Cortinas de humo
Coalición gobernante
Si para la conformación de la coalición electoral opositora el PRD, PAN, PC y PT firmaron un convenio para definir los términos de su incorporación y participación en las elecciones de gobernador, diputados locales y concejales, lo que se esperaba una vez ganada la gubernatura y garantizada su mayoría en la LIX legislatura era que se siguiera una ruta similar para la instauración de un gobierno de coalición.
No ha ocurrido de esta manera y lo que hasta ahora se ha observado son, por un lado, acuerdos y decisiones tomados en el círculo cercano al gobernador electo para apresurar el proceso de entrega-recepción y avanzar en la definición de las líneas estratégicas de su plan de gobierno y, por otro lado, concertar acuerdos con los diputados electos del PRD, PAN, PC y PT para mantenerse coaligados y definir una agenda legislativa común.
Con excepción del proceso de entrega-recepción que si se insiste en su pronta ejecución pudiera provocar un innecesario desgaste político toda vez que por la vía legal hay poco por hacer, las otras iniciativas van tomando forma poco a poco.
Sin embargo, lo que llama la atención es que estas medidas y acciones no se han acompañado de definiciones y acuerdos programáticos que apunten hacia lo que pudiera constituirse en una suerte de coalición gobernante, en donde se establezcan con toda precisión compromisos mutuos de partidos y gobierno, en un primer nivel, y de éste último con sectores y organizaciones de la sociedad civil.
Un documento de esta naturaleza ayudaría a precisar el ámbito de influencia y participación de todos los actores políticos comprometidos con el proyecto político del nuevo gobierno, pero también serviría para agendar las tareas de corto y mediano plazo de los poderes ejecutivo y legislativo y de las propias autoridades municipales que necesariamente tendrán que jugar un papel más activo en la instrumentación de las políticas públicas.
A falta de esas definiciones y acuerdos, que no dudo que pudiera procesarse más adelante, lo que ahora prevalece es el pragmatismo, las decisiones a veces apresuradas de ensayo y error, para ir construyendo los cimientos del nuevo gobierno en condiciones de un total distanciamiento con el gobierno saliente.
Desmantelar la estructura político-administrativo , la corrupción y prácticas clientelares del viejo régimen no será un tarea fácil ni de corto plazo. Requerirá de un poder legislativo fuerte y con capacidad para tomar acuerdos y procesar iniciativas de ley que social y políticamente tengan más impacto y viabilidad pero también de un poder ejecutivo no menos fuerte y con voluntad para establecer acuerdos políticos con sus aliados y adversarios.
La legitimidad que hoy tiene el gobernador electo Gabino Cué debe ser aprovechada al máximo para promover este tipo de acuerdos y, una vez despachando en Palacio de Gobierno, recuperar la gobernabilidad y el respeto a la ley que tanta falta le hace a Oaxaca.
Muchos de estos acuerdos seguramente deberán pasar previamente por la consulta con la sociedad civil pero también por los partidos políticos que, a final de cuentas, son los que hoy tienen la posibilidad, a través de sus diputados, de darle forma a las estrategias y políticas del poder ejecutivo. Juntos PRD, PAN, PC y PT son mayoría, pero por separado ninguno supera al PRI que lleva a 16 diputados. Por lo mismo es importante que se puntualicen los alcances y límites de una coalición legislativa y se apuntale la posibilidad de promover una coalición gobernante.
No debe perderse de vista que la elección presidencial propiciará en forma inevitable un reacomodo en la prioridades y alianzas de los cuatro partidos políticos y por lo tanto la vigencia de una coalición legislativa o gobernante en Oaxaca estará irremediablemente acotada por este factor.
Por lo mismo, los primeros seis meses del nuevo gobierno resultarán determinantes para darle todo el impulso al de plan de gobierno y para establecer las nuevas bases jurídicas e institucionales de un régimen en tránsito hacia la democracia.
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