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TCL-aranceles con narco: CSP la toma o la derrama
Oaxaca, Oax. 05 de noviembre de 2012 (Quadratín).-El día de mañana se definirá el destino político de los Estados Unidos de América (EUA) y para México no es un día cualquiera. Del resultado dependerá -en buena medida- el futuro inmediato de nuestro país.
Los 538 grandes electores que integran el Colegio Electoral emitirán su voto motivados por los efectos que les causó la crisis económica. La orientación del sufragio americano hace que la elección esté muy cerrada y que su definición dependa de los nueve estados llamados estados columpio. Paradójicamente el voto hispano es decisivo en estos territorios para definir al próximo presidente de EUA, pero ni así cobran notoriedad sus históricas exigencias.
Pongamos las cosas en perspectiva. De un lado tenemos al candidato republicano, el ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney, un clásico empresario multimillonario norteamericano que no logró encajar con la case media, ni con los sectores más pobres de su país, menos aún, con los latinos. La percepción popular no le favoreció porque se le considera un defensor de los intereses de los banqueros e inversionistas de Wall Street; se le relaciona con una política internacional beligerante; y está identificado como un promotor de las leyes anti-inmigrantes. Sin embargo, sin llegar a ser un buen candidato, Romney deposita sus esperanzas electorales en el cobro de factura que le puedan pasar a Obama, quien llega a su reelección desgastado y con la afectación de las expectativas como gobernante que no fueron cumplidas.
Del lado demócrata, el presidente Obama busca ser reelecto por otro periodo de cuatro años, pero en su contra no sólo tiene los efectos de la crisis económica que fue incapaz de enderezar, sino que también los incumplimientos de campaña le deterioraron su candidatura. El presidente no pudo sacar a EUA de las ruinas en que lo recibió de Bush, y para agravar más las cosas, las estadísticas no le favorecen: la tasa de desempleo fue de 7.8%; el crecimiento del PIB ha sido apenas del 2%; y la concentración es del 15% en los ingresos por año en cada familia norteamericana (exceptuando las ricas). Adicional a lo anterior, las principales promesas de campaña de hace cuatro años no las cumplió: no se han terminado las guerras en Afganistan ni en Irak; la amenaza de Al Qaeda persiste (aun con la muerte de Osama Bin Laden); no cerró Guantánamo; ni tampoco presentó al Congreso la reforma integral migratoria, y por el contrario, el número de deportaciones de trabajadores migrantes durante su administración fue uno de los más altos en la historia.
En medio de este escenario desolador para nuestras causas, subyacen tres factores fundamentales para México: el económico, el opresivo de seguridad, y el tradicional migratorio.
ECONÓMICO. El modelo económico impuesto décadas atrás por el vecino país del norte hace que dependamos casi totalmente de las transferencias y del crecimiento económico estadounidense. Una de las deformaciones de éste modelo es que nuestro motor económico se concentra en las exportaciones a los Estados Unidos, lo que nos convierte en una nación dependiente y sensible a las condiciones financieras de ellos, como quedó acreditado en la crisis económica del 2008. Es oportuno señalar que hace doce años hubo un intento por aminorar esta extrema sujeción económica, nuestro país suscribió un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea que sólo quedo en buenas intenciones: solamente el 5.4 por ciento de las exportaciones mexicanas son actualmente destinadas a ese bloque comercial de 27 naciones (reporte de la representación diplomática de Suiza en México).
Otra de las aberraciones del neoliberalismo es el origen de las remesas (la falta de oportunidades en el país hace que millones de mexicanos se vean obligados a internarse ilegalmente en EUA en busca de empleo), que es la segunda fuente formal de ingresos nacionales, por la que año pasado percibimos 22 mil 700 millones de dólares. Por estas razones, chuecas o derechas, es padecer nuevamente los efectos de otra recesión en el vecino país del norte. Aquí nuestra conveniencia se inclina a favor de Obama, porque ofrece un manejo más prudente de la economía de su país, seguido de una pronta recuperación de las finanzas estadounidenses.
SEGURIDAD. Partimos del hecho de que los EUA no le tienen confianza a nuestros gobiernos, condición que provoca que nuestras fronteras estén cercadas (tanto la del norte como la del sur). Tradicionalmente EUA ha cuidado nuestra frontera norte, pero a últimas fechas, derivado del combate al tráfico de drogas y el aumento de la migración, los norteamericanos han intensificado sus esquemas de seguridad. La policía fronteriza se ha reforzado y hoy son más de 4 mil 400 agentes que se encargan de vigilar sus linderos y un muro de acero de siete metros de alto. La desconfianza se ha trasladado hasta militarizar nuestra frontera sur (con Guatemala). Contrario a los anuncios de Calderón, EUA intensificó su estrategia contra la delincuencia organizada en Centroamérica que denominó Operación Martillo. Actualmente nuestra soberanía esta soterrada, más de 200 marines apoyados con helicópteros artillados, buques de la armada y guardia costera estadounidense es permitida por nuestro gobierno.
En esta materia gane quien gane, las cosas no serán muy diferentes para nuestro país. Obama permitió acciones como Rápido y Furioso y Romney se regodea en la beligerancia.
MIGRATORIO. No podemos perder de vista que también están en disputa las elecciones de congresistas (440 a la cámara de representantes y 33 Senadores) porque ahí se concentran los verdaderos oponentes de las causas de nuestros paisanos. De ellos depende el presupuesto federal; las iniciativas legislativas (incluido la ratificación de los tratados internacionales); así como una eventual aprobación a la reforma migratoria que tanto hemos esperado. De aquí rescato la intervención de Obama en neutralizar la Ley Arizona; sus empeños por resolver la situación de más de millón y medio de jóvenes que llegaron a suelo americano antes de los 15 años y que no pueden concluir la educación superior, iniciativa conocida como Dream Act; y sus notorias diferencias con el fundamentalismo racista del Tea Party en contra de los latinos. Nuevamente aunque Obama se ha quedado muy corto, es preferible a las filias de los segregacionistas republicanos.
Entonces, ¿Quién nos conviene?
Creo que tendremos que resolver como últimamente lo hemos hecho con nuestros candidatos: clamar por que llegue el menos malo.
Me atrevo a asegurar que para ambos candidatos México es un vecino indulgente y servicial a sus requerimientos, pero también un dolor de cabeza. Probablemente la reelección de Obama es menos lesiva para nosotros, pero no podemos continuar esperando construir una relación bilateral apoyados en la buena fe de nuestros vecinos. Es momento de concentrarnos en nuestras profundas desigualdades y actuar en congruencia con el desarrollo integral del país en aras de la soberanía nacional y una agenda de compromisos compartidos. Sí es posible.
Abogado, economista y periodista.
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