
Los datos no garantizan éxito para la elección judicial
Oaxaca, Oax., 16 de enero de 2012 (Quadratín).- A 28 días de iniciado el proceso de precampañas el balance es negativo: precampañas desangeladas con postulantes que no alientan a los electores y unas consecuentes elecciones anómalas. Se presentan aspirantes que no están conectados con la población y que utilizan como mecanismo de posicionamiento electoral el discurso cínico y regresivo. ¿A qué obedece que más de 2 millones de ciudadanos no hayan querido renovar su credencial de elector para participar en los próximos comicios electorales?, ¿porqué la indiferencia? Aunque el Instituto Federal Electoral (IFE) lo atribuye a la falta de conciencia cívica de los ciudadanos, la respuesta no es tan simple como creen los señores consejeros del IFE; la apatía obedece a la deformación de prioridades de nuestra clase política y su consecuente desilusión.
DEFORMACION DE PRIORIDADES. ¿A quién le hablan los políticos hoy?, ¿quién es la prioridad para estos señores, los ciudadanos o sus líderes? Es inobjetable que el común denominador en el quehacer político es privilegiar la lealtad al jerarca político por encima de las demandas sociales. Esta enfermiza disciplina evidencia el pragmatismo materializado en continuismo y al desprecio que se tiene por reconocer la separación que existe entre los ciudadanos y la clase política. Este complejo (sin distingo de partido político) es casi intrínseco a la naturaleza de la mayoría de los políticos mexicanos, emanado de su apetencia de ser respetado y reconocido (al menos) por sus más allegados colaboradores se premia más a la lealtad que a la eficiencia.
En el PAN se empecinan en sostener a un precandidato torpe y desangelado como Ernesto Cordero que juega el rol de empleado de la presidencia con casaca de aspirante presidencial, o Roberto Gil -coordinador de la campaña de Josefina Vázquez Mota- quien aprovechó el acto de despedida como secretario particular de la Presidencia de la República para pronunciar un discurso zalamero en el que confesó su pretensión de seguir los pasos de su admirado jefe Felipe Calderón, sin importarle el terrible daño que éste le ha causado a la nación.
De forma parecida pero con retoques se comportan algunos priistas que menosprecian la memoria y la capacidad de análisis de los electores, insisten en un discurso fracasado en el que predominan los argumentos en vez de los planteamientos serios, montados en el desparpajo de una campaña publicitaria que anuncia ante la urgente solución de los problemas nacionales que ellos lo demostraran gobernando (sic), como si no bastara la profunda herida que nos dejaron a los oaxaqueños en la última administración de sangre y saqueo. El PRI requiere autocrítica y humildad, pero todo indica que se volverán a equivocar premiando a la corrupción con la candidatura del malogrado y anodino Eviel Pérez como su abanderado al Senado de la República.
En la izquierda las cosas no son muy diferentes, tenemos el caso de Benjamín Robles Montoya, polémico ex coordinador de los módulos de desarrollo sustentable del gobierno estatal, quien escogió como slogan de su precampaña al Senado la continuidad del cambio, lema que sin lugar a dudas obedece más al apetito de congraciarse con el amigo gobernador que a la legitimidad de la frase. Esta coba esta apartada de la realidad que vivimos los oaxaqueños que aún no percibimos los efectos del cambio anunciado, vemos con frustración la entronización de la impunidad, la elusión de los problemas ancestrales y la postergación de un plan integral de transformación en la entidad.
DESILUSIÓN. Nos encontramos a unos meses de renovar el Congreso de la Unión y la Presidencia de la República, pero el dolor, la impotencia y el hartazgo define el estado anímico de la población. El sistema político no está funcionando correctamente porque las condiciones en las que vivimos son cada vez más desastrosas: pobreza, desempleo, corrupción, e inseguridad es la constante. Estos problemas indican para la mayoría de los mexicanos que la democracia electoral no trae buenos resultados, así lo muestra la Encuesta de Latinobaróametro 2011 que ubica a México como el país latinoamericano con el mayor ánimo antidemocrático entre sus habitantes. El 73 por ciento de los connacionales consultados están insatisfechos con la democracia, el registro más alto de la historia. Para poner en perspectiva estas cifras, podemos acudir al periodo estudiado por esta corporación que alcanzó la mayor satisfacción con la democracia que fue en 1997 cuando el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados con el 45 por ciento, por encima del 2000 (año de la alternancia) que registró el 37 por ciento. Sin embargo, el 36 por ciento de los encuestados no considera a la democracia como la mejor forma de gobierno en el país (también el más alto de la historia), misma que se duplico del 2006 a la fecha. Frente a estas preocupantes estadísticas los precandidatos parecen no entender que este desagrado puede desencadenar en una situación de consecuencias graves para la nación. Tuvieron la oportunidad de refrescar la política en el país abriéndole una ventana a la participación ciudadana a través de la Reforma Política para que ésta fungiera como contrapeso al poder político, pero los intereses egoístas y el inmediatismo electoral la mutiló.
Necesitamos una participación ciudadana que cobre conciencia de su responsabilidad para vigilar y controlar los excesos del sistema político, no aquellos que se emparentan con el poder prestándose a tácticas electoreras como la Sra. Isabel Miranda de Wallace, hoy candidata del PAN al gobierno del Distrito Federal.
El tiempo nos vence y nos acerca a un camino de complicada salida, la disyuntiva estriba en mantener esa lógica obsesiva de subordinación política sin atender las graves complicaciones nacionales aventurándose por el negro camino de la simulación democrática; o reivindicar la honrosa posición que un político debe mantener en situaciones de emergencia como esta.
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Twitter: @juandiazcarr
Maestro en economía, licenciado en derecho y consultor político.