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Oaxaca, Oax. 23 de septiembre de 2012 (Quadratín).- El importante problema que se plantea en la filosofía política, como lo anotamos en nuestro anterior artículo, consiste de si las virtudes son enseñables o no, la respuesta a este problema nos conduce necesariamente a una teoría de la democracia. Si se parte de la idea de que son enseñables, luego entonces, sólo los que pueden acceder a la educación pueden ser buenos ciudadanos o excelentes gobernantes, cuestión que manifiesta de inicio una diferenciación entre gobernantes y gobernados, pero si todos logran acceder a la educación podemos arribar a una sociedad justa y plenamente democrática. Una buena educación implica la existencia de ciudadanos virtuosos que tendrán la posibilidad de encontrar una igualdad en la participación política.
Para legitimar la tesis de que todos los ciudadanos tienen las virtudes para participar plenamente en la política, Protágoras uno de los más excelentes sofistas, nos cuenta el mito de Prometeo al tenor de la siguiente narración: El mito inicia cuando los dioses griegos se dispusieron a crear los seres vivos de la tierra, ordenaron a Prometeo y a su hermano Epimeteo que distribuyeran las capacidades a cada uno de los seres vivos de la forma más conveniente. A Epimeteo, menos sabio le tocó la tarea de distribuir las capacidades físicas (fuerza, rapidez, debilidad, alas, recursos de huida, protección contra las estaciones del año, medios de alimentación, etcétera), de manera equilibrada, a fin de que las diversas especies no fueran aniquiladas entre sí y pudieran generar descendencia.
Pero en la inspección de reparto, Prometeo advierte que su hermano, sin darse cuenta, había gastado todas las capacidades en los animales, dejando totalmente inerme la especie humana, cuya naturaleza quedó desnuda, descalza, sin coberturas ni armas. Ante el error de Epimeteo, Prometeo decide robarle a Hefesto su técnica de utilizar el fuego y a Atenea su saber práctico a fin de dotar al hombre de algún tipo de protección y de apoyo. Si bien gracias a este robo de Prometeo (que fue castigado por ello) el hombre obtuvo el saber técnico manual para su vida, mediante la cual pudo equiparse en términos de vivienda, vestimenta y alimentación, sin embargo, tal saber resultó insuficiente para sobrevivir entre los demás animales. Fue evidente que al hombre le faltaba la técnica política (al que le pertenece también la técnica bélica), dependiente del gran Zeus, los hombres no podían llegar a reunirse pacíficamente y por tanto, formar las polis o ciudades, sino que terminaban por atacarse mutuamente, dispersándose y finalmente pereciendo. Ante esta problemática y con el fin de evitar la extinción de la raza humana, por motivo de estas luchas, Zeus envió a Hermes que trajera a los hombres la vergüenza y la justicia, para que hubiera orden en las ciudades y vínculos de unión en amistad.
El reparto de la vergüenza (aidós), entendida como sentimiento de dignidad, respeto, pudor o discreción, y la justicia (díke) por parte de Hermes, a diferencia de los saberes técnicos distribuidos de manera parcial (como por ejemplo la técnica médica o la arquitectura), debe hacerse, por orden de Zeus extensivo a todos los hombres, comprometiéndolos de esta forma a la participación política por igual. (Suáres, Lucas: Platón y la Política. Editorial Tecnos, Madrid, 2010).
Como se desprende de este mito, si bien es cierto que los hombres se pueden diferenciar por los saberes técnicos no lo son en el campo de las virtudes políticas, por lo que a partir de las tesis que se desprenden de este mito, se puede decir que la virtú política es innata en los seres humanos y no es enseñable, cosa por demás es posible en los saberes técnicos. La virtú política permite el régimen democrático porque todos los hombres estarían plenamente capacitados para participar en las asambleas y por ende, ser sorteados para los cargos públicos. En esta óptica adquiere su verdadera dimensión la importancia de vivir en la polis o en la comunidad, tal como nos lo dice Werner Jaeger en su magnífico libro Paideia: Los Ideales de la Cultura Griega, FCE1967, la superior fuerza del espíritu griego depende de su profunda raíz en la vida de la comunidad. Los ideales que se manifiestan en sus obras surgieron del espíritu creador de aquellos hombres profundamente informados por la vida sobreindividual de la comunidad. El hombre, cuya imagen se revela en las obras de los grandes griegos, es el hombre político.
A través de los siglos se ha llegado a sostener que la política es un saber técnico y que es posible su enseñanza y desde luego, su conocimiento; esta tesis es sostenida por las universidades del primer mundo como las americanas y es la tendencia de las universidades y centros de enseñanza superior de nuestro país. No es de extrañarse entonces que los gobernantes formados de esta manera sean faltos de las virtudes de la política. Así, la falta de la virtud de la vergüenza y todo lo que trae aparejada, en los ciudadanos y en nuestra clase gobernante nos ha conducido a la ruina de nuestra República.
Desde el triunfo de la tecnocracia política que sustituyó a los priístas nacionalistas en el gobierno, la decadencia en las virtudes es un mal en nuestro régimen político. Es hora de devolverle a la política su sentido original: ser una virtú necesaria para la formación de buenos gobiernos. Necesitamos de nuevo a Hermes para que podamos asumir plenamente la virtud de la política.
La enseñanza del mito de Prometeo es que para que exista una buena asociación política (el Estado), es necesario que todos los ciudadanos participemos de la virtud, esto es, de la justicia, de la sensatez, la sabiduría, la valentía y la piedad.