
México y la semana aquimichú
Oaxaca, Oax. 19 de junio 2012 (Quadratín).- Una columna de humo se levanta desde la esquina de una calle sin pavimentar hasta un cielo alto, lejano. La gente quema la basura con la esperanza de alejar la nube de mosquitos.
Al amanecer, hasta la calle llegan los ruidos que emite el televisor a todo volumen: noticias de lugares lejanos, la voz de mujeres bellas con dientes relucientes y cabellos sedosos.
El día comienza mientras adolescentes conversan sus sueños a media calle, a plena luz, mientras descalzas caminan por el mandado para preparar el desayuno.
En el aparato de sonido anuncia una voz conocida desde antes de nacer, Sóstenes, Pangalino, mientras el grupo de borrachos se reúnen en la esquina de la tienda de doña Tina a comentar la jornada futbolera del domingo anterior, para saciar su sed y su desesperación.
El grupo permanecerá compacto en número, que no en sus integrantes porque el efecto del mezcal hincha patas los irá venciendo mientras llegan otros ebrios a ocupar sus lugares.
Adolescentes en triciclo venden en vía pública atole y gelatinas, llaman a la puerta de los vecinos mientras comentan sus anhelos, sus deseos. Estas pequeñas mujeres iniciaron su jornada de trabajo desde el amanecer, cuando se levantaron a preparar el maíz ante la mirada de la lumbre.
En la esquina opuesta se levanta un templo protestante improvisado donde el pastor sacude de tanto en tanto las sagradas escrituras mientras con la mirada intenta espantar, como quien hace un milagro, las moscas.
Cristo resulta un lujo en esta colonia de desesperados, detenida en la nube de mosquitos, muertos de hambre que sólo esperan llegar a la tarde, la noche.
El pastor lo sabe y sostiene su fe con la rutina y el chisme, la gente llega a contarle su vida y sus penas, a alivianar su alma.
Arranca el día desde la columna de humo que se levanta hacia un cielo poluto y lejano.