Educación para el desarrollo
+ Costo de la oposición despintada
+ Y se quejan de presidencialismo
México, DF. 16 de marzo de 2013 (Quadratín).- La crítica al filo de los primeros cien días del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto destacó con intensidad las caracterizaciones de verticalismo, golpes espectaculares y sobre todo reposicionamiento del sistema presidencialista. Si bien buena parte de las críticas partieron de la oposición, el PAN y el PRD no pudieron explicar el hecho de la centralización presidencialista fue posible por el papel justamente de la oposición en el Pacto por México, diseñado por el PRI y fortalecido por los dos principales partidos opositores.
De ahí que los menos acreditados para hablar de la supuesta restauración del presidencialismo sean la oposición panista y perredista, sobre todo porque han explicado su participación en el Pacto por México a partir de cierta coincidencia en algunas iniciativas sobre todo de carácter legislativo. Por sí mismo, el Pacto por México conducido por el PRI y éste reformulado para fortalecer el ejercicio del poder presidencial serían la antítesis de cualquier intento de democratización del régimen de gobierno y del sistema político.
La oposición fue literalmente barrida en las elecciones de julio del 2012 por un PRI que perfilaba desde hace tres años una tendencia dominante en las encuestas. Pero el PRD se ahogó en el fundamentalismo caudillista de López Obrador y el PAN no pudo superar el conflicto por la designación de su candidata presidencial y la campaña fue un largo rosario de recriminaciones. López Obrador quedó muy debajo de Peña Nieto y el PAN, como el PRI en el 2006, se ubicó en el tercer sitio del ranking electoral.
A lo largo de la campaña presidencial, la principal queja de la oposición fue justamente en términos de explicar –política y científicamente– la posibilidad de que el PRI recuperara la presidencia de la república, luego de dos sexenios en la oposición presidencial, aunque en buena posición legislativa. El concepto de restauración fue en realidad una bandera de campaña, pero al mismo tiempo se convirtió en la justificación más cómoda de la oposición sobre las cifras de las encuestas electorales.
Sin embargo, la oposición panista y perredista no hizo una reflexión teórica del modelo de las restauraciones ni supo utilizar la advertencia como una forma de evaluar al PRI en los nuevos escenarios. La crítica al concepto de restauración tuvo mejor espacio en los medios de comunicación, sobre todo en columnas y caricaturas, pero tampoco ahí se advirtió algún esfuerzo analítico para encontrar algunas razones de preocupación. López Obrador no salió de su crítica a peña Nieto por su supuesta alianza con las televisoras y el PAN careció de un discurso de advertencia política.
Lo que la oposición no ha podido fijar en el debate es su papel en el sistema de partidos. La alianza electoral del PAN y el PRD en Oaxaca, Puebla y Sinaloa fue exitosa porque pudo aprovechar la debilidad electoral del PRI en esos estados, pero también por enviarle un mensaje muy claro a los electores. Y si en la presidencial sólo una alianza PRD-PAN hubiera podido descontar la ventaja de Peña Nieto, la negativa absoluta de López Obrador a ceder su candidatura y los conflictos en el PAN descuidaron las posibilidades de crear un ambiente electoral contrario al regreso del PRI al poder presidencial.
El Pacto por México representa la posibilidad de acuerdos entre las tres principales fuerzas políticas para impulsar algunas de las reformas estructurales en las que existe un consenso mayoritario entre esas tres posiciones ideológicas extremas, también se convirtió en un factor de inmovilización de la oposición. Porque no se puede explicar y menos razonar que la oposición se una con el PRI pero al mismo tiempo quiera mantener su espacio político independiente. Cuando menos a nivel de opinión pública ha sido muy difícil para el PAN y el PRD explicar cómo es que coincide con el PRI pero quieren impulsar sus propias propuestas colaterales.
Si bien es cierto que el Pacto no borró a la oposición, cuando menos sí la desarmó de razonamientos de largo plazo sobre el análisis de la coyuntura. A lo largo del arranque del gobierno de Peña Nieto, la oposición parece haber agotado sus iniciativas con su participación en la agenda común del Pacto pero fuera de ahí ni el PAN ni el PRD han sabido elaborar un discurso opositor a algunas de las decisiones priístas. Es ahí donde la oposición ha comenzado a pagar el alto costo político del Pacto como agenda común, pero ante la posibilidad de que algunas diferencias en materia de impuestos, petróleo y telecomunicaciones pudieran obstaculizar las reformas previstas en esos renglones.
El país se enfrenta a una oposición desarmada, paralizada, sin discurso político, agobiada por los acuerdos comunes en el Pacto. Lo que podría salvar un poco a la oposición es la posibilidad de alianzas electorales en algunos de los trece estados donde habrá elecciones locales, aunque el PRI parece unificado como para presentar un serio problema para la oposición. El dominio del espacio político por parte del Pacto ha operado en contra de la oposición.
La oposición corre el peligro de desdibujarse. La reforma educativa y la reforma a la ley de amparo fueron decisiones que paradójicamente consolidaron la hegemonía política del gobierno de Peña Nieto en el corto plazo, aunque a la larga hayan consolidado mejores espacios para el Estado. Pero el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo y la resistencia a las presiones de las televisoras beneficiaron más el margen de maniobra del PRI y se convirtieron en espacios de fortalecimiento para el ejercicio de la autoridad porque ambas decisiones –educación y amparo– no fueron acompañadas de algunos instrumentos de control del poder presidencial.
Luego de la derrota priísta en el 2000, las posibilidades de regreso del PRI al poder presidencial le dieron espacios políticos a la oposición justamente para debatir los riesgos de una restauración y para promover iniciativas de democratización del poder presidencial; sin embargo, el PAN y el PRD carecieron de fuerza para posicionar el tema, aunque dejaron por ahí indicios de que no tenían mucha preocupación. Por ello es que la oposición no puede salir ahora, en el marco político de los primeros cien días del gobierno que marcó el regreso del PRI a la presidencia, con preocupaciones sobre el presidencialismo y el autoritarismo.
La ciencia política mexicana se forjó justamente alrededor del tema del sistema presidencialista pero es la hora que los politólogos parecieron haber abandonado el análisis del modelo presidencial mexicano.
www.grupotransición.com
[email protected]
@carlosramirezh