI, el candidato del PRD perdió el foco y un día es amoroso y al día siguiente desenfunda su espada, pero al final tampoco ha mostrado coherencia; y el candidato del Panal deambula sin pena ni gloria, no sabiendo de dónde viene ni sabiendo a dónde quiere ir.
Los candidatos se han preparado para la confrontación; es decir, podrá ser un pelito entre ellos olvidándose del elector. Las propuestas y discursos conocidos nada dicen al electoral salvo cuando hablan de programas de dinero regalado. Los mensajes de los spots también desdeñan la inteligencia de los electores porque cifran en una frase o en un compromiso incumplible el voto pasional. Por eso es que muchos ciudadanos miraron con desdén la polémica por la negativa de TV Azteca de transmitir el debate en el canal 13, porque al final de cuentas se trata de un evento de/para las élites, no para el pueblo.
SEGURIDAD, SIN ESPACIO EN CAMPAÑAS
De manera peligrosa e irresponsable, el tema de la inseguridad se ha colado en la campaña presidencial pero no para mantener la lucha contra el crimen organizado sino para sacar raja electoral con las preocupaciones de la gente. Pero el tema en la realidad está más claro que el agua porque el dilema es sencillo: combatir a las bandas de delincuentes que todos los días asesinan, Secuestran y atacan o regresar a las fuerzas armadas a los cuarteles y dejar a la sociedad sin protección ante la dimensión de la criminalidad.
Lo malo parece ser la intención de los candidatos y sus grupos partidistas de politizar la inseguridad, sin entender que al final los afectados será el candidato que gane las elecciones. Si se sondea en el fondo de a sociedad, en las zonas donde el crimen organizado opera con impunidad y la complicidad de las autoridades locales, los candidatos podrían tener un pulso real de lo que piensan importantes sectores sociales. Pero los candidatos discursean para la tribuna, no para la sociedad.
El problema de la inseguridad se localiza de manera simple: las bandas actúan con la protección de sectores oficiales. La corrupción de la criminalidad ha comprado policías estatales y municipales, como lo vemos todos los días en las noticias. Y los candidatos dicen con toda tranquilidad que van a retirar a las fuerzas armadas de las calles para dejarle la seguridad a la policía, pero se niegan a dar explicaciones de cómo le harán para tener policías ajenos a la criminalidad.
Si se toma en cuenta el proceso de profesionalización de las fuerzas armadas, un oficial puede tardar quince años en prepararse técnica, moral y ciudadanamente y dentro del estricto orden de la disciplina militar. Los ejemplos de la policía federal exhiben dificultades en la profesionalización por la falta de un elemento controlador: loa disciplina militar; en las policías hay cuerpos de solidaridad similar a sindicatos y por tanto existen muchas formas de indisciplina que dañan la formación de cuadros.
La salida de la crisis de seguridad no se encuentra en los discursos ni en las promesas sino en la comprensión de la realidad. Pero los candidatos presidenciales en realidad no andan en busca de la realidad ni de soluciones reales, sino de frases demagógicas que capten las pasiones de los electores a favor de ciertas frases. Hace tres años el Partido Verde rompió el avance en derechos humanos al pedir la pena de muerte para secuestradores, a sabiendas de que era una bandera imposible de cumplir aunque ganaron algunos votos.
Los partidos están mostrando en las campañas que desdeñan a la realidad y a la sociedad y que sólo se trata de agitar pasiones para obtener votos, aún a sabiendas de que van a incumplir esas promesas. Cómo estará la cosa que el del PRI hace compromisos y los tiene que firmar ante notario como evidencias de que la sociedad ya no le cree a los políticos, pero se cuida de firmar compromisos que forman parte de su trabajo cotidiano.
Los que se preguntan por qué hay tantos indecisos y por qué la votación será baja, no tienen más que revisar las campañas.
PACTOS: FALTA NEGOCIADOR
Si la iniciativa de un acuerdo de gobernabilidad fue la más audaz y positiva del gobernador oaxaqueño Gabino Cué, muy pronto los oaxaqueños se están percatando que casi nadie quiere la gobernabilidad porque todos medran con la ingobernabilidad.
Y si la iniciativa del acuerdo tenía un origen positivo, la falta de mecanismos de operación ha comenzado a dar al traste con la intención. La idea de que todos los sectores lo firmen sería el mejor camino para que no lo hagan; los Pactos de la Moncloa de la transición española a la democracia no los redactó el gobierno y luego los puso en la mesa para firmarlos, sino que el mecanismo fue al revés: los pactos fueron la conclusión de una negociación política entre todas las fuerzas políticas, económicas y sociales y no el punto de partida.
La iniciativa del gobernador Cué es rescatable pero a condición de reorganizar su mecanismo de operación: una pequeña comisión tendrá que reunirse con todos los sectores para negociar puntos de acuerdo; y toda negociación se basa en el principio del intercambio: que dar a cambio de qué pedir. El acuerdo es apenas la base de un acuerdo formal, sobre todo porque las conclusiones del acuerdo deberían ser iniciativas de ley que vayan ya planchaditas.
El gobernador Cué sí puede ser el gobernador del cambio pero a condición de reorganizar la operación política de su iniciativa. En España el presidente Suárez confió la negociación de los Pactos de la Moncloa a un grupo de negociadores entre los que destacaba un economista del Partido Comunista, un empresario tecnócrata y varios representantes de sectores sociales y productivos. Esa comisión negoció los puntos. El punto de partida fue la consolidación de la reforma política democrática para legitimar el sistema de representación política en el poder legislativo.
Por sí solo y ajustado sólo a la firma, el acuerdo de gobernabilidad del gobernador Cué no llegará a lado alguno porque luego algunas de las iniciativas tendrán que convertirse en ley y podrían naufragar en el congreso estatal. Lo ideal sería que hasta las iniciativas se negociaran en el paquete para evitar sorpresas. Con todo y las deficiencias e insuficiencias, el gobernador Cué y el congreso la actual pudieran ser las fuerzas de la transición democrática y los padres de la transición oaxaqueña, aunque tendrían apenas un año de tiempo político.
En este sentido, al acuerdo le falta un debate intelectual y la conformación de un pensamiento crítico (Gorbachov). El gobernador Cué ha ignorado a una importantísima generación de académicos, politólogos, historiadores e investigadores que han reflexionado en los últimos tiempos sobre la transición oaxaqueña y que pudieran ser el detonador social del tema de la transición y la gobernabilidad. Lo importante del asunto es que no se trata de cooptación del pensamiento crítico sino de estimular el debate.
La iniciativa de gobernador Cué carece también de una política de comunicación social porque en los medios existe una política pesimista de desdeñar iniciativas bajo el supuesto de su inoperatividad, pero no para convertirlas en estímulo para su perfeccionamiento. En los medios oaxaqueños hay más opinión que augura el fracaso de la iniciativa que un debate para encauzarla por el camino que llegue hacia la instauración de un nuevo régimen democrático en Oaxaca.
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