
México-EU: nuevas relaciones son las mismas de dependencia
Oaxaca, Oax. 11 de julio 2012 (Quadratín).- Han pasado 10 días de la elección presidencial de 2012. Seis años del conflicto poselectoral de 2006, que en libreto y elenco, pareciera reeditarse en una versión digital. Hace seis años apenas comenzaba el auge de las redes sociales. Facebook ya había surgido y Twitter aún estaba en la incubadora de talentos.
No puedo más que estar de acuerdo con quienes usan su legítimo derecho a manifestarse y expresar sus opiniones con libertad. Pero lo preocupante que veo es la radicalización de las protestas y comentarios que llegan a ser más viscerales que racionales a través de comentarios, fotografías, montajes, collages y videos que circulan en internet. Si algo me queda claro, es que en el deporte, la música, la religión, el amor y en la política, los fanatismos pueden ser la perdición del hombre al no llevar nada bueno al bien colectivo.
Aún recuerdo los titulares de los noticiarios a principios de julio de 1994 contando la muerte del futbolista colombiano Andrés Escobar, asesinado luego de haber hecho un autogol en el Mundial de Estados Unidos con el que Colombia perdió un partido.
Qué decir del fanatismo que en diciembre de 1980 llevó a Mark Chapman a asesinar a John Lennon, bajo el argumento de que quería inmortalizar su nombre junto al del ex Beatle. O de lo que ocurrió en marzo de 1997, cuando 39 integrantes de la secta religiosa Heavens Gate (La Puerta del Cielo) se suicidaron durante el paso del cometa Hale-Bopp, al creer que detrás de él, venía un ovni que debían abordar.
Políticamente no hace falta citar un caso letal. Pero lo que está ocurriendo con la polarización de los comentarios poselectorales está yendo demasiado lejos. En 10 días he encontrado infinidad de comentarios, muchos de ellos sin sustento (o basados en el la mía es la única verdad), de lo que está pasando con la política mexicana.
Es cierto, como dicen por ahí, la mitad del país no quiere que Peña Nieto sea Presidente de México, pero matemáticamente también es cierto que más de la mitad, tampoco quiere que lo sea López Obrador. A pesar de ello, la política no debes ser más un punto de discordia. El pueblo mexicano ha sabido demostrar que sale adelante con malos o peores gobiernos. Y no quiero decir con esto que caiga en el conformismo a tal grado de no importarme el gobierno, partido o personaje que me gobernará. Creo que el problema no son las simpatías, son los fanatismos.
Curiosamente, también recuerdo a muchos que hace 12 años decían apasionadamente que Vicente Fox representaba la opción de cambio que el país tenía históricamente en sus manos; y votaron por él. Hoy quizá sean muchos otros los que de una forma similar fanatizan con López Obrador, a pesar de que él no ganó la Presidencia.
Al final, me sigue quedando absolutamente claro. Todos los fanatismos, a lo único que llevan, es al suicidio de la inteligencia.
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Foto:Ambientación