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Oaxaca, Oax. 21 de enero de 2013 (Quadratín).-Mujeres vestidas con enagua del color de la Pasión de Jesucristo, huipiles negros con cincas de listones negros, negro sobre negro, ocupan las sillas en la sala de la casa de mis padres. Elevan sus rezos a un aire cargado de sol y mosquitos. Tarde de otoño, día de Muertos. Rezan por el alma de mi hermana muerta en este año. Vienen desde otros rezos, otros muertos, a cumplir con la finada. Cargadas de tamales de hoja de plátano y atole de leche entraron a ocupar su sitio en el rezo.
___Niño, no corras.
Casa de mis padres, espacio del rezo y del incienso, de la media luz, de los cirios, del pabilo y su mariposa de corcho que flota eternamente en el vaso con aceite y agua. Así, desde los días de la infancia el rezo de las mujeres. Los espejos cubiertos por mantas blancas en y un vano esfuerzo por impedir la reproducción de los cuerpos. El televisor y la radio desconectados de la toma eléctrica para evitar pensamientos de fiesta y alegría. Sólo los rezos y el incienso en este atardecer sin extremo en que vino a terminar mi vida, interminable.
Las mujeres, desde niñas, aprenden los rezos. Mujeres que en otro tiempo fueron jóvenes hoy lucen ancianas. Mujeres que rezan, en toda mi vida. Mi hermana rezó por mi padre, por mi madre. Hoy vienen las vecinas a rezar por ella a casa de mis padres. Todo se extingue en esta tierra. Hasta el ferrocarril, que parecía eterno, dejó de pasar a las 7:30. Los hombres aguardan en la cantina que pase este mal tiempo. Beben lentos sorbos de cerveza helada. Menguan su soledad en conversaciones tontas con otros hombres que huyen del olor del pabilo quemado, del incienso. Del rumor del rezo de las mujeres.
Acuden a la vieja casa junto a la carretera más mujeres vestidas de riguroso negro; la casa de mis padres. Sus voces se levantan más allá del calor y los mosquitos. La noche anterior a este 2 de noviembre las mujeres pusieron el altar con ofrendas para mi hermana, muerta fresca. Recién muerta. Resulta curioso que hoy le escriba un poema a su muerte, apenas el año pasado fue al Todosanto Nuevo de la vecina.
___Niño, estate quieto.
El cirio que arde. Cera que se derrite y escurre sobre el cuerpo y el tiempo del doliente. La puerta de la casa de mis padres, abierta de par en par, se ilumina con pencas de hojas de plátano verdes, muy verdes con pequeñas gotas de agua, como lágrimas derramadas en la madrugada.
Las moscas sobrevuelan el rezo. Mediodía. Sol del zenit. Todo se detiene: el mundo, los árboles, las bestias, los hombres mientras las mujeres elevan sus rezos por el alma de mi hermana. La luz del sol entra con violencia hasta la sala de la casa de mis padres. Mis letras intentan darle descanso a mí corazón; un lugar para el reposo de mi corazón, la letra, pero nada logran ante esa voz uniforme, pareja, tupida, de las mujeres que llegan con vestido de luto.
___Entiende, niño.
Una mariposa blanca, sobrevuela, diminuta, el patio recién barrido. Escribo y transpiro, saturada mi alma del rezo de las mujeres. Gloria al padre. Gloria al hijo. Ruega por ella. Ruega. Ella. Santa María, madre de Dios. Las almas piden consuelo. Nadie sabe dónde están las almas del muerto fresco, muerto tierno. En el patio de la casa de mis padres revienta el sol. Todavía extraño el árbol de mango y el palo de morro donde jugaba al Encantado con mis hermanos. Donde hicimos el campamento de nuestra infancia al cuidado de los ojos atentos de padre que sorbía café mientras escuchaba en el radio receptor de baterías el juego de pelota.
El límite de la casa de mis padres es la carretera que conduce al puerto, hacia la inmensidad clara del océano. El ruido de los autos veloces disputa el aire detenido en este mediodía con el rezo de las mujeres. Todos los sonidos me previenen de la desgracia, el dolor. Escucho atento lo que me dice la vida que transcurre lenta en el rezo de las mujeres. Santa María, ruega por ella. Madre de la Iglesia, ruega por ella. Madre admirable, ruega por ella.
El olor del copal me devuelve a la infancia donde escuchaba rezar a madre y hermana, ya finadas en este mediodía de Muertos.