Educación para el desarrollo
El gobierno de las pasiones
OAXACA, Oax. 3 de mayo de 2015.- Aquellos gobernantes que piensan que lograr el sentimiento de bienestar y satisfacción de sus gobernados es su propósito fundamental, no pueden estar más que equivocados. Esta aseveración nuestra puede parecer, en primera instancia, fuera de toda lógica. Qué gobernante no querrá que la satisfacción y el bienestar de su pueblo sea una realidad.
Pero si nos detenemos a analizar con mayor detalle este objetivo, encontraremos que tiene un sentido eminentemente conservador y metodológicamente equivocado. Lograr que la población tenga un sentimiento de satisfacción y de bienestar implica que de lo que se trata es de evitarles todo estado de dolor. Cabe hacer la pregunta si la vida se trata de tener alegrías y placeres solamente o tener el mayor tiempo exento de sufrimiento y dolor, seguramente nuestra respuesta es negativa.
Si se tratara que los gobiernos tuviesen ese objetivo, debemos de decir que los animales inferiores parecen disfrutar de un destino mejor que los seres humanos, puesto que viven durante mucho tiempo de su existencia sin dolor o por lo menos sin conciencia de ello.
Si el propósito del hombre es ausentarse del dolor y la búsqueda del placer, entonces la pasión envuelve la vida humana, la vida gira en aquello ausente o por venir, por ello, la pasión tiene una gran influencia en todo aquello que hacemos. Las pasiones son el origen de nuestras preocupaciones, esperanzas y miedos. Por esto nos diferenciamos de las bestias.
El manejo de las pasiones humanas, su control a través del poder y de la coerción que se pueden derivar de las leyes, son en su conjunto medios de limitar las pasiones de los seres humanos. En este contexto, lo que resulta es el caso típico de los gobiernos autoritarios. Si la pasión está en la naturaleza humana, su administración estará a cargo del gobierno y de sus instituciones, imponiéndole límites y encauzándola a un orden moral.
Si esto es así, no podemos hacer del objetivo fundamental de todo gobierno el bienestar y la satisfacción de los gobernados, pues esto nos conduce necesariamente al gobierno autoritario y al dominio del hombre por los aparatos del poder del Estado. Por eso el hombre si quiere tener el goce completo de sus pasiones, necesita del poder, cuyo deseo sólo se termina con la muerte. La pugna por el poder es el origen de las guerras y de las diversas formas de lucha del hombre contra el hombre.
Hobbes, el gran filósofo inglés del siglo XV, justifica la existencia del poder del Estado al incesante persecución del hombre de sus pasiones: “El afán de tranquilidad y de placeres sensuales dispone a los hombres a obedecer a un poder común, porque tales deseos les hacen renunciar a la protección que cabe esperar de su propio esfuerzo o afán. El temor a la muerte y a las heridas dispone a lo mismo, y por idéntica razón”(Hobbes, Thomas. Leviatán. Edit. FCE México, 2001, p. 80). Para el holandés Spinoza es servidumbre la “impotencia humana para moderar y reprimir sus afectos, pues el hombre sometido a sus afectos no es independiente, sino que está bajo la jurisdicción de la fortuna, cuyo poder sobre él llega hasta tal punto que a menudo se siente obligado, aun viendo lo que es mejor para él, a hacer lo que es peor. (Spinoza. Ética. Alianza Editorial. Madrid, 2011, p. 307).
Centrar la política del Estado y de los gobiernos a la obtención y a la satisfacción de las pasiones de los seres humanos, nos conduce sólo a los gobiernos autoritarios, es decir, es y será la autoridad la que defina qué pasiones son y serán buenas para el hombre y cuáles serán malas, no es el hombre quien se da las normas sino una fuente exterior. Esto es a todas luces servidumbre humana.
Aún más, mediante la reflexión, memoria y previsión, el hombre posee un instrumento para condensar y almacenar sus pasiones, que le producen placeres y penas, por el contrario, los animales carecen de esta facultad y pareciera que siempre sufren por primera vez, de aquí que la placidez del descanso del perro que nos puede producir envidia. La experiencia que trae la memoria, el hombre obrará en consecuencia, apoyando siempre a los gobiernos que procuran aliviarles el dolor y otorgarle bienestar, por lo dicho, pareciera que tenemos la maldición de sufrir siempre de los gobiernos autoritarios.
La memoria, la reflexión y la previsión de las pasiones por el hombre, lo vuelve más susceptible a la felicidad, una de sus pasiones, a un grado más elevado que en el pasado. Por esta dinámica de la administración de las pasiones, de su complicación más recurrente, para los gobiernos es cada vez más la imposibilidad de instrumentar políticas que sean efectivas para el logro de tener sociedades satisfechas de sus pasiones, entonces, la impotencia es el signo de las administraciones públicas modernas. Los gobiernos de ayer fueron más eficaces para el logro de esta política que los gobiernos modernos, por la sencilla razón de que han surgido nuevas necesidades que requieren su satisfacción para que los hombres logren la felicidad.
Por la no satisfacción de los nuevos placeres, los hombres vivimos en constante angustia y desesperación. Estos sentimientos aumentan las demandas ante los aparatos públicos de los gobiernos, que impávidos cobran conciencia de su impotencia. Así, tenemos sociedades cada vez más enfermas, no importando la clase social, la angustia y la desesperación es por igual para todos.
Por la pura existencia el hombre no es feliz, a diferencia de los animales que sí lo son. Se dice que las plantas lo son completamente. Más de las veces los humanos obtenemos satisfacción en la medida y en proporción a nuestra estupidez y de lo obtusos que somos.
Si nos comparamos de nuevo con las bestias, es evidente que en los animales existe mucho menos tristeza, pero también mucho menos alegría, esto se debe a la libertad del animal respecto a los graves tormentos de las preocupaciones y de la ansiedad, desde luego, el animal no conoce a la desilusión que produce la esperanza, por lo que el animal vive el momento en todo transcurso de su vida.
Las consecuencias de satisfacer las pasiones humanas desde el Estado, gobierno y desde la administración pública, son desastrosas, de los gobiernos autoritarios pasaremos a los gobiernos totalitarios que tratarán de administrar absolutamente nuestras pasiones; de sociedades libres pasaremos a sociedades enfermas de angustia y de frustraciones por la falta de realización de los deseos y esperanzas, así como de seres humanos convertidos en esclavos de sus propias pasiones.
Los gobiernos del presente y del futuro deberán de modificar sustancialmente sus objetivos últimos, lo que es cierto es que no pueden tener como base la satisfacción de las pasiones humanas, pues estas esclavizan y mediatizan con gran fuerza y amplitud. Deberá ser, por el contrario, la búsqueda de la realización humana en términos del alcance de la libertad en condiciones de justicia, los que buscan la realización de la libertad sin justicia están equivocados, los que buscan la justicia sin libertad, de igual manera lo están.