
Si volviera a nacier, elegiría ser la madre de mi madre
¿Hasta dónde este exilio exterior coincide con otro
más profundo, interior, anterior? ¿Hasta dónde
los idiomas extraños, la ajenidad de rostros, voces,
modos, maneras, encarnan los fantasmas que
asedieron mi propia juventud?
Juan Gelman, Incilios/Exilios, VII
Oaxaca, Oax., 27 de diciembre de 2011 (Quadratín).- La vida creativa de Alejandro Santiago podría reducirse a una expresión, una oración que él mismo expresa en todo momento y en todo lugar: el único acto que un hombre está obligado a hacer en la vida es el de enrollarse a su almohada; lo demás, el trabajo, los placeres, la dicha o la desdicha, llegan solos: no está en su mano procurarlos.
Así este artista plástico originario de Tococuilco de Marcos Pérez, en la región de la Sierra, llegó a exponer en distintas galerías de Francia, España, Italia, Alemania, Holanda y Norteamérica.
Como todo artista oaxaqueño es humilde y sencillo, siempre encuentra tiempo para atender a un periodista, un político, un poeta o levantar a un aprendiz de escultor en las tierras de provincias de nuestro país.
Siempre está rodeado de amigos y colaboradores, no le gusta estar solo. Trabaja para compartir su obra, en una primera instancia, con sus seres queridos: con su esposa y sus dos hijos, con su madre que a los ochenta años lo siguen por dónde ande con la pretensión de llevarlo a misa.
Para este hombre sólo se requiere una historia que ilustre los cientos y cientos de imágenes que pueblan su cabeza. En más de una ocasión me ha dicho: yo no me duermo un día antes; yo me duermo un día después porque permito que me alcance el sueño luego de la medianoche, cuando termino mi día, al anotar en una libreta todos los proyectos a realizar al día siguiente.
Alejandro Santiago expone en los últimos días de diciembre (martes 27) su producción escultórica 2501 migrantes. Alguna historia habrá inventado para darle sentido lógico a la cifra que salió de su cabeza iluminada, pero considero que más allá de la historia que justifica la producción en barro de las figuras, el tema de la migración llevado a las artes plásticas resulta muy actual.
La migración de sur a norte está en la humanidad desde los tiempos bíblicos, pero los humanos no la hemos querido ver. Lo que es más, la hemos combatido. Tanto en nuestro país como en los países llamados desarrollados. En este y en todos los continentes. Nadie quiere voltear a ver al pobre, al necesitado; al que sufre.
Alejandro Santiago lo hace, y comparte con todos nosotros esta su vocación solidaria con el necesitado al exponer su obra en el Andador Turístico, y en las calles del primer cuadro de la ciudad de Oaxaca de Juárez.
Habría que recordar, porque el gobierno tiene mala memoria, que el atrio de la iglesia de Santo Domingo fue escenario, en un amanecer de hace algunos años, del encuentro del cadáver desnudo de un hombre, que después se supo era portador de VIH, sida.
O que en las planchas de cantera que hacen una de las esquinas del atrio de Santo Domingo que todos conocemos como El Pañuelito, mataron a balazos a un porro universitario conocido como El Dragón, y a su acompañante. El crimen fue cometido por dos sicarios que después se fugaron a bordo de una motocicleta por las céntricas calles de nuestra ciudad. La sangre quedó derramada por muchos días en ese mismo espacio que ahora ocupan las esculturas de Alejandro Santiago.
Una noche antes de la exposición, jóvenes y ancianos, niños y viejos, solicitaban se les retratara con las figuras de barro de Alejandro Santiago. Esta convivencia con la obra de arte del ciudadano peatón es lo que busca Alejandro Santiago: establecer un diálogo franco y directo entre la obra y el espectador para que a partir de esta convivencia y diálogo se despierte una determinada sensibilidad en la gente del pueblo que permita el desarrollo de la cultura y las artes en nuestras comunidades.
Una noche antes, también, se le veía a Alejandro Santiago nervioso e inquieto: es la primera vez que mi obra se muestra ante la sociedad oaxaqueña, me pregunto cómo la recibirán, de qué manera responderán al llamado para convivir con la obra, me dijo.
Así es el artista: se sabe que no es profeta en su tierra y teme a una crítica dura, a un rechazo de sus vecinos y conciudadanos.
Pero no hay duda que este hombre no supere con trabajo. Lo vi aquella noche previa a la inauguración dirigiendo a todo un ejército de jóvenes colaboradores. Atendiendo solicitudes de entrevistas, amigos, gente que saludó en otros lugares del país y ahora estaban como turistas en la ciudad. Así, incansable y generoso hasta las horas de la madrugada.
Se requiere de una gran fuerza, una gran visión, para desarrollar una obra creativa, artística, en estos tiempos donde el poder lo devora todo. Poder militar, religioso, económico. Se requiere de un gran espíritu para respirar el Universo y expresarlo en arte desde unas tierras tan necesitadas de lo básico y necesario: esperanza y paz, como lo es esta Oaxaca nuestra.