
Buenos, hasta que hablan
Mario Jesús
Oaxaca, Oax., 8 de febrero de 2012 (Quadratín).- En este café de gallegos nadie sabrá que llego todos los días, puntual, llueva o truene, Navidad o días de guardar, a cumplir con mi escritura para doblegar la voluntad del otro, mi hermano Mario Jesús, muerto hace muchos años recién nacido en algún puerto pesquero del Pacífico mexicano. Hasta antes de su nacimiento yo era el benjamín de mis padres. Luego del anuncio del embarazo de mi madre, ya mayor ella, crecieron en mi persona instintos asesinos. Mi madre se dedicaba a las labores del hogar, al cuidado de sus hijos. Mi padre era marino militar. Nunca quise mirar a mi hermano Mario Jesús recién nacido. Un día después de un viento fuerte enfermó. Aquella tarde se quedaron en puerto marineros y barcas, redes y grampines. Se hicieron a la mar láminas del caserío, palmas con racimos de coco, puertas y ventanas, sábanas y ropa del tendedero. La enfermedad de Mario Jesús empeoró, no hubo médico que lo devolviera a la vida. En la noche de su velorio me acerqué a su cajita blanca adornada con pliegues de satín. Una tapa levantada dejaba ver a quien quisiera mirar el pequeño rostro del recién nacido. Un cristal delgado separaba al mundo de los vivos y los muertos. Desde aquella noche de su velorio converso con mi hermano Mario Jesús, quien me acompañó por islas y océanos, mares y cantinas, callejones y campanarios; ciudades e iglesias, parques y moteles: vecindades. Para él escribo todos los días, para aplacar su ira de recién nacido muerto. Por él me acerco a este café de gallegos y gente sin patria.
PRINCIPIOS DEL ENTOMÓLOGO
Casa de casados. La mañana reverbera en una maceta. Recién casados. El hombre amanece sobre la mujer. Casa para dos. Pito parado. Las cortinas de la ventana resultan un estorbo para recibir el sol para estos dos. Los pajaritos cantan. Takarí-takarí-takarí. Casados. El lucero flojo retarda su huida para mirar la cama de dos. Desayuno en ayuno. La carne que alimenta a dos. Alimentos. Trenzados. Mira, mirón. Cazados. Cazados desde la azotea de un multifamiliar. Como una vista aérea se ven revolotear las piernas de la mujer. Como dos antenitas de una mariposa clavada. Entomólogos voraces. Dos. Casados. Recién casados. Cazados. Mueve las piernas la mujer arriba de la cintura de su hombre. Se agita en su alfiler la mariposa. Tan bonita, pobrecita. Hombre parado. Cazado. Un viento ligero inflama las cortinas y la vida resulta tan natural en una casa de dos. Tan natural como mirar el desierto o el mar, las estrellas, la luna. En esta luna no aparece un conejo sino una mariposa que aletea. Cazados. Parados. Casados. Parados.
MALAGUA
Libretas dispuestas en las vitrinas. Papelería de una escuela primaria. Primero: suena el agua el agua en los tajos del acantilado. Una y otra vez suena el agua. Malagua en la vitrina, las libretas de la escuela primaria. Medusa que me acompaña desde los días con papá y mamá. Mala mujer. Lágrimas del mar. Malagua. La protectora. La que me pica en la panza, en las piernas. Mala suerte, nadador. Si te mueres mañana serás foto en el periódico, nota roja. No tan roja. Huella de la malagua en tierra firme. Letras rojas sobre el cuerpo del que se baña en el mar. Playa Abierta. Reventazón de los mares en el patio de la escuela con ojo de adolescente. Ojos del que no tiene, del que busca y no encuentra, del que carece: el mar. Reventazón de olas y flores en la arena. Flor de Muerto, mala suerte nadador. Malagua, libreta abierta en los cristales de una papelería escolar, océano retenido.
GALLETA DE ANIMALITOS
Loma del puerto. Casa del colgado, nido de perros sin dueño. Casa del Ahorcado. Las veredas suben a este sitio desde la misma arena podrida del antepuerto. La huella que deja en la arena vestida de negro y oro el pescador de la red de cerco, a panga y remo, descansa en esta loma de Cuatro Vientos. Viento eterno entre el cerro y el mar. El bote a remo, tenue línea de flotación entre el mar negro y la madrugada. Abuelos acompañados por niños que juegan a ser adultos, que intentan romper los grilletes del sueño en las horas de la madrugada con narraciones de historias del pasado y del futuro, como los hombres interrumpen algún amor en el puerto. A golpe de mentadas de madre. Redes sin sueño. Hilos que en la salinidad nocturna resplandecen más allá de la brasa del cigarro. Diminuta luz sobre escamas y ojos de peces que titilan en la oscuridad, como luceros. Desde a loma del puerto se observa el cabeceo de los barcos mercantes, fondeados en el antepuerto mientras un hombre, casi un niño, teja hamacas con hilo de seda sin teñir de cabo de barco sobre bastidores de tablas miserables mientras bebe sorbo a sorbo su cerveza tibia mejorada con botana de galleta de animalitos.
LUCIÉRNAGA
Muevo mi mano en el sueño. Ando. Agito la oscuridad. Lejos, nunca sé a qué distancia, en el sueño no se miden las distancias sólo los hechos, una luz brilla. La luz me busca, me alcanza. Negrura total iluminada por una mínima candela. Existo. Intuyo en la negrura mis ojos y mis manos. Mi rostro. Los pies que me sostienen. Camino sin ver, ceguera total. Sólo la pequeña luz frente a mis ojos, esa. Desde la luz que vuela alzo la mirada y distingo luceros y estrellas. En el sueño levanto mi mano hacia la negritud. Camino en la oscuridad. La luciérnaga como luz duplicada dos mil veces guía mis pasos con la misma intensidad que acompañó mi sueño una madrugada de viento fuerte y estruendo, allá en el barrio.
VIENTO NORTE
Viento que se lleva el viento, viento fuerte del mar. Norte. Viento que nace en el patio de la casa de mis padres. Norte que malogra la flor. Viento que arrastra con todo, la pantalla de manta percudida de un cine callejero. Viento que deja zopilotes sobre el cable de la luz que atraviesa mi barrio. Aire sin juicio que arrastra con todo: viento que deja a los cuartos y al baño sin ventana, a los ojos de todo el mundo. Viento que no avisa, como un suspiro de mujer enamorada. Viento que deja al baño sin techo, para que los luceros vean tu cuerpo cuando lo enjabonas. Viento que arrastra todo, tendederos y vagones. Camiones de carga que caen en carretera fulminados por brujería. Viento mal agüero, acarreador de la mala suerte. Viento padre. Viento madre. Viento hermano que nos llama a jugar canica en el patio. Viento que juega trompo y balero mientras pasa el mal tiempo. Viento niño en los cuartos de la casa. Aire adolescente que muestra sus senos en un callejón oscuro del puerto. Aire que gime. Mujer en brama. Mujer brasa entre mi traza. Mujer sombra. Mujer aire. Viento mujer que anticipa Muertos.
Foto:Archivo