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Tareas de Claudia sin AMLO: economía y Casa Blanca
Oaxaca, Oax. 11 de febrero de 2013 (Quadratín).- Aunque el tono y el escenario funcionaban para un contexto interno, el discurso del general secretario Salvador Cienfuegos Zepeda también debió leerse con interés en la embajada de los Estados Unidos en México y hasta en la Casa Blanca, de donde partieron los recientes ataques contra la Secretaría de la Defensa Nacional vía el The New York Times.
Como en pocas ocasiones, el titular del ejército le dio un sentido político a sus definiciones en función de categorías, justo cuando el sistema político cruje en sus amarras, las presiones internacionales quieren engullirse a México y las tensiones sociales no encuentran salida.
Las palabras finales del discurso del general secretario resumieron la función del ejército como institución social, popular y leal:
Ante los retos para consolidar un Estadio eficaz, con gobernabilidad democrática, los militares ratificamos nuestra irrestricta lealtad al gran pueblo de México y a sus instituciones.
Y no fue gratuito que la ratificación del compromiso de lealtad de las fuerzas armadas se hiciera en el centenario de la Marcha de la Lealtad, cuando los alumnos del Colegio Militar escoltaron al presidente constitucional Francisco I. Madero ante el cuartelazo que dio el general porfirista Victoriano Huerta con la dirección política del embajador de los EU en México, Henry Lane Wilson.
De ahí la definición planteada por el general secretario Cienfuegos Zepeda porque también de manera reveladora utilizó conceptos como pensamiento político pero siempre ajustado a la lealtad a las instituciones, la Constitución y los poderes legítimos:
Ninguna remembranza resulta más adecuada para un evento paradigmático que la concurrencia del sitio donde emergió el pensamiento moral y político del ejército mexicano.
Pieza clave en la lucha contra el crimen organizado ante la descomposición del sistema policiaco municipal, estatal y federal y con bandas con alta capacidad de fuego, el general secretario fijó el especio de la participación castrense: los riesgos a la seguridad interior, que según la doctrina militar la seguridad interior ocurre cuando bandas criminales quieren aplastar las instituciones nacionales y afectar a la sociedad, un paso delante de la seguridad pública, es decir, cuando la inseguridad pública amenaza la seguridad nacional entendida como la estabilidad interna, social, política, institucional y de desarrollo.
El discurso del general secretario fijó el papel del ejército subordinado a las instituciones, aunque se permitió dibujar el proceso de reacomodo político e institucional del país. Fue significativo, por tanto, que el jefe del ejército reconociera que México se encuentra en movimiento y que existe una fase de disenso-consenso, propios de la pluralidad ideológica de los dilemas de la administración pública de la representación legislativa, una puntualización que refrendó la importancia del papel del Congreso en la reorganización institucional y democrática del país.
En este contexto, el general secretario se congratuló de la firma del Pacto nacional suscrito por las principales fuerzas partidistas y el gobierno de la república y saludó las reformas que saldrán de ese consenso. En este punto el jefe del ejército estableció otra categoría de análisis de la realidad de la coyuntura: el Pacto, el espíritu propositivo y los hechos consecuentes conforman lo que llamó la Marcha de la Lealtad Moderna, equiparando la defensa de la institucionalidad de 1913 con acuerdos en el 2013 para reformar la república.
La conceptualización doctrinaria del general secretario fijó la lealtad del ejército, como lo dijo con claridad, como indiscutible e irreversible a las instituciones democráticas. De ahí su reiteración al compromiso y honor de los militares con nuestra mexicanidad y sus valores, con las leyes, con los símbolos patrios, con el desarrollo nacional y con el bienestar de cada compatriota.
Los mensajes del secretario de la Defensa Nacional no tuvieron destinatarios específicos pero debieran de tener una lectura contextual, sobre todo por la ofensiva contra los militares por su intervención en el combate contra el crimen organizado y los cárteles del narcotráfico y las presiones de los Estados Unidos para permitir el ingreso de tropas estadunidenses a México con intenciones violatorias a la soberanía, como se reveló el lunes de la semana pasada con una nota confusa y sin fuentes del The New York Times.
Si la intención de un sector militarista de los EU buscó sembrar la versión de que la designación del titular de la Sedena había sido parte de un juego político de la Casa Blanca, el mensaje del general secretario dejó muy en claro los dos principios torales del ejército mexicano: la lealtad a las instituciones nacionales y las lecciones históricas de los militares ante intervenciones extranjeras. Aunque no lo dijo el general Cienfuegos Zepeda, en el reconocimiento a Madero estuvo implícita la condena al intervencionismo de los Estados Unidos a favor del golpista Huerta.
Lo que falta ahora es la atención de los pendientes con el ejército: la ley de seguridad nacional que ajuste adecuadamente el papel de los militares en la seguridad interior y la doctrina de defensa nacional que exige la coincidencia de todas las fuerzas políticas en torno al papel central del ejército en la defensa de la soberanía nacional.
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