
¿Hacia dónde va México?
Oaxaca, Oax. 8 de enero de 2013 (Quadratín).-¿Cómo un hombre puede estructurar un sistema de pensamiento que lo lleve a enfrentar hechos que conmueven tanto a su vida? ¿Cómo alguien puede estructurar de tal forma su pensamiento para explicarse un hecho de dolor, como la muerte de la madre?
En diciembre de 1970, durante ocho días, mientras su madre agonizaba, Georges Simenon permanece a su lado en el hospital. Durante esos ocho días estos dos seres, que jamás pudieron amarse, tal vez porque jamás pudieron hablarse, intercambian pocas palabras pero se miran intensamente, con cierta perplejidad y desconfianza.
Esta convivencia en el hospital de beneficencia de la ciudad de Lieja se da entre el afamado novelista belga que cuajó su obra en lengua francesa, y su madre anciana de 91 años, da como consecuencia la obra narrativa titulada Carta a mi madre.
Carta a mi madre está considerada por la crítica mundial no sólo como una obra de rara calidad literaria, sino como una clave para entender toda la extensa obra de Simenon. Poco después de escribirla el autor cayó enfermo.
Simenon, entra así a este dolorido texto: Querida mamá: Hoy hace tres años y medio, aproximadamente, que moriste, a la edad de noventa y un años, y tal vez hasta ahora no haya empezado yo a conocerte. Viví mi infancia y adolescencia en la misma casa que tú, contigo, y, cuando me separé de ti para trasladarme a París a la edad de diecinueve años, seguías siendo una extraña para mí.
Esa es la entrada de este escrito dolorido: la madre agoniza y cuando el escritor acude a verla, la anciana le espeta: Georges, por qué viniste.
Coincidencia o no, motivo de estudio para psicoanalistas, el caso es que doce meses después de la muerte de su madre, Simenon, uno de los novelistas más fecundos del siglo pasado, deja de escribir novelas.
Este es el hecho: el hombre a través de su literatura trata de explicarse un mundo que le resulta adverso: al tratar de hacerlo en palabras, en la obra, pierde la consistente voz literaria que poseía.
Aquí viene a colación lo que me dijo un día el maestro Eusebio Ruvalcaba: escribe todo lo que puedas, de inmediato, porque no sabemos quién nos presta la voz para escribir: quien nos la presta un día, así puede regresar para quitárnosla. El caso de Simenon así lo comprueba.