Del encuentro del arte y la política
Oaxaca, Oax. 15 de julio de 2013 (Quadratín).- El establecimiento del gobierno es un proceso nada fácil, es un proceso arduo y complejo. En primer lugar, es menester, al instituir el gobierno, establecer al conjunto de leyes que norme la actuación de ese gobierno, asimismo, es importante considerar la normas de su ejecución. Así, la elaboración, ejecución y aplicación de la ley son los actos fundamentales del gobierno.
Queda claro que el acto que estatuye el gobierno no es un contrato sino una ley, a diferencia del Estado que es establecido por contrato.
El gobierno, como Poder Ejecutivo y su burocracia no se pueden sentir como los dueños del pueblo. Es característico de la burocracia asumirse de esta manera. Por el contrario, deben asumirse como sus servidores y funcionarios. Deberá ser, el pueblo, que mediante su opinión pública quien debe influir para nombrarlos y destituirlos. El titular del Ejecutivo deberá de escuchar el clamar del pueblo al nombrar o destituir a los funcionarios o servidores públicos y no hacerlo a su capricho o voluntad. El principio de obediencia al pueblo es imperativo para los titulares del Poder Ejecutivo.
El poder del pueblo soberano es tan absoluto e imperativo que ninguna ley, por más fundamental que sea, no se pueda cambiar por el pueblo, incluso, el propio pueblo, si lo considera conveniente puede renovar, incluso, el propio pacto social. En este sentido, el reconocimiento del poder del pueblo soberano es un hecho histórico por sí mismo y un elemento fundamental de la teoría democrática.
La reunión de los hombres produce la existencia de un solo cuerpo, una sola voluntad a pesar de la diversidad de los intereses que conforman la sociedad. La voluntad única tendrá por objetivo la conservación de esa asociación y el bienestar general de la misma.
De aquí es imposible concebir a un gobernante que esté, en contra de la conservación de la asociación y del bienestar común.
La conformación de una sola voluntad permite concebir al Estado muy por encima de las diferencias de clase o de grupo. Sólo la teoría marxista fue capaz de cuestionar seriamente esta posición política y teórica.
Esto no quiere decir que Rousseau desconociera la existencia de las desigualdades sociales, expresadas en clases, sin embargo, la única manera de conformar una asociación que fuese capaz de reproducir y conformar la asociación es la existencia del Estado.
El Estado como una de las formar históricas de la asociación humana es una condición que sirve para posibilitar la asociación política del ser humano y una de las formas también de preservar la utilidad común.
Nos dice Rousseau que mientras el Estado exista para la conservación y bienestar de la asociación política, todos sus resortes son vigorosos y sencillos, cuando estos resortes están relajados, el
Estado no puede cumplir con estas encomiendas.
Además que cuando el Estado no cumple con estos objetivos, la asociación se vuelve compleja, complicada, oscura, dando pie a la corrupción y al autoritarismo del gobierno. En esto radica la diferencia entre un gobierno eficaz y un gobierno corrupto e ineficaz.
Además de que el buen Estado, por llamarle de esta manera, aquel Estado que cumple con mantener y buscar el bienestar de la asociación, tiene mucha claridad de principios, precisión en sus normas, diáfano en lo social y sobre todo, no existe confusión de intereses, ni contradicciones graves en la asociación.
El bien común, realizado por el Estado es tan evidente que no se necesita ciencia alguna para mostrarse, el sentido común lo conoce y evidencia de manera natural. No se necesita de la propaganda para ello, cosa contraria, sucede con los gobiernos que en sus Estados se olvidan del fin principal de esta institución. Aquí se necesita de la cara propaganda para hacer saber a la población los supuestos avances de la gestión gubernamental. Los gobiernos caros son gobiernos que van en sentido contrario de los fines de la asociación.
Los gobiernos ineficientes y corruptos son enemigos de la paz, la unión y de la igualdad. Los ciudadanos sencillos y rectos son difíciles de engañar mediante propagandas que hacen querer saber quién está cumpliendo en sus misiones.
El gobierno es fácil y sencillo cuando el Estado cumple con su objetivo, por esa razón, Rousseau lo reafirma diciendo: Las añagazas ni las refinadas habilidades logran seducirles (a los ciudadanos). Cuando se ve cómo en los pueblos más dichosos del mundo un montón de campesinos arreglaban bajo una encina los negocios del Estado, conduciéndose siempre sabiamente (Rousseau. El Contrato Social. Edit. Porrúa. México, 1979. p, 55).
Que los negocios del Estado se pueden arreglar en la sombra de una encina es una figura exacta de lo que puede ser un buen gobierno, por el contrario, los malos gobiernos se hacen incomprensibles, burocracias en maraña de leyes y en la incompetencia de los funcionarios. El gobierno es simple y sencillo, sólo los incompetentes argumentan lo contrario.
El gobierno sencillo y simple requiere de pocas leyes. Cuando en un gobierno se requiere de muchas leyes para gobernar, ese gobierno es incompetente. La ley es un instrumento de gobierno y nada más. El mal gobierno que no tiene el respaldo ciudadano es un gobierno abrumado de leyes.
Cuando un gobierno permite el debilitamiento de los vínculos sociales; la asociación política (es Estado), languidece se dice cuando los intereses particulares son más que los intereses públicos; la voluntad general ya no sintetiza la voluntad de cada uno; la sociedad vive en una verdadera contradicción y las opiniones más nobles jamás son contra decidas por falsas argumentaciones, estamos ante un mal gobierno.
Cuando se dice que un gobierno debe ser de leyes y no de hombres se dice una verdad a medias. Un gobierno de muchas leyes es un mal gobierno, en cambio un gobierno de pocas leyes y de una ciudadanía activa es un buen gobierno. El dominio de las leyes siempre buscará la no actividad de los ciudadanos.
Por otro lado, buenos gobernantes es una necesidad. Hombres prácticos, sabedores, ágiles en la toma de decisiones, con amplios criterios, educados y preparados, acompañan a las buenas leyes, mejor dicho, los grandes gobernantes se hacen acompañar de excelentes leyes.
Leyes y buenos gobernantes es una combinación necesaria para construir buenos gobiernos, esa es la enseñanza de Rousseau en su Contrato Social.
Al terminar este estudio sobre el Contrato Social, se puede afirmar que Rousseau nos resolvió el problema de: si dentro del orden civil, y considerando los hombres tal son, existe alguna fórmula de administración legítima y permanente (Rousseau. O.b. cit. p, 3).
La gran contribución de nuestro autor a la Filosofía Política es haberle devuelto a la Política su estatus fundamental para el hombre que Locke le había arrebatado al otorgárselo a la sociedad y a la Economía.
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