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Oaxaca, Oax. 27 de diciembre de 2009 (Quadratín).- Hasta antes del año 2000 fue el Presidente de la República la figura determinante en la designación de los candidatos y futuros gobernadores de los estados. Pero después del año 2000, el poder de decisión se trasladó a los gobernadores en turno y a la dirigencia nacional del PRI.
No obstante, en uno y otro escenario, lo que ha quedado claro es que cada sucesión, cada proceso interno del PRI tienen su propio sello que lo hace diferente, en la forma, a otros procesos pues en el fondo si algo tienen en común es su carácter vertical y antidemocrático.
Con ese propósito, presento a continuación las experiencias de las sucesiones de 1986, 1992 y 1998, ocurridos durante el priato, y la del 2004, cuando ya la Presidencia de la República estaba en poder del PAN.
1986: HELADIO, EL FABRICADOR DE HOGUERAS
¿Qué factores externos e internos influyeron para que en 1986 el Presidente Miguel De la Madrid se decidiera por el senador Heladio Ramírez López, un político ajeno al círculo de la familia feliz (como se identificó al grupo delamadridista) y confrontado con la iniciativa privada y con los grupos políticos más importantes de Oaxaca?
En primer lugar no debe perderse de vista que los años de relevo gubernamental en Oaxaca corren paralelos a los años en que los aspirantes a la presidencia de la República empiezan a colocar a hombres de su confianza en las gubernaturas. De ahí que en el caso de la sucesión de 1986 este factor cobró fuerza pues no menos de tres secretarios de estado, entre ellos el entonces Secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, apoyaron al senador Heladio Ramírez López.
Pesó más, en este sentido, el futurismo de un presidenciable, que la relación personal del Presidente Miguel de la Madrid Hurtado.
El escenario regional altamente conflictivo que se vivió en los tres primeros meses de 1986 con un gobierno interino que ya no contaba con el apoyo del Centro operó también a favor del senador Ramírez López, político con imagen de buen negociador y bien relacionado con la oposición de izquierda.
Movilizaciones y paros de los maestros de la sección del SNTE; suspensión del servicio del transporte urbano; protestas estudiantiles y sindicales en contra del rector de la UABJO, César Mayoral Figueroa, y la masacre de 17 policías preventivos en San Baltazar Chichicápam, un pueblo zapoteca situado a 44 kilómetros de la ciudad capital, configuraron un cuadro de violencia e inestabilidad política que evidenciaron la fragilidad del interinato del gobernador Jesús Martínez Álvarez y al mismo tiempo sirvió muy bien a los intereses futuristas de algunos aspirantes a la candidatura priista, especialmente a Heladio Ramírez.
Considerado todavía como parte de la tercia decisoria en la designación de gobernadores (después del Presidente y antes del dirigente nacional del PRI), el Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, votó también indirectamente por HRL al disciplinar a la iniciativa privada oaxaqueña representada por la CANACO cuyos dirigentes se presentaron hasta las oficinas de Bucareli para intentar vetar la nominación del senador.
Siempre operando rigurosamente bajo las reglas del tapadismo, Ramírez López logró finalmente ser designado candidato del PRI a la gubernatura de Oaxaca. Y lo hizo a través de pactos y movimientos realizados a nivel de las altas esferas del gobierno federal y con escaso apoyo de los grupos de poder locales, que por sus propios conflictos internos y su debilidad orgánica no pudieron presentar un frente común al Centro para impulsar un candidato identificado con sus intereses, ni mucho menos impedir el arribo de un oaxaqueño desarraigado; tortuoso y fabricador de hogueras, como lo calificaron los dos diarios más importantes de la ciudad capital (Noticias e Imparcial).
Otro factor que le allanó el camino al senador Heladio Ramírez fue el visible respaldo que tuvo de los medios de información del Distrito Federal, específicamente de los oficialistas canales 13 y 7 (ahora ya privatizados) y de destacados columnistas políticos y articulistas de los diarios La Jornada y Excélsior.
Finalmente, la principal debilidad de los grupos de poder económicos y políticos de Oaxaca fue su división y marcado localismo. De esta manera, al no poderse integrar o pactar alianzas con otras fuerzas del Centro, sus posibilidades estuvieron siempre sujetas a una favorable correlación de fuerzas a nivel estatal que nunca se presentó.
1992: EL VETO A LUIS MARTÍNEZ
La lucha para suceder a Heladio Ramírez se inició en mayo de 1991 con el reacomodo del gabinete heladista y el destape del Secretario de Planeación, Diódoro Carrasco, como candidato a Senador. A partir de este momento el economista egresado del ITAM empezó su campaña para la gubernatura apoyado fuertemente por el gobernador HRL quien casi al mismo tiempo alentó el juego sucesorio con otros aspirantes como su Secretario de Gobierno, Lino Celaya; el Secretario de Finanzas, David Colmenares Páramo y el ex-Secretario de Gobierno y luego diputado federal, Ildefonso Zorrilla Cuevas. Además, por una breve temporada, le abrió espacios al senador Luis Martínez Fernández del Campo.
De entre todos los aspirantes, quienes más apoyos y posibilidades encontraron tanto entre las fuerzas locales y regionales como a nivel de los altos mandos de decisión del Centro, fueron Diódoro Carrasco y Luis Martínez.
El primero porque no solamente contó con todo el apoyo del gobernador y de los recursos del gobierno del estado sino también porque mantenía buenas relaciones con el coordinador nacional de PRONASOL, Carlos Rojas, así como con Luis Donaldo Colosio, dirigente nacional del PRI y con el Secretario de Hacienda, Pedro Aspe, de quien había sido su alumno en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
En abono a su capital político, el joven aspirante (tenía 38 años) que hasta esa fecha sólo había ocupado un cargo de elección popular, sumó también a su favor las excelentes relaciones cultivadas a lo largo de su carrera política por su padre, Diódoro Carrasco Palacios.
Con una larga carrera política y administrativa, el ex-senador Luis Martínez Fernández del Campo apeló inicialmente a su vieja amistad con el Presidente Carlos Salinas y a sus buenas relaciones con el jefe del Departamento del Distrito Federal, Manuel Camacho Solís, para pelear la candidatura. Pero cuando sus relaciones con el gobernador Heladio Ramírez López se enfriaron y se apuntaló al senador Carrasco como el delfín, Luis Martínez decidió romper con las viejas reglas del tapadismo y públicamente demandó que la sucesión oaxaqueña se decidiera mediante la consulta directa a las bases. Con esta nueva estrategia, logró captar el apoyo de ex-gobernadores, ex-presidentes del Comité Directivo Estatal del PRI y de un buen número de grupos políticos y económicos a nivel local y regional que en su mayoría habían sido desplazados del aparato partidista y de gobierno durante el sexenio del gobernador Heladio Ramírez López.
Esta sucesión, entonces, tuvo dos fases muy bien delimitadas: la primera, se caracterizó por una lucha en donde todos los aspirantes jugaron bajo las reglas del tapadismo y con un gobernador que todavía no manifestaba su preferencia; y la segunda fase en la cual uno de los más fuertes contendientes se indisciplinó, rompió relaciones con el gobernador y tomó la determinación de iniciar en el mes de diciembre de 1991 una abierta precampaña apoyado en los acuerdos surgidos de la XIV Asamblea Nacional del PRI.
A partir de este momento, y hasta la fecha del destape, se definieron dos grandes campos de la contienda: por un lado el gobernador Heladio Ramírez López respaldando al senador Diódoro Carrasco y por el otro el ex-senador Luis Martínez Fernández del Campo apoyado por una coalición de agrupamientos priistas de la entidad y algunos funcionarios de primer nivel del gabinete del gobernador HRL.
A nivel del Centro, estas fuerzas encontraron también sus expresiones en el gabinete salinista. Por un lado el Presidente del CEN del PRI, Luis Donaldo Colosio; el coordinador nacional de PRONASOL, Carlos Rojas, y, por separado, el Secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, no dejaron de trabajar a favor de DCA. Por el otro, el Jefe del Departamento del Distrito Federal, Manuel Camacho Solís, tampoco quiso dejar solo a Luis Martínez.
Durante los meses de diciembre de 1991 y enero de 1992 los medios de información locales y del Distrito Federal dieron amplia difusión a la polarizada sucesión oaxaqueña hasta que agotadas las instancias de una negociación interpartidista que detuviera la precampaña martinista, la Secretaría de Gobernación puso fin a los reclamos de una consulta a las bases para elegir al candidato priísta. Así, a mediados del mes de febrero, sorpresivamente Luis Martínez Fernández del Campo abandonó su lucha y fue concentrado en el
Distrito Federal en espera de la señal definitiva para el desenlace.
Casi al mismo tiempo el Presidente del CEN del PRI, Luis Donaldo Colosio, sostuvo entrevistas personales con los demás aspirantes que habían pasado a segundo plano a partir de la campaña martinista para comunicarles que la decisión para Oaxaca estaba ya tomada y para demandarles también disciplina y adhesión al futuro candidato. Y la señal llegó el 18 de marzo, cuando finalmente el CDE del PRI destapó al senador Diódoro Carrasco como candidato a la gubernatura.
1998: LA DERROTA DE DIÓDORO
Seis años después otra historia se escribió.
Ahora, en la carrera para relevar a DCA la disputa terminó por definirse entre el diputado federal José Antonio Estefan Garfías y el senador José Murat.
Cuando en el mismo año del destape de DCA su amigo José Antonio Estefan Garfías se hizo cargo de la coordinación de su campaña quedó muy claro que se perfilaba como uno de los hombres de mayor confianza del futuro gobernador, lo que se corroboró con su designación como Secretario de Finanzas en el inicio del gobierno diodorista. Un año después, en 1993, fue ubicado en la Secretaría General de Gobierno, cargo al que renunció en 1995 para tomar las riendas de la presidencia del CDE del PRI. De ahí dio otro paso para figurar como diputado federal y coordinador de la bancada oaxaqueña.
Todas las señales que salían del Palacio de Gobierno apuntaban hacia Estefan Garfias.
Sin embargo dentro y fuera del gabinete muy pronto afloraron las diferencias y los conflictos derivados de la lucha interna por cotos de poder y, paralelamente, por el posicionamiento de otros aspirantes cercanos al círculo de poder diodorista como fueron los casos de Hector Anuar Mafud, Secretario General de Gobierno; José Antonio Hernández Fraguas, Director General del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca; Jorge Fernando Iturribarría ,Secretario de Salud , y Alfonso Gómez Sandoval, diputado federal , a quienes el propio gobernador DCA llegaría a sentarlos en la misma mesa para exhortarlos a desarrollar sus tareas proselitistas en un marco de respeto y unidad partidista.
No ocurriría lo mismo con Agustín Márquez Uribe, Presidente del Tribunal Superior de Justicia, ni con el delegado del INFONAVIT ,Raúl Bolaños Cacho, a quienes prácticamente les fue vetada toda posibilidad de participar en la contienda interna. De esta manera mientras Márquez Uribe optó por disciplinarse a los lineamientos del Jefe del Ejecutivo, Bolaños Cacho terminaría declinando a favor del senador José Murat.
Estas diferencias y rupturas en el gabinete de DCA y entre el priísmo oaxaqueño fue lo que supo aprovechar muy bien José Murat para incursionar en un terreno que le estaba prohibido: la estructura regional de su partido y el mismo aparato gubernamental .Desde ahí, y casi subterráneamente, se generaron todo tipo de apoyos y pronunciamientos a favor de su precandidatura que ya en la coyuntura presucesoria le permitiría configurar una corriente de opinión proclive a su postulación.
Y si en este nivel Murat pudo superar los obstáculos que le había coloca DCA para frenar su aspiración, en los círculos de poder presidencial y partidista a nivel nacional su relaciones y trabajo político desarrollado años atrás le allanaron el camino para vencer todo tipo de obstáculos.
Varios fueron los factores que confluyeron en este sentido: a nivel de la Presidencia de la República no solamente mantenía una buena comunicación con el Presidente Ernesto Zedillo y con el Secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa, sino también con Liébano Saenz, el poderoso Secretario Particular del Presidente Zedillo. Y en el PRI su principal aliado y factor clave en las negociaciones para definir la candidatura de Oaxaca lo sería nada menos que el Presidente del Comité Ejecutivo Nacional, Mariano Palacios Alcocer.
Murat y Carrasco mantenían, por separado, líneas de comunicación directa con el Presidente Zedillo, pero el primero estaba mas cerca de Liébano Sáenz y de Mariano Palacios Alcocer.
Sin embargo aun con esa ventaja y la que se reflejaba en algunas encuestas Murat todavía no tenía asegurada la candidatura. Y bajo este escenario tampoco Estefan Garfias estaba descartado.
Un hecho aparentemente fortuito inclinaría finalmente el fiel de la balanza hacia José Murat y se escenificó en el estado de Zacatecas con la designación de José Marco Antonio Olvera Acevedo como candidato del PRI a gobernador. Inconforme con tal decisión Ricardo Monreal renunció al PRI y poco después reapareció públicamente como candidato del PRD a la gubernatura.
El suceso resultó altamente favorable a los intereses políticos del senador José Murat y se constituiría en el factor decisivo para ganarle la candidatura a Estefan Garfias porque desde este momento el fantasma de una ruptura en el priísmo oaxaqueño y la posibilidad de que el caso zacatecano se repitiera en Oaxaca se convirtió en una seria preocupación para el gobierno federal y la dirigencia nacional del PRI. Murat mismo se encargaría de hacer ésta advertencia al anticipar, tal como sin éxito lo había hecho en la sucesión de 1992, que en ésta ocasión iba en serio y que ya se encontraba en pláticas con la dirigencia nacional del PRD para registrar su candidatura si el PRI se inclinaba por José Antonio Estefan Garfias.
Dos semanas después del monrealazo, desde la Presidencia de la República se tomó la decisión de postular al senador José Murat como el candidato a la gubernatura.
2004: TODO EL PODER A MADRAZO
La sucesión del 2004 guarda algunas coincidencias con la de 1998 porque en ambos procesos los gobernadores en turno se propusieron heredar el cargo a un favorito, un delfín alrededor del cual, sin embargo, todos los demás aspirantes se unieron en su contra; pero a diferencia de 1998 en el proceso del 2004 el favorito se impuso y la responsabilidad de la decisión final ya no correspondió al Presidente de la República sino al gobernador del estado. Se trató entonces de una típica sucesión por decisión, según la taxonomía establecida por Jorge G. Castañeda en su libro La Herencia, pues desde un principio el Gran Elector estatal jugó magistralmente con la vieja fórmula de la seducción y el engaño, abriendo lo más que pudo el abanico de aspirantes y alentando en cada uno la posibilidad de poder ser el ungido pero bajo sus propias reglas.
Todo ello para cubrir y facilitar el avance y consolidación de una sola precandidatura, la del abogado mixteco egresado de la UNAM y ahora senador Ulises Ruiz Ortiz, de 45 años de edad y con media vida de militancia priista.
Amigo y operador político de Roberto Madrazo, con una larga carrera electoral en el CEN del PRI, incorporado a la política local desde el gobierno de Diódoro Carrasco en cuyo sexenio fue diputado local y luego diputado federal y, ahora, hombre de todas las confianzas del gobernador Murat , Ulises Ruiz Ortiz construyó pacientemente su precandidatura desde el momento mismo en que fue electo diputado federal, es decir, desde el año de 1998 cuando, además, tuvo la oportunidad de coordinar la campaña política del candidato a gobernador José Murat.
Como Presidente del CDE del PRI contó con la suficiente libertad para proponer e impulsar a un buen número de presidentes municipales y no resultó despreciable la cuota de poder que también alcanzó con las diputaciones locales y federales y en el mismo gabinete en donde progresivamente se fueron posicionando funcionarios ulisistas. Ningún otro aspirante contó con esta estructura, aún cuando las delegaciones de gobierno estuvieran por un tiempo bajo la férula de otro aspirante, el Secretario General de Gobierno, Héctor Anuar Mafud, o el hecho mismo de que un competidor más , el diputado y líder del congreso local, Juan Díaz Pimentel, pudiera tener el control de un sector de diputados locales y algunos cotos de poder a nivel regional y, además, una gran amistad con el gobernador José Murat .
Los cuatro aspirantes más fuertes de ésta sucesión, Ulises Ruiz, Hector Anuar Mafud Juan Díaz Pimentel y Raúl Bolaños Cacho se identificaban con el muratismo, todos pertenecían al primer círculo, pero ninguno tenía las relaciones y la cercanía con la cúpula nacional priista como Ruiz Ortiz quien por esta vía obtuvo el consenso de los dos factores reales de poder para decidir su nominación: Roberto Madrazo y José Murat.
Pero ese consenso observado entre Murat y Madrazo no evitó que, una vez que para principios de febrero del 2004 se hiciera oficial el destape del favorito, los otros aspirantes, pero sobre todo el líder del congreso local, Juan Díaz Pimentel, se inconformaran con tal determinación. No obstante, ya la decisión estaba tomada a favor de Ulises Ruiz.
LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS
Hoy, en una nueva reedición de este juego sucesorio interpriista – con Murat y todos los exgobernadores de los últimos cuatro sexenios guardando prudente distancia, si no es que ignorados- el gobernador Ulises Ruiz juega sus cartas, las acomoda y desacomoda, incluye y excluye, lanza señales falsas hacia un lado y hacia otro, promueve a unos y desalienta a otros, pero siempre controlando los tiempos y ritmos de una sucesión interna que empieza sobrecalentarse y polarizar a la clase política priista.
A diferencia de la sucesión del 2004, ahora Ulises Ruiz parece no tomar en cuenta a la presidenta del CEN del PRI, Beatriz Paredes y sí, en cambio, tiende puentes de entendimiento con el aspirante presidencial, Enrique Peña Nieto.
Al igual que sus antecesores, tiene su propia lista en donde no caben más que seis jugadores, todos en apariencia con iguales oportunidades, pero en los hechos cargando los dados hacia Eviel Pérez e intentado alinear al resto de aspirantes a ésta precandidatura.
No obstante, en el CDE del PRI se insiste que nada está decidido aún y a quien ya muchos dan por muerto por el efecto 2006 goza de cabal salud y va con todo para recuperar su posición de villano favorito. En esta línea de reflexión, y hasta en tanto no se defina la nueva fecha de reunión del Consejo Político del PRI, ninguno de los seis jugadores estaría aún descartado.
Como también ha ocurrido en otras sucesiones, los golpes bajos, las presiones de grupos, los amagos de rebelión en la granja (Orwell dixit) , las filtraciones a los medios locales y nacionales sobre una sucesión ya resuelta a favor de Pérez o versiones oficiosas sobre renuncias y declinaciones de otros aspirantes, alimentan un proceso opaco y desaseado, propio de un partido que ha hecho del tapadismo una cultura y un mecanismo para pagar favores y garantizar impunidad y poder sexenio tras sexenio.
Esa es la ruta que ahora vuelve a recorrerse en el PRI, desde donde también no se pierde el tiempo y se maniobra para evitar que su próximo candidato a la gubernatura compita e buena lid con su o sus oponentes.
Porque, contrariamente a lo que ocurría hasta antes del año 2000, ahora el candidato no se convierte automáticamente en gobernador como ocurría en los tiempos del priato. Para el 2010 habrá una fuerte competencia electoral y será en las urnas en donde el Gran Elector deberá pasar su primera prueba de fuego para saber si acertó o se equivocó en el momento crucial de ungir al candidato a gobernador.
La moneda está en el aire.
–Versión resumida y corregida de la ponencia leída en el 2º. Encuentro de Periodistas. Bahías de Huatulco, Oaxaca. 27 de Noviembre del 2009–
* Investigador del Instituto de Investigaciones Sociológicas de la UABJO