Día -7. 2024-2030: el verdadero poder en Morena-Andy-Palenque
Oaxaca, Oax. 10 de diciembre de 2012 (Quadratín).-El hombre se detuvo junto a la línea de mar y dijo: -Esta suerte la mía. En la playa un grupo de niños pasó corriendo junto a él tras una pelota. El hombre vestía zapatos con suela de baqueta: negros, bien lustrados sobresalían en la blancura de la arena y el azul del mar.
En la pequeña bahía se podían ver las pequeñas embarcaciones que, veloces, cruzaban un mar limpio y tranquilo, sin olas ni corrientes. Sólo la estela de las hélices marcaba el cuerpo azul.
El hombre caminó unos pasos más en la playa, sacudió la arena de sus pantalones. Era delgado, alto. En cualquier ciudad pasaría por un empleado de oficina o un ejecutivo de empresa. Junto al mar era el hombre de los zapatos negros, se distinguía.
Al mediodía la marca de sudor en la espalda de su camisa de manga larga decía que no era de aquí. Eso pudo haber pasado por alto para los meseros, marineros y pescadores que lo vieron en la playa. Sería un turista más que, despistado por la maravilla del mar, no se dio tiempo de cambiarse de ropa en su hotel. La camisa con sudores bien, como todos. ¿Pero los zapatos negros recién embetunados? En este pueblo no existen los aseadores de calzado.
Primero fue la negra Ancira que llegó hasta el hombre alto, delgado: -Seño -dijo-, quiere sombra? Él volteó a ver el rostro moreno y movió la cabeza negativamente.
Ancira le vio los ojos: -Es viudo -corrió la voz entre las meseras. Alejandra, después que atendió la mesa de los ancianos se acercó al hombre para ofrecerle algo de beber, alimentos. La respuesta fue la misma, un movimiento de la cabeza. No quedó ninguna duda en las mujeres: era viudo y acabado de llegar, recién desempacado que veía con esa fijeza el mar con ánimo de quitarse la vida, que ya para su propósito había iniciado los trámites al negarse en esa forma a beber y comer bajo ese sol. Nada más eso hacía falta en la primera temporada turística del año, un hombre que en la plenitud de la vida se quisiera quitar la existencia en el mar. Ni los viejitos, miren.
Loncho regresó a las seis de la tarde en la Santa Cruz, con buena pesca de pargo. Como todas las tardes las mujeres se acercaron a la embarcación para regateear el precio de la captura y salir a todos los barrios y colonias del puerto a vender pescado fresco para la cena. Luego de discutir precio y acordar fecha y forma de pago las mujeres le dijeron al pescador: -Loncho, ese hombre se va a matar.
-Oiga, amigo, yo a usté lo conozco ¿de dónde? -preguntó Loncho.
-De la iglesia -, respondió el hombre de los zapatos negros.
Loncho no le creyó -más bien tiene cara de licenciado y seguro viene a chingar a los compañeros de la cooperativa, pensó-, pero si algo iba a pasar con aquel hombre lo mejor sería invitarlo a pasar la noche en su casa:
-Tengo una hamaca, y mi mezcal no es malo -insistió al desconocido.
Desde la loma donde plantó su casa Loncho domina la bahía. Todas las tardes, antes de llegar a su hamaca, pasa por el pozo de agua y a jicarazos limpia su cuerpo del agua de mar: si no lo hago mi vieja no me agarra.
Frente a la luz que despiden dos vasos de mezcal, Loncho preguntó:
-¿Y qué, siempre si se quería matar? -el mar respiraba enfrente, como un animal agotado después de correr todo el día bajo el sol.
-¿Matarme, yo? -fue la pregunta que obtuvo como respuesta.
Al poner más interés en las frases que salían de la boca del desconocido, Loncho acercó su rostro al rostro del otro hombre. Insistió:
¿Se quería matar, pues?
El hombre de los zapatos negros -a esa hora de la noche no se veía el brillo de los zapatos, pero el olor a betún que despedían estaba presente donde fuera aquel desconocido-, soltó la risa.
-No señor, para nada -dijo cuando paró de reír-, me paré muchas horas frente al mar para que todos los del pueblo vieran de lo que se trata mi negocio. En este pueblo nadie limpia los zapatos, y quería que vieran lo bien que hago mi oficio.
Loncho fue el primer hombre que se animó a que le asearan sus zapatos entre nosotros. Y también se paró frente al mar muchas horas, para que todos lo vieran.