
Tareas de Claudia sin AMLO: economía y Casa Blanca
Oaxaca, Oax. 6 de enero de 2013 (Quadratín).- Lo hemos sostenido repetidas veces, el Estado es ese orden político que inventamos los hombres para evitar que nuestras pasiones y deseos nos destruyan. Mantener, reproducir y fortalecer el Estado es un bien para la sociedad. Civilizaciones y sociedades con Estados débiles, han perecido o han sido conquistados por otros Estados más fuertes. Así, el Estado implica una idea de orden para un fin en un territorio determinado. Algunos podrán afirmar que esta tesis es en contra de las libertades y derechos que todo ser humano debe y puede disfrutar; precisamente, sólo en un orden político el hombre es plenamente libre, pues en estado de naturaleza es presa frágil de otro más fuerte que él.
Hemos dicho también que el Estado es producto de la correlación de fuerzas que existen en la sociedad en un momento determinado; si las fuerzas del orden se imponen no habrá problemas de estabilidad, en caso contrario, la existencia del Estado es un problema. Nadie privado puede tener el monopolio de la violencia del Estado. No es posible entonces, concebir la vida social sin el Estado.
El Estado, desde la aparición del conflicto social, es una realidad permanente, por eso, Maquiavelo, en los Discursos, afirma que quien quiera que compare el pasado y el presente comprenderá que todas las ciudades, todos los pueblos han estado siempre animados por los mismos deseos, las mismas pasiones. Así pues, es fácil, mediante un estudio exacto y bien pensado del pasado, prever lo que debe ocurrir en una República, y entonces es preciso o bien servirse de los medios utilizados por los antiguos o bien, si no se disponen de ellos, imaginar otros nuevos, según se asemejen de los acontecimientos.
Los mismos deseos y las mismas pasiones es la regla que el orden político, llamado Estado, deberá de moderar. Primero fue el cosmos, el orden natural quien pudiese ser el motivo de la moderación; luego fue Dios, lo divino el catalizador; luego será el Estado a través de las leyes que tratarán de dar orden a los hombres dominados por sus deseos y pasiones. No hay nada oculto bajo el sol nos dirá el refrán.
Para poder concretar ese orden político, necesitamos de un instrumento, de un medio, de un cuerpo, de una institución, de un guía, de alguien que tome el timón, todo esto es el gobierno. Para ello, es posible, la existencia de distintas formas de gobierno. Aquí las propuestas y diversas reflexiones han chocado y no ha habido acuerdo sobre una concepción sobre el mejor gobierno. Algunos opinan, como Thomas Hobbes, que no importa quién gobierne, si uno solo o una asamblea, lo que importa es que haya una fuerza necesaria que evite la guerra de todos entre todos, en este sentido, los actos del Estado no pueden ser considerados justos o injustos, solamente que sean eficaces en la conservación de la paz. Para otros, un buen gobierno es aquél que está alejado de la tiranía sea de uno solo, de un grupo o de los más; para algunos más, el gobierno perfecto es el gobierno mixto en donde esté representados los poderosos, el pueblo y el gobernante; para muchos, el mejor gobierno es aquél en que participa el pueblo. Otros más dirán que el buen gobierno es aquél que el gobernante se rodea de buenos consejeros. Para otros más, todo buen gobierno debe recaer en las cualidades positivas del gobernante y en las virtudes del pueblo. Sobre este tema Confucio respondió que la virtud del príncipe es como el viento; la del pueblo es como la hierba. Cuando el viento sopla, la hierba se inclina siempre (el pueblo) imita al príncipe. O en su caso; Si el príncipe conduce al pueblo por medio de las leyes y lo mantiene en la unidad por medio de los castigos, el pueblo se abstiene de hacer el mal; pero no siente ninguna vergüenza. Si el príncipe dirige al pueblo con sus buenos ejemplos y hace reinar la unión regulando los usos, el pueblo se avergüenza de obrar mal y se hace virtuoso.
Otros más prácticos aconsejan, como el filósofo Mencio, que es fácil gobernar un Estado; basta con no ofender a las gran des familias. En algunos casos se piensa que el buen gobierno es aquél que reconoce los derechos a todos los ciudadanos y no solamente de algunos; esto se puede vincular con la idea de gobierno de las leyes y no de los hombres. No nos cabe la menor idea de que el buen gobierno le es en sustancial la existencia de gobernantes y ciudadanos virtuosos, sin el uno o el otro es imposible en pensar en un buen gobierno. Pero en una época en que los procesos electorales posibilitan el arribo de la mayoría de los ciudadanos al poder público, de la existencia, más que de ciudadanos, de multitudes bastante manipuladas por los medios e instrumentos ideológicos, poco se puede esperar de gobernantes y ciudadanos virtuosos y sabios. En un tiempo en que los partidos tienen el monopolio del acceso al poder y que es fácil su corrupción, poco se puede esperar de buenos gobernantes. Estamos condenados a la mediocridad gubernamental, a la incompetencia, a la corrupción de los aparatos gubernamentales. Estamos también ante un proceso bastante peligroso: a mayor competencia electoral mayor compromiso con los ciudadanos y la población que no se pueden cumplir por la poca disposición de los recursos y si a esto le aunamos el avidez de disponer de los recursos públicos para fines privados, el proceso se vuelve más peligroso, es ejemplo el déficit de los recursos en los municipios, estados y del gobierno federal (cuya deuda es enorme), incluso, es la situación en que se encuentran estados democráticos como España, Francia, Italia y Estados Unidos.
¿Restringir derechos?, no se debe ni se puede; ¿limitar el acceso al poder? tampoco se puede. El camino es exigir a los gobernantes ser eficaces, inteligentes, honestos y sabios para gobernar y seguir educando al pueblo en lo cívico para que puedan hacer la realidad democrática: el control del pueblo a los gobernantes. Así, el control ejercido por el demos (pueblo) sobre la gestión política no se limita a la elección; ejerce también al pedir, en sentido estricto, cuentas.
Nota al calce: Nuestros más fervientes deseos de éxito para Arturo Núñez, Gobernador de Tabasco, sabemos de su capacidad, inteligencia y optimismo, en este sentido ya hay un éxito asegurado del 50%, el otro 50% dependerá de las circunstancias.