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México y la semana aquimichú
Oaxaca, Oax. 11 de enero de 2013 (Quadratín).-Al hombre le dieron electrochoques en algún día de su vida: para controlar los demonios que habitaban en su cuerpo, para calmar sus ansias, sus vicios. Nació en Oak Park, en 1899. En 1917 comenzó a trabajar para el periódico Kansas City Star. Desde los quince años de edad se aficionó al alcohol. En 1960 se quitó la vida en su casa de Ketchum, Idaho. Para 1954, año en que la academia sueca le otorga el Nobel de literatura, su nombre ya era ampliamente conocido por el mundo: Ernest Hemingway.
Su teoría literaria era la siguiente: Los buenos libros son más ciertos que si hubiesen sucedido de verdad y en los cuales, cuando terminas de leerlos, sientes que todo sucedió y después, que todo te pertenece: lo bueno y lo malo, el éxtasis, el remordimiento y el dolor, la gente y los lugares y cómo estaba el tiempo.
Para Hemingway escribir es básicamente un acto de amor donde se piensa en la otra persona a quien uno ama cuando se escribe: Creo que uno escribe básicamente para dos personas: para uno mismo, tratando de hacerlo absolutamente perfecto; o si no, maravilloso. Después uno escribe para la persona a quien ama, lo mismo si ella puede o no puede leer o escribir, y si está viva o muerta.
El hombre acostumbrado a la caza de leones y elefantes, a las corridas de todos; el corresponsal de guerra, define su actividad frente a la literatura: Tengo que escribir para ser feliz, me paguen o no por ello. Pero es una enfermedad infernal haber nacido así. Me gusta hacerlo. Lo cual es aún peor. Eso convierte a la enfermedad en un vicio. Además, quiero hacerlo mejor que nadie lo haya hecho, lo cual lo convierte en una obsesión. Una obsesión es terrible.
Algunos críticos literarios nombran lo que ellos han dado en llamar literatura verdad aunque no sé si exista una literatura mentira. Hemingway aclara sobre el punto: La cosa más difícil de hacer en el mundo es escribir prosa del todo honesta sobre seres humanos. Primero, hay que conocer el tema; después, hay que saber escribir. Ambas cosas toman una vida para aprenderlas.
El Nobel del 54 define su escritura en una sentencia, casi una cláusula: Seriedad absoluta en lo que se escribe, es una de las dos necesidades categóricas. La otra, por desgracia, es el talento.
Hemingway no apto para chamacos. He bebido desde que tenía quince años y pocas cosas me han dado más placer. Cuando trabajas duro todo el día con la cabeza y sabes que debes volver a hacerlo al día siguiente ¿qué otra cosa mejor que el whisky puede cambiar tus ideas y hacer que continúen en otro nivel?
También poseía esta otra regla de oro: Mi entrenamiento consistía en no beber jamás después de la cena, ni antes de escribir, ni mientras escribía.
Estas líneas arriba transcritas son parte del ideal de trabajo de un autor del siglo pasado. Para estos días, creo, los escritores ya no tienen reglas, ni ideales, ni sistema de trabajo, ni teoría del trabajo literario. Ahora son gente que se emborracha o se droga mientras labora, algo que resulta de bastante mal gusto.