
El uso del pasado
Oaxaca, Oax. 9 de diciembre de 2012 (Quadratín).- Nos parece pertinente precisar el concepto de gobierno para tener mayor claridad de nuestra realidad como seres que viven en un orden político y para mejor comprensión de las tesis que hemos venido manejando. La palabra gobierno procede del latín gubernaculum; en su origen, esta palabra hacía referencia a un instrumento técnico que permitía conducir y mantener el rumbo de una nave. Este instrumento, en griego, se denominaba timón. Esta idea de timón no sólo significaba la idea de conducir, de dirigir, sino que también significaba organizar. De aquí que la idea de organizar nos conduce a la idea de gobierno como la forma de organización de la comunidad política.
La forma de organización de la comunidad política, es decir, el gobierno, tiene como propósitos fundamentales, garantizar la existencia de esa comunidad política, que esa comunidad viva en paz y en concordia, así como lograr la felicidad de los hombres que la integran. El gobierno como constructo humano, necesita de permanencia, de estabilización, si se me permite el término, en este sentido, toda estabilización, permanencia y continuidad de un gobierno se le llama Estado. La forma determinada, histórica, en particular y específica de la organización política se le denomina régimen político. No habría pues que confundir gobierno, Estado y régimen político.
La institucionalización del gobierno es decir el Estado, es una necesidad, su inexistencia conduce al hombre a la barbarie, a la lucha de todos contra todos, es la posibilidad de que la sociedad se consuma así misma según Engels. En la historia humana han existido diversas interpretaciones sobre la formación del Estado. Para el viejo Aristóteles, el Estado en cuanto asociación se forma en vista de algún bien, puesto que los hombres, cuales quiera que ellos sean, nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece ser bueno. (Aristóteles. La Política. Editorial. Nuevo Talento. México. 2008, p. 11). El bien del Estado es entonces la asociación política, esta asociación debe ser autónoma, autárquica, autosuficiente, es decir, un medio para satisfacer las necesidades del pueblo; cuando el Estado no tiene estas características y no cumple con estos objetivos, estaríamos hablando de todo menos de un Estado. Si esto es así, Aristóteles puede derivar, por el hecho de la necesidad de la asociación, que el Estado sea un hecho natural y que el hombre también sea naturalmente sociable, y que el que vive fuera de la sociedad por organización y no por efecto del azar es, ciertamente, o un ser degradado, o un ser superior a la especie humana; (Aristóteles. op.cit. p. 14). El primer caso por imposible y el segundo caso por innecesario.
El Estado como asociación de sentimientos de lo justo, injusto y del bien y del mal a través del habla es un hecho histórico. Queda claro que el Estado es una necesidad humana, pero aquel que no puede vivir en sociedad y que tampoco tiene necesidades, nos dice Aristóteles, no puede ser nunca miembro del Estado; es un bruto o un Dios. Esta necesidad natural del Estado, hace evidente el no cuestionamiento por Aristóteles de su carácter, mejor dicho, lo observa como un bien, por el contrario, para Carlos Marx, si bien es cierto el Estado es una necesidad no puede negarse su carácter clasista, es decir, es un instrumento del dominio de una clase sobre otra.
Para otros autores como Spinoza, el Estado nace como una necesidad de socorro mutuo y para no llevar una vida desgraciada y gozar de una vida dichosa y llena de tranquilidad, los hombres para entenderse mutuamente necesitan del Estado. Por el Estado los hombres renuncian a seguir la violencia de sus apetitos individuales, y someterse a la voluntad y al poder de todos los hombres reunidos. (Spinoza. Tratado Teológico Político. Juan Pablos Editor. México. 1990, p. 254). Para Spinoza el hombre para vivir en el Estado debe dejar de ser esclavo de sus pasiones, la avaricia, la envidia, la cólera, y vivir de acuerdo a la razón. Para este autor el hombre natural sede su derecho, así aparece un derecho soberano sobre todos los demás, tiene la legitimidad de la fuerza y de utilizar el temor, sino lo hiciera así la autoridad del Estado sería precaria y entraríamos al mundo del poder del más fuerte y los débiles serían los esclavos.
Las dos tesis de Aristóteles y de Spinoza nos hacen comprender de la necesidad del Estado sea por asociación natural del hombre o para eliminar la bestia que hay en cada uno de nosotros, pero que también nos conduce a analizar la naturaleza de esta asociación política. Así, un Estado bien visto será aquel que sea eficaz para conservar esa asociación en términos de la razón humana, que las leyes que emita el propio Estado sea de tal naturaleza que posibiliten la concordia y la paz entre todos los hombres, así también, para mejorar y elevar la razón en la asociación política será necesario tener altas virtudes de los ciudadanos y gran capacidad de los gobernantes. Una sociedad con ciudadanos muy pobres y malos gobernantes, necesariamente tendremos malos Estados y por lo tanto malos gobiernos.
Al contrario de lo que sostienen algunos teóricos del Estado, que la globalización conduce a la extinción del Estado nacional, nosotros sostenemos, por el contrario, que en este proceso de globalización necesitamos de Estados y gobiernos mucho más eficaces, mucho más libres y mucho más autónomos, compuesto por ciudadanos virtuosos, por lo tanto, participativos en la política. Cuando se le pregunta a un ciudadano sobre el interés que puede tener sobre el Estado, y si el ciudadano contesta que no le importa, estamos ante un grave peligro para la asociación política. A todos los ciudadanos nos interesan Estados fuertes y gobiernos eficaces para poder conservar nuestras libertades, vivir seguros y disfrutar mejor de la vida. Estamos en contra de aquellos teóricos que procuran por la debilidad del Estado en el supuesto de que se viviría mejor y se tendría mayor libertad. Nosotros sostenemos que la garantía de la libertad está en la fortaleza de nuestra asociación política, por esa razón, regresando a Aristóteles, podemos sostener que sólo las bestias y los dioses no necesitan del Estado.