La cultura del silencio
Gobierno de coalición V
OAXACA, Oax. 1 de noviembre de 2015.- Se puede sostener, sin temor a equívocos, que un gobierno de coalición que se proponga una transición política hacia la democracia, se debe de medir por sus resultados. El producto debe ser una mejor vida democrática de la sociedad, por ende, una mejor calidad de vida de la población, en caso contrario, dicha coalición y dicha transición ha fracasado.
En el caso particular del Estado oaxaqueño, una redistribución de la riqueza en el Estado, que toda transición no puede soslayar, deberá haber, fundamentalmente, una redistribución de la riqueza pluricultural, cuyas expresiones son: mayor autonomía de los pueblos indígenas, que puede ser la mejor fórmula de legitimidad y estabilidad de todo régimen político, sin ello, todo gobierno oaxaqueño, de cualquier signo, estará cimentado en un barril de pólvora.
El reconocimiento de los sistemas electorales de los pueblos indígenas en 1995, ha sido factor importante para facilitar la alternancia de expresiones políticas distintas en el régimen político oaxaqueño en condiciones de estabilidad, por el contrario, sin este fundamental paso, Oaxaca estaría sumido en el desorden y en la ingobernabilidad.
De aquí la importancia de las recientes reformas constitucionales indígenas del 30 de junio del 2015 y de su posible profundización por la actual legislatura. El Congreso y el gobernador Gabino Cué tienen la enorme responsabilidad de asegurar un futuro más promisorio para los oaxaqueños. Los legisladores y los precandidatos del Partido Revolucionario Institucional no pueden ir en sentido contrario de la historia y de su propia historia, sería el suicidio electoral, político y moral de este partido. En este sentido, la transición oaxaqueña habrá cumplido parte de sus objetivos.
En verdad, los cerca de los 3 millones de indígenas o de ascendencia indígena que somos en Oaxaca, merecemos vivir con pleno respeto de nuestros derechos humanos, con democracia comunitaria en nuestros municipios y comunidades, con dignidad, respeto, autogobierno, el buen vivir, con pleno respeto a la Madre Tierra, con reconocimiento y respeto de nuestros territorios y recursos naturales. En verdad el suicidio es antinatural, por ello, los gobernantes oaxaqueños no pueden pecar de irresponsabilidad y falta de conciencia.
Los problemas de igualdad, libertad y fraternidad persisten en los pueblos indígenas, pero visto desde la perspectiva liberal o desde el marxismo no sirven. Primero debemos de cambiar el ambiente social, político y sicológico en que nos estamos desenvolviendo los oaxaqueños, el pesimismo, la desesperanza, la desconfianza, la impotencia y el escape de la realidad nos está envolviendo.
Es evidente que el gobierno de coalición ha profundizado estos sentimientos de los oaxaqueños al haber sido incapaz de cumplirle en lo mínimo al pueblo oaxaqueño de los pronunciamientos de campaña. En el ánimo de encontrar cosas buenas de este gobierno de coalición en la sicología del oaxaqueño, el resultado es negativo.
Tiene razón el filósofo norteamericano John Dewey, al afirmar: “La honradez, la castidad, la malicia, la irritabilidad, el valor, la trivialidad, la laboriosidad, la irresponsabilidad, etc., no son propiedad privada de una persona, sino adaptaciones activas de las capacidades personales a las fuerzas del ambiente; todas las virtudes y vicios son hábitos que se combinan con fuerzas objetivas, son acciones recíprocas entre elementos aportados por la construcción de un individuo y otros suministrados por el mundo exterior; y pueden ser estudiados tan objetivamente como las funciones fisiológicas, así como modificados por medio de un cambio de elementos, personales o sociales (Dewey, John. Naturaleza Humana y Conducta. Edit. FCE, México, 2014, p. 33).
El abandono de la conciencia cívica; de la falta de respeto a la ley; la adopción de la vía violenta para las expresiones en las demandas; del aumento de adquirir prestigio, poder y dinero por la vía de la corrupción; de la disminución de las libertades de expresión de los medios de comunicación, salvo excepciones; del aumento de los asesinatos de líderes sociales, de feminicidios, de la corrupción de las autoridades municipales, estatales y federales; del incremento de la impunidad, son tan solo ejemplos del ambiente del régimen oaxaqueño.
Existe, por tanto, una situación de síntomas de una verdadera enfermedad social, que se expresa en desánimo, abandono, de pérdida de legitimidad del gobernador, de los diputados, de los partidos, de los jueces, de las autoridades electorales, de los comunicadores, de los servidores públicos, de los maestros, de los líderes sociales, incluso, los oaxaqueños estamos perdiendo la confianza en nosotros mismos.
En referencia a la transición mexicana, que nos sirve de espejo para la oaxaqueña, Luis Carlos Ugalde sostiene: “Equivocadamente, los enamorados de la alternancia apostaron por un nuevo inquilino, en lugar de construir una casa nueva.
“Creyeron que la modernidad política de México era un asunto de personas, no de instituciones; que “sacar al PRI de los Pinos” era causa suficiente para que las cosas mejoraran. Y este enfoque de “la transición a la democracia” fue equivocado porque lo relevante no era cambiar de inquilino sino transformar el sistema clientelista, impune y corrupto por uno democrático, liberal y con Estado de derecho. La mayor falla conceptual de la “transitología” mexicana fue suponer que el PRI era el sistema y afirmar que su eliminación cambiaría ese sistema”(Ugalde, Luis Carlos. Por una Democracia Eficaz. Edit. Aguilar. México, 2012, p. 12).
Está idea no está lejos del propósito de los aliancistas oaxaqueños, desde su primera expresión en 2004 y en su segunda expresión en el año 2010, es decir, “sacar al PRI del Palacio” y no el cambio de régimen político.
Aún más, se puede sostener que el PRI fue sacado de palacio pero no los priístas, para empezar el titular del Poder Ejecutivo es de origen priísta, los diversos secretarios generales de gobierno de igual manera, la burocracia estatal, etc., con ello, el actual gobierno de coalición también debe de incluir al PRI. A decir verdad, tampoco el PRI ha actuado como un partido de oposición al régimen aliancista, más bien se ha aliado a la práctica del reparto de posiciones gubernamentales y administrativas, en franca complicidad con el gobierno coalicionista.
El cambio de régimen que se esperaba con el gobierno de coalición debe de esperar para tiempos mejores para los oaxaqueños, más bien lo que ha acontecido, para desgracia de los ciudadanos, es la profundización y expansión de los males y vicios del régimen creado por largo tiempo del dominio del PRI. Para la opinión pública, la expresión correcta de este hecho es que “el PRI robaba, pero que le dejaba algo al pueblo, en cambio, los aliancistas se llevan todo”. Vaya, expresión que denota resignación para los ciudadanos oaxaqueños.
Para el propio Luis Carlos Ugalde, estamos de acuerdo con él, para que un gobierno tenga éxito, deben de darse tres resultados: gobernabilidad democrática, buenas políticas y buenos ejecutores, desgraciadamente, en el actual gobierno de coalición, adolece de ello, por ello, se necesita iniciar la verdadera transición democrática de Oaxaca.