
Desaparición Forzada
Oaxaca, Oax. 2 de diciembre de 2012 (Quadratín).- Todo pueblo se puede constituir por ciudadanos y por súbditos, ambas categorías son contrapuestas, la una es la negación de la otra. Las dos categorías, habría que precisarlo, son categorías políticas. Las dos se definen y de autodefinen en determinadas relaciones de poder, son producto de fuerzas políticas, no son invenciones sino construcciones históricas. Ambas categorías son praxis políticas; ambas no se determinan por alguna mente sabia o prudente pues son producto de las relaciones políticas en un momento determinado de la historia. La construcción de ambas no son reflejo de gobiernos, por el contrario, ambas crean gobiernos. Todos los gobiernos se asientan sobre grados, tipos o categorías de ciudadanía o de súbditos. Solamente la acción social construye ciudadanía o súbditos.
Las leyes no construyen ciudadanía, sino son los ciudadanos quienes construyen a las leyes. Los ciudadanos o los súbditos no nacen por decreto, son producto de la acción política misma. La gran diferencia entre ambas categorías políticas, son los grados de libertad de que gozan. Los súbditos no son libres porque son objeto de acción del gobernante; el súbdito guarda una relación de dependencia personal con el gobernante, ambos se pasan sus humores, por eso, para el gobernante es difícil el gobierno de los súbditos, pues en las relaciones personales siempre habrá conflictos, tenciones y a veces respuestas violentas. No es casual que en Oaxaca las pérdidas de vidas humanas se da entre los súbditos es decir los pueblos indios.
La necesidad del gobernante por el súbdito hace suyo el olvido hacia el Estado y asimismo, el olvido del Estado hacia el súbdito. El gobernante y su relación con los súbditos no es incondicional e ilimitada, había que construir y reconstruir esa relación a diario, a cada momento.
Para mí, un camino posible para que los hombres y mujeres de los pueblos indios pudiesen abandonar su condición de súbditos es la construcción de la ciudadanía multicultural, es decir, que los pueblos originarios de Oaxaca ganen su libertad. Es bien cierto que el indio vive plenamente su ciudadanía en el interior de su comunidad, sin embargo, su relación con el gobernador es de súbdito y desde luego, de dependencia. La sacralización del poder del gobernador hacia los indios oaxaqueños es una realidad; El reconocimiento de la doble ciudadanía, la del Estado y la de la comunidad es un imperativo en Oaxaca. Oaxaca encontrará el camino de la estabilidad si se construye la ciudadanía y se abandona la condición de súbdito de su población indígena.
Por otro lado, como hemos sostenido, la ciudadanía es una condición política y de ninguna manera es un estado; en cuanto condición política está sujeta a una compleja relación de fuerzas y factores que la limitan, desarrollan o expanden. La ciudadanía es una construcción que se realiza cotidianamente, mediante una lucha de fuerzas por conquistar y mantener la libertad, saber y poder liberarse del sometimiento a otras fuerzas, costumbres, desde luego, del poder de dominación de la clase gobernante. Existe una incansable necesidad de dominio de la clase gobernante, pero asimismo existe la incansable voluntad del ciudadano por ser libre, por tanto, es un actor socio-político por autonomasia.
Las cualidades de ciudadanía no le vienen a las ciudadanía desde fuera, sino desde adentro, en ella misma, por ello, goza de una amplia racionalidad de sus alcances y poderes. Cuando los ciudadanos sienten el peligro de pérdida de libertad, ganan los espacios públicos, porque ella misma es espacio público, de ninguna manera es espacio privado. De aquí qué toda acción ciudadano tendrá un alto valor político, por eso, el gobernante deberá de mantener la debida relación política de respeto hacia la voluntad ciudadana. Gobernar a espaldas de la ciudadanía es una mala conseja.
Por lo anterior, no es de extrañarse que la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos sea observado con un aumento de la calidad democrática de cualquier régimen político, pues no se les puede negar el derecho y tal vez el deber de consulta en las deliberaciones sobre los asuntos de gobierno. Por esa razón toda acción y comportamiento ciudadano tiene directa o indirectamente un efecto de gobierno, no sólo porque hace mejor gobernable la sociedad sino también porque de alguna manera contribuyen a su gubernamentalidad (Sánchez-Parga, José: 2005. p.419).
Por esta razón, es importante mantener una buena disposición respecto a los reclamos ciudadanos de las ciudades oaxaqueñas, siempre en el entendido de que la lógica ciudadana obligaba un desarrollo institucional; de aquí la intensa presencia de los delegados, delegados especiales y subdelegados de gobierno en todo el territorio oaxaqueño.
La conservación de los espacios de libertad, logrado por los ciudadanos oaxaqueños, como espacios ajenos a la acción gubernamental, en el entendido de que toda injerencia de poder implica poner límites a la libertad ciudadana. La mejor garantía para mantener los niveles de libertad, son entonces, el respeto a la voluntad de los ciudadanos; cuando esto no es así, los ciudadanos de las ciudades y los pueblos pronto reclaman estos espacios.
La incorporación de los ciudadanos al ejercicio administrativo de gobierno no es garantía para una ampliación de sus libertades, pues se entiende perfectamente que el poder que pudiesen tener los ciudadanos reside en la libertad y no en el ejercicio de gobierno, se entiende que todo ciudadano que se incorpora al ejercicio gubernamental lo deja de ser al convertirse en dominador.
Lo que queda claro es que la dualidad del pueblo oaxaqueño expresado en una ciudadanía y en la existencia de los súbditos, hacen del ejercicio del gobierno también una acción dual que dificulta la gobernabilidad. No entender esta dualidad conducirá a los gobernantes oaxaqueños a un seguro fracaso de gobierno.