
México y la semana aquimichú
Oaxaca, Oax. 28 de enero de 2013 (Quadratín).- Las recientes declaraciones del presidente nacional de mi partido, el PRI, me provocaron discrepancias inmediatas y prolongadas preocupaciones hasta la intranquilidad.
El presidente del PRI, Cesar Camacho Quiroz, es un hombre talentoso, dedicado y abierto como todo hombre de academia. Lo aseguro porque tuve la oportunidad de conocerlo en otra faceta, como estudiante, y así me lo hacían saber compañeros de la maestría en Derecho que él cursaba. Aquellos programas de posgrado que ofreció la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a la LX legislatura de la Cámara de Diputados federal (2006-2009) como un gesto de cordialidad y distensión por las imprudentes declaraciones del entonces diputado presidente de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública Raúl Alejandro Padilla Orozco- quien se regocijaba con el disparate de restarle 900 millones de pesos a nuestra máxima casa de estudios. Fue así como algunos diputados como Cesar Camacho y otros que no lo éramos, como un servidor, resultamos beneficiados de la generosidad universitaria. Desde entonces, el concepto que me formé de él, es de un hombre sencillo y comprometido a quien hoy le dirijo algunos comentarios algunas a la luz de los cambios que se avecinan en nuestra Asamblea Nacional del PRI.
Discrepo en:
1) Demasiada ideología. Ideología convertida en dogma se convierte en una especie de veneno. Aceptarlo sería tanto como resignarse a que el modelo económico acabó por atrapar la única parte que nos quedaba intacta: los principios que nos dotan de identidad y coincidencia social. Si bien, desde hace algunos años los efectos de la descomposición política nos alcanzó y se filtró en nuestras filas, no debemos acostumbrarnos a ello. Recordemos que nuestra tradición plural cristalizada en militantes de orígenes diversos, sectores distintos e ideas diferentes, ha permitido que coincidamos porque preservamos el carácter emblemático que nos agrupa. Ignorarlo, representaría dinamitar el destino de nuestro propio instituto político y darle la espalda a México.
2) Huir de la indefinición. Lamento que de cara a los acontecimientos nacionales más polémicos nuestro partido no tenga respuesta. Las expresiones y acontecimientos de la pasada campaña presidencial son los síntomas de nuestro alejamiento con la ciudadanía y los debemos convertir en la pauta de nuestra agenda. No podemos ser omisos ni usar el silencio como el método ideal que no arriesga y termina ganando posiciones. El revolucionario institucional debe responder a lo que sus propios documentos básicos señalan y no moverlo a la apetencia del momento. Coincido con usted en que nuestra sociedad ha cambiado y que los partidos son un reflejo de esas transformaciones; sin embargo, también creo que un partido como el nuestro no sólo debe reflejar sino también albergar causas ciudadanas a las que aún no respondemos como organismo político (legalización de la marihuana, aborto, juicios políticos, etc.).
En el PRI tenemos que salir de la indefinición y responder con energía y hechos ante el comportamiento de militantes corruptos que mantienen su grado prominente, porque ese es el verdadero veneno y el indiscutible atraso al que usted hace referencia, y no señor presidente nuestros estatutos.
3) No podemos vivir con una actitud nostálgica. Lo acompaño en la idea de que nuestros dogmas no deben ser camisas de fuerza ni diques ni anclas; pero creo que es incompleto su alusión porque nuestros principios son el faro que nos orienta y nos justifica ante la sociedad mexicana. Los alcances consumados por el nacionalismo priista en décadas anteriores son las principales herramientas y argumentos con los que disponemos para salir a la calle y demostrar a la población que sí hemos podido ser buen gobierno. Me resulta conmovedor encontrar al interior de nuestro país mujeres y hombres que se precian de ser simpatizantes y hasta militantes de nuestro partido por las causas que enarbolamos, aunque las hemos desatendido abusando de su espléndida paciencia. Con este objetivo se pretende consumar un alejamiento permanentemente.
Me preocupa:
1) El plan. Con el argumento de que el tamaño del Consejo Político Nacional del PRI dificulta la toma de decisiones, se pretende reducir de los más de 1200 consejeros nacionales a cerca de 600, lo que representa restar voces opositoras en el debate interno como preámbulo para facilitar la tarea para los cambios a los estatutos y programas del partido: impulsar una reforma energética con matiz privatizadora e incrementar IVA en alimentos y medicinas.
2) Preparativos. Que no respetemos nuestros Documentos Básicos en su punto 35 y 36 referentes al dominio del Estado mexicano sobre los recursos naturales y el subsuelo nacional en clara coincidencia con el artículo 27 constitucional. Una vez modificados se estará allanando el camino para la reforma legislativa, negando así dos calamitosas evidencias: a) la experiencia con nuestra electricidad que buena parte es generada por empresas privadas que no representa ningún beneficio a la nación; o b) nuestra experiencia en la explotación inconsciente y depredadora de nuestros hidrocarburos con fines exclusivos de exportación que nos ha conducido al subdesarrollo.
No podemos obviar que existe un vínculo entre crecimiento económico y la utilización que le demos al petróleo. El camino a la modernización y la eficiencia de la paraestatal está adherida a una verdadera reforma hacendaria y a un uso responsable con enfoque interno de la materia prima más valiosa que tenemos.
Compañero presidente, me resisto a pensar que la corriente priista afín a los propósitos de la derecha se salga con la suya en el deseo de privatizar PEMEX. Los que nos identificamos con el PRI nacionalista que hoy parece combatirse desde dentro estamos llamados a levantar la voz y actuar en consecuencia. No hagamos de nuestro partido el utensilio del neoliberalismo importando recetas del exterior, tampoco reproduzcamos las pifias de los últimos gobiernos que han empobrecido y ensangrentado a nuestro país. La verdadera reforma a nuestros estatutos debe demostrar que asimilamos con humildad nuestros errores y que los planteamientos nacionalistas son la columna vertebral de nuestro partido. El PRI no debe ser una sucursal de ningún gobierno sino un supervisor estricto del mismo. Respetuosamente Juan Diaz Carranza.
[email protected]
Twitter: @juandiazcarr
Abogado, economista y periodista.