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Irma Pineda */ Quadratín
México, DF. 12 de febrero de 2009 (Quadratín).- Vidas y sangre ha costado el derecho de hablar en la lengua que uno desea, en el idioma con que nace o elige para expresar su mundo y su cotidiano, por eso es importante mantener viva la memoria, tener presente en el recuerdo que hubo un día, un 21 de febrero de 1956, en que un grupo de jóvenes en Bangladesh se auto inmoló por defender la posibilidad de expresarse en su lengua materna.
Esto adquiere sentido crucial en un país como el nuestro, donde conviven más de 60 pueblos y culturas, con 364 variantes lingüísticas distintas, mismas que nos hablan de una gran diversidad de pensamientos y de formas de mirar el mundo, lo que sin embargo, la mayoría de los mexicanos aún no asumimos como la riqueza cultural que debiera ser.
Seguimos siendo un país tremendamente racista y discriminador, nos asusta la diferencia, lo otro, el otro, lo que es distinto de nosotros. Ignoramos, maltratamos, hacemos a un lado, criticamos, miramos feo a todo lo que no sea una imagen, una idea o un idioma que NO cumpla con los cánones estéticos oficializados por los medios de comunicación, y en buena parte también por las escuelas.
Aunque desde 1999, la Asamblea General de la UNESCO declaró que el 21 de febrero de cada año debe celebrarse como el Día Internacional de la Lengua Materna (como un homenaje a los mártires de Bangladesh) y se estableció el 2008 como el Año Internacional de los Idiomas, estas medidas no son suficientes para revertir el acelerado proceso de desaparición de muchos idiomas minoritarios en el mundo. Actualmente la Unesco calcula que más de la mitad de las 6,700 lenguas del planeta corre el riesgo de desaparecer.
En México pareciera que hay importantes avances en la lucha por la defensa de las lenguas, tal como lo demuestra la existencia de la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos y Comunidades Indígenas de México (publicada en el Diario Oficial de la Federación, el 13 de marzo de 2003) así como la creación del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas en el 2005 -estos constituyen pasos andados, es cierto-, pero aún falta mucho para lograr el pleno reconocimiento, valoración y aprecio hacia los idiomas originarios de nuestro país.
El reconocimiento de la diversidad lingüística y cultural debe venir de los mismos ciudadanos, por un asunto de voluntad más que de imposición legal, por una expresión nacida del corazón más que de la obligatoriedad o de hacer lo políticamente correcto.
¿Cuánto falta para que exista el respeto pleno y la valoración de los idiomas indígenas de México?
Nadie lo sabe de cierto, nuestra aspiración es que ocurra mucho antes de que la discriminación y la lucha de poder den paso a la glotofagia y a la muerte de los idiomas en este país.
* Presidenta de la Asociación Nacional de Escritores en Lenguas Indígenas