
México y Canadá, realidades distintas
Oaxaca, Oax. 24 de marzo del 2012 (Quadratín).- En términos generales, es evidente que el hombre obedece por dos razones fundamentales, a saber: por coacción o por la fuerza, cuando piensa que la no obediencia le puede traer un daño o un perjuicio; o también obedece por consentimiento; cuando el acto de obedecer es a conveniencia de la aceptación, sea por hábito, por tradición o por aceptación.
Aquí es importante destacar que la obediencia política tiene que ser, de alguna manera legítima. Es sólo legítima si es producto del consentimiento.
Obedecer políticamente por consentimiento es una derivación de la obediencia política por contrato que abordamos en el artículo anterior, donde citábamos la aportación teórica de Hobbes en su gran obra El Leviatán.
También es importante decir que el consentimiento es un acto voluntario y autónomo de la persona para obedecer a un gobierno.
Consentir a un gobierno es aceptar autónomamente las normas, disposiciones y políticas de un gobierno.
Es evidente que tal consentimiento puede ser explícito o implícito; esta situación le hace vincularse con un gobierno de tipo democrático, en sentido de que goza de la legitimidad necesaria.
También es importante puntualizar que no es necesario el consentimiento de la totalidad de las personas, basta con la mayoría, pero sin descuidar a las minorías.
La posibilidad del consentimiento para aceptar un gobierno, nace de la cualidad libertaria e igualitaria del hombre. Sin estas cualidades es imposible el surgimiento de la autonomía del consentimiento. No es válido solicitar el consentimiento de un esclavo.
John Locke nos ayuda a clasificar esta tesis cuando afirma: siendo todos los hombres por naturaleza libres, iguales e independientes, nadie podrá ser sustraído a ese estado y sometido al poder político de otro sin su consentimiento, el cual se declara conviviendo con otros hombres juntarse y unirse en comunidad para vivir cómoda, resguardada y pacíficamente, unos con otros. (Locke, John. Ensayo Sobre El Gobierno Civil. Edit. Porrúa, Mex. 1998. P. 57).
Sobre la cuestión de la legitimidad, Locke afirma: y así lo que inicia y efectivamente constituye cualquier sociedad política, no es más que consentimiento de cualquier número de hombres libres, aptos para la mayoría, a su unión e ingreso en tal sociedad. Y esto, y sólo esto, es lo que ha dado o podido dar principio a cualquier gobierno legítimo del mundo (Locke: 1998. P. 59).
En resumen, la obediencia política puede ser explicada a partir de la teoría del contrato social y la teoría del consentimiento, siguiendo a dos autores clásicos: Hobbes y Locke.
En memoria de Mario Molina: Bi gualash.
El gran escritor serrano acaba de morir, en su honor reproducimos un párrafo de su libro Pancho Culebro y los Nahuales de Tierra Azul.
Pequeña niña, flor en botón. Los migrantes son lágrimas que expulsó el dolor, son durmientes que agilizan el camino del tren, leña y paja de máquinas de los ricos; río de vidas arrancadas; tierra que regresa en polvo. Lejos van estas vidas calcinantes, almas erosionadas de injusticia, donde la frontera caza la pobreza, donde la voz y el pensamiento nuestros están apagados, donde nadie opina. Desde entonces están abandonados los cerros. Ya no se oye el canto de la flauta de carrizo ni la voz del machete en el monte. Los que se van, en una red cargan todo: rostro, historia, lengua, religión, tradiciones, para abandonarlos en alguna peña del candente desierto, perseguidos por el menosprecio y por las balas del vecino. Allá quedan sepultados el maíz de temporal y la alegría nativa. ¿Cuántas veces se habrán preguntado si algún día regresan? ¡No! Los ríos no regresan, las lágrimas tampoco. Los ríos se van consumiendo en el camino, en la espesura, en los riegos, en los sembradíos y el mar abierto o, simplemente, los consume el tiempo para regresar hechos cenizas.
Es evidente que nuestro buen amigo Mario Molina entendió perfectamente la dura realidad de los emigrantes indígenas de nuestras tierras. Los pueblos indígenas hemos perdido un hermano de lucha y de convicciones, seguiremos su ejemplo día con día: ¡Hasta la victoria Mario!