
Tareas de Claudia sin AMLO: economía y Casa Blanca
Oaxaca, Oax. 19 de agosto de 2013 (Quadratín).- Uno debiera poner el nombre de los poetas a sus animales entrañables. Sería una buena forma de difusión para la poesía. La gente podría andar en la calle y escuchar a una joven bella llamar a su perro con el nombre de Pablo, por ejemplo. Los poetas no son muy populares entre la gente, hay que reconocer. Los padres de familia para popularizar la lectura de poemas entre los jóvenes debieran poner el nombre Ezra a su gato, maullaría sosegado en la madrugada después del aguacero. Las mujeres solas podrían gritar con orgullo, sin el menor pudor en la sangre, ¡Jaime, ven aquí! Y se echaría a sus pies el perro fiero. Las viudas, siempre dadas a la podrían nombrar al perro lanudo sin ahogarse en llanto, Tristan. Sería grato escuchar el susurro de un hombre mayor frente a la calle sola, Alejandra. Sería bueno que la gente llamara con el nombre de un poeta a sus animales tan queridos. Pessoa sería un buen nombre para un cocodrilo siniestro.
Foto: Archivo