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México no se arrodilla ante EU, ya está postrado ante el narco
___¡Víbora!
Oaxaca, Oax. 5 de diciembre de 2012 (Quadratín).-Esta es la historia de un hombre que murió con una sonrisa en los labios, Quincas Berro Dagua. Esta es la historia de un hombre nacido en Bahía, Brasil, que quiero contar en quinientas cincuenta y cuatro palabras. Esta es la pequeña historia de un hombre de vida larga que en un principio la alta sociedad bahiana lo conoció bajo el nombre de Joaquim Soares da Cunha, funcionario de la Dirección General de Rentas del Estado, casado con Otacilia y padre de su hija Vanda. La historia del hombre que en su edad adulta perdió la cabeza y abandonó a los suyos para convertirse en un vagabundo, farrullero y fornicario, la historia de un ex hombre bueno que el día de su muerte, siendo él un perdido, metió en menudo problema a su acomodada familia.
Este hombre portaba dos nombres, dos historias, pues: el del padre ejemplar que casó bien a su única hija, funcionario modelo de la Dirección General de Rentas del Estado; y el del hombre que hizo padecer por diez años a su familia, Rey de los vagabundos de Bahía, lo llamaban en las columnas de sociedad de los periódicos, Filósofo andrajoso de la rampa del Mercado, lo nombraban escritorcetes ávidos de pintoresquismo, patriarca de las zonas del bajo meretricio.
Hasta hoy sigue habiendo cierta confusión en torno a la muerte de Quincas Berro Dagua. Dudas por explicar, detalles absurdos, contradicción en la declaración de los testigos, lagunas diversas. No hay claridad sobre la hora, lugar y frase última. La familia, apoyada por vecinos y conocidos, se mantiene intransigente en la versión de la tranquila muerte matinal, sin testigos, sin aparato, sin frase, muerte acontecida casi veinte horas antes de aquella otra, tan propalada y comentada, en la agonía de la noche, cuando la luna se deshizo sobre el mar y ocurrieron misterios en la orla del muelle de Bahía. Hasta aquí este precioso primer párrafo del autor hoy tan querido en algún sector noctívago de la televisión nacional (recuerdan ustedes aquella telenovela brasileña denominada Tieta, pues hablamos del mismo hombre), Jorge Amado.
La primera parrafada en una novela es importante, dicen los que saben de esos asuntos. Pues bien, señoras y señores, así dicen ahora los cronistas deportivos, que para entrar en la lectura de una novela de este porte bien debería uno portar esa indumentaria mental deportiva, dispuestos pagar el importe, a ganar o perder en buena batalla. Y con la mayor tranquilidad del mundo, como si estuviera realizando el acto más trivial, se fue hacia la puerta y no volvió. Dice este otro párrafo que cimbra, siembra y hace que retiemble en su centro la tierra.
¿O sea que se puede uno así, sin más, pelar de su casa?, ¿o sea que cualquier hijo de vecino un buen día puede amanecer y sin pensarlo dos veces salir a la calle para biengastar la existencia?
Porque no es otra cosa la que hace Quincas, salir a la puerta para ganar La calle después de estar toda la vida al lado de una auténtica víbora y su viborita. Su mujer, su hija, pues. O seas que se puede. Bien decía mi maestro de primaria,tienen que leer para que no lleguen a ser unos simples burros en esta vida. Bien. O sea que se puede. O sea que. O sdea.
*Los viejos marineros, Amado Jorge, Origen/Seix Barral, Colección Obras maestras del siglo XX