
Votar o botar la elección
Oaxaca, Oax. 06 de febrero de 2013 (Quadratín).- La nota de la periodista Ginger Thompson, ex corresponsal en México del The New York Times, sobre un general mexicano rechazado por la Casa Blanca se suma a muchas otras del mismo diario que han tenido objetivos políticos y de ninguna manera intenciones profesionales de difundir hechos periodísticos.
No es la primera vez que el NYT escandaliza con la realidad mexicana; en 1997 los corresponsales en México Sam Dillon y Julia Preston publicaron denuncias contra dos gobernadores, no pudieron sostener sus dichos, fueron obligados a desdecirse por su propio periódico, el NYT en una carta descalificó sus reportajes, escondieron sus textos al Comité Pulitzer y con engaños fueron premiados en 1998.
Ahora Thompson publicó ayer en el NYT una nota llena de insinuaciones sobre un general divisionario mexicano al que señala involucramientos en corrupción y ligas con el narcotráfico, pero sin aportar pruebas ni referencias documentales.
Tampoco es la primera vez que periodistas estadunidenses señalan intenciones extraprofesionales de textos de Thompson. Hace poco una ex funcionaria que ha trabajado indirectamente para la Casa Blanca y para el Comité de Inteligencia del Senado reveló la intención real de una nota de Thompson sobre la forma en que la DEA había penetrado cárteles mexicanos para descubrir redes y mandos. La especialista Kathleen Millar analizó la nota y concluyó que no era un texto periodístico sino un acto de relaciones públicas de la periodista a
favor de la DEA.
De ahí que la nota de Thompson –y otros tres reporteros de apoyo–sobre un divisionario mexicano debe analizarse a fondo porque está muy lejos de ser una pieza de periodismo de investigación y se agota en texto plagado de imprecisiones y de dudas, se centra en acusar sin pruebas a un general mexicano y dejó escapar la verdadera nota periodística: el aumento de la intervención de los Estados Unidos en el sistema mexicano de inteligencia y seguridad nacional.
Respecto al caso de un general, la nota de Thompson está cargada de insinuaciones: muchas preocupaciones, la sospecha, alarma, varios funcionarios (estadunidenses) advirtieron que no fueron confirmados los datos sobre el general mexicano, hay dudas sobre el divisionario, tiene antecedentes a la vez ejemplares y enigmáticos, en el papel es un funcionario modelo, la DEA sospecha, agentes (de la DEA) declinaron discutir la naturaleza específica de las posibles relaciones con el narco.
Inclusive, un ex agente de la DEA le dijo a Thompson –según su propia información en la primera plana del NYT– que había serias preocupaciones sobre el general pero nunca encontramos evidencias irrefutables (any smoking guns), no las suficientes para armar un caso. De todos modos, la periodista cita un reporte de 1997 de la DEA sobre supuestas negociaciones y una operación que no atrapó a Amado Carrillo en Ciudad Juárez. Eso sí, maneja el concepto de altamente probable que hubiera relaciones peligrosas entre el militar y el narco.
En todo caso, la verdadera información del reporte del NYT tiene que ver con datos de la periodista sobre la intervención del gobierno de los Estados Unidos en asuntos políticos nacionales, aunque también con insinuaciones y afirmaciones propias: papel creciente de los EU en el diseño del gabinete mexicano, operaciones en México de militares y policías estadunidenses, aviones espías –drones– de los EU que vuelan sobre territorio mexicano, una reunión personal del embajador de la Casa Blanca en México, Anthony Wayne, para hablar de los datos del general mexicano y las preocupaciones de los EU; es decir, del rol de los Estados Unidos en la selección del gabinete presidencial
mexicano.
Thompson revela –por casualidad– el aumento en la penetración de los EU en el sistema de seguridad nacional mexicano de manera que antes se consideraba impensable, con operaciones coordinadas entre agentes mexicanos y estadunidenses, un centro de inteligencia en México diseñado por los EU.
Asimismo, destapa reuniones secretas de funcionarios de los EU con mexicanos para discutir designaciones del gabinete mexicano.
En todo caso, lo que queda del texto de Thompson es el juego de poder: en el estilo de especulación de Thompson, si no existen pruebas contundentes – -al menos ella se escabulló con insinuaciones– sobre un divisionario mexicano, entonces su nota tiene la intención de reflejar los intereses militares y de la DEA de los EU para neutralizar a posiciones mexicanas que no ven con buenos ojos la penetración de los EU en el sistema de inteligencia y seguridad nacional mexicano.
El caso de Thompson recuerda el de Dillon y Preston en 1997 cuando acusaron a dos gobernadores de estar metidos en el narco pero uno de ellos probó hasta la saciedad la mentira periodística y obligó al NYT a publicar una carta de desmentido a sus reporteros, aunque en 1998 un equipo de cuatro reporteros del NYT –entre ellos Dillon y Preston– recibieron el Pulitzer por revelar el narco en México; eso sí, Dillon y Preston se cuidaron de esconderle al Comité Pulitzer su pifia con la nota de gobernadores porque tuvieron que reconocer su falta de pruebas y el periódico publicó el 5 de abril de 1997 una carta en la que reconoce que los gobernadores no tenían relación con el narco.
La perversión del modelo periodístico estadunidense permite que algunos ganen premios pese a informaciones fallidas y desmentidas. Dillon, por cierto, luego fue retirado de México por su error. Asimismo, Dillon amenazó a un corresponsal estadunidense especializado en temas del narco con desprestigiarlo si publicaba una información que involucraba a un banquero mexicano en relaciones con el narco.
La nota de Thompson se liga con otras en las que el NYT no hace periodismo sino que responde a los intereses de inteligencia y seguridad nacional de los EU, de manera especial como operaciones de relaciones públicas de la DEA.
www.grupotransicion.com.mx
[email protected]
@carlosramirezh
Foto: redgeneracion / Ambientación