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De la misma manada
Oaxaca, Oax., 28 de febrero de 2012 (Quadratín).- Para esta entrega de la Columna, parto de dos consideraciones: en Oaxaca la literatura cobra cada año más fuerza, más presencia, por los distritos y los municipios, en esta ciudad capital. Segunda: los jóvenes que están haciendo esa literatura se encuentran en la búsqueda de su estilo, su voz literaria, aquella expresión que los distinga y singularice, como un buen vino.
Hace algunos 20 años existían en municipios y ciudad capital médicos que escribían cuentos, profesores que hacían la monografía del pueblo donde les tocó trabajar; burócratas que de vez en vez hacían poemas de amor porque los dejó su amante o de muerte si se les moría el perro o la abuelita.
No critico eso, en ningún momento. Si la literatura pertenece a una tradición, esos escritores de medio tiempo son nuestro origen, el lugar desde donde partimos; así: a medias y con una actitud vergonzante, que mejor quisiéramos esconder. De esos escritores venimos.
De un tiempo a la fecha aparecieron por todo el territorio jóvenes que se aventuraron a dedicar su vida a la escritura. Incursionaron en un primer momento en el periodismo y luego abandonaron esas filas para integrarse a las letras. Como dijo nuestro Andrés Henestrosa: Voy a salir de mi pueblo para morirme de hambre en la ciudad, ¿a ver qué pasa?.
A lo Hemingway o la lo Pérez Reverte, pero sin cubrir guerras o conflictos fratricidas, sólo reporteros del hambre en calles sin nombre y sin destino.
Por aquellos años no existían los llamados talleres literarios y si uno quería llegar a la redacción de su periódico a escribir una nota de las llamadas por los licenciados en ciencias y técnicas de la comunicación de color, simplemente se reían los compañeros tunde máquinas del iluso. Así estaba esta Oaxaca nuestra, descalza.
Aparecieron otros medios, otras plataformas de comunicación, y se otorgó espacio a otras maneras de hacer periodismo. Y llegaron las generaciones de jóvenes que quieren entregar su vida a las letras sin pasar por el periodismo ni nada de esas cosas. Jóvenes universitarios, así que ya no quieren ser maestros o licenciados o médicos que se ganan la vida con otro oficio y dedican sus horas de asueto a las letras. Son jóvenes que quieren escribir y van a la universidad y creen que lo saben todo.
Así nos encontramos por estos días con las nuevas generaciones que quieren publicar su primer libro de poemas, su primer libro de relatos o la primera novela. Nacieron editoriales literarias en tiempos de penurias con perspectivas de crecimiento. Lo que es más: las nuevas plataformas tecnológicas de la comunicación ya hacen posible tener publicado un libro en línea, los llamados e-boock.
Ya liberados del miedo de entregar su vida a la literatura, los jóvenes se encuentran ante otro problema: ¿cuáles son los temas de la literatura? Y se integran de cuerpo y alma a la enorme fila de escritores que no escriben.
Y andan por la calle mirando, escudriñando todo mientras los espera una computadora portátil virgen en la habitación, una máquina de escribir con el papel dispuesto, como si fuera una prostituta en su cuarto de trabajo; una libreta inmaculada.
Se les observa con la tristeza en el rostro como una caspa fiel que los persigue a todas partes, que se mete en sus sueños.
Con la tristeza pegada al pecho, como un amor maligno. Como una desilusión ante la vida. Como si recién hubiera muerto su abuelita o falleciera su perro cachorro de repente atropellado por un auto o un maldito camión pasara en la calle a toda velocidad para nada, para atropellar el balón de futbol que trajo papá.
Un día me tocó preguntar al maestro Jaime Sabines aquello de qué le recomendaba a los jóvenes poetas para tener las fuerzas e insistir en la literatura: vivir, me dijo el maestro sin dudarlo; luego de la vez número 34 en que salió del hospital, por el cáncer aquel que lo acosaba.
Ahí van los jóvenes escritores oaxaqueños que buscan su voz, su tono de expresión. Bien cabría recordarles aquí lo del maestro Sabines, para permanecer en el asunto de las letras: vivir, que algo sabía el viejo del asunto.
Bien, una respuesta para meterla en los bolsillos y salir a caminar bajo la lluvia repentina, como la solidaridad humana en estos tiempos de capos y guerras y desgracias y transiciones que no anticipan nada.
Respuesta al fin en tiempos de calores y enfermedades en este febrero bisiesto en este país agobiado por traiciones y desgracias, cataclismos inefables; peores curas y mal gobierno.