Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
OAXACA, Oax. 16 de diciembre de 2013 (Quadratín).-En un texto provocador, el escritor José Revueltas publicó en 1962 su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza para probar la inexistencia histórica del Partido Comunista Mexicano.
Hoy, ese método de análisis puede probar la inexistencia histórica del Partido de la Revolución Democrática y de la izquierda mexicana.
Lo que puede conocerse como izquierda ha tenido tres periodos: el fundacional de 1919 a finales de los sesenta en los que los errores llevaron a los sindicatos a la represión, el de la reorganización que comenzó de las movilizaciones de 1958 y terminó en 1979 con su registro oficial y su primera participación electoral y el de 1979-1989 de la legalidad, el cambio de nombre y la cesión de su registro a los ex priístas de la Corriente Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas.
Lo que se (auto) denomina izquierda es hoy un mazacote de grupos, organizaciones, tribus y corrientes amparados en el PRD para conseguir cargos públicos.
Las reformas estructurales de este gobierno y la reforma salinista de Estado en 1990-1993 atropellaron a la gran coalición de centro-ultraizquierda.
La izquierda nació comunista, se hizo moscovita, perdió su identidad con la Revolución Mexicana, se reorganizó bajo el socialismo en el periodo de las rebeliones obreras de 1958 a las rebeliones estudiantiles de 1968, alentó la guerrilla y logró el registro.
Pero cayó en las garras del priísmo disidente –priísmo al fin– en busca del rescate de la identidad del viejo PRI revolucionario y no se atrevió a decretar su perfil neocardenista porque referiría al viejo partido del Estado, corporativo, de economía mixta y expropiador.
Hoy la izquierda perredista es neopopulista, cesarista, bonapartista, sin clases obreras sino el lumpen de acarreados.
La reforma energética mostró la inexistencia histórica de la izquierda.
Ahora el PRD de Los Chuchos y Cárdenas amenaza con una consulta que no se dará porque la ley no ha sido promulgada y no operará como mecanismo vinculatorio, pero quedó eso sí la intimidación perredista de que le “harán la vida de cuadritos” a las empresas extranjeras en energía que lleguen a México y promoverán la derogación de la reforma constitucional que se logró con la mayoría calificada de 64 por ciento de legisladores y el 51 por ciento de congresos estatales.
Lo de menos será esperar a que el PRD gane la presidencia en el 2018 y concite la mayoría calificada legislativa, sino que lo importante estará en el hecho de que la derogación de las reformas llevaría al país a un colapso económico por salida de capitales, expropiaciones alocadas, inflación, devaluación y litigios internacionales onerosos.
Lo que queda por analizar de los procesos de reformas estructurales –de Salinas-Zedillo y de Peña Nieto– será la incapacidad partidista y política del PRD, la división en sus liderazgos y el papel de la coalición centro-ultraizquierda ante reorganizaciones productivas.
La izquierda socialista-comunista prefirió cambiar de piel y de nombre por el peso negativo de ser comunista en un sistema de instituciones y la izquierda neopopulista ha carecido de una mayoría pero se la pasa introduciendo la desestabilización para imponer sus criterios por la fuerza y fuera de los espacios institucionales.
De ahí que las reformas estructurales han colapsado al PRD como partido autodenominado de izquierda. Y si la respuesta perredista y sus liderazgos se agota en la confrontación, entonces México se enfila hacia un sistema político, ideológico y partidista sin izquierda, retrotrayendo la política mexicana a los tiempos anteriores a la reforma política que permitió la legalización del PCM.
Y el PRD será solo la facción cardenista del viejo PRI en busca de su tiempo perdido.
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@carlosramirezh